lunes, 15 abril 2024
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El Salvador en modo COVID 19

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Los sectores oligárquicos, se movilizaron y con sus grupos afines, entendieron, que no podían dejar la ventaja a Bukele. Que, además, era preciso, poner acento en la importancia de reactivar la economía

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Cuatro meses han pasado, una vez conocida la declaratoria de pandemia por la OMS, en que el Presidente Bukele, anunciara las primeras medidas de contención del COVID 19, destacándose: la cuarentena obligatoria en todo el territorio; la prohibición del ingreso a extranjeros; la suspensión de clases; el cierre del aeropuerto; la cuarentena obligatoria en centros de contención, para los salvadoreños y residentes, que regresaban al país; la solicitud del "Estado de Excepción en todo el territorio nacional" incluida la suspensión de algunas garantías constitucionales; todo esto, para evitar la propagación del virus. Seguro estaba, el Presidente Bukele, que estas medidas generarían molestias, incomodidades, y que, le restarían apoyos.

Aquellos anuncios, fueron una sacudida a todos, provocando diferentes reacciones, desde la sorpresa e incredulidad hasta la negación de la gravedad de la enfermedad. Una sombra de preocupación se cernió en todas las familias, que pasará, que vamos a hacer. Los anuncios desde el gobierno se sucedían y las medidas de cuarentena estricta poco a poco se terminaron implementando.

Luego se vino el anuncio de las 30 medidas, contenidas en el ‘Plan de Respuesta y Alivio Económico ante la Emergencia Nacional contra el Covid-19”. Varias, aún, en proceso de aprobación legislativa y de gestión de préstamos internacionales.

El gobierno mantuvo la iniciativa y control de la situación, hasta mediados de abril. A partir de ahí, se abrieron públicamente varios frentes de oposición. Se acusó al gobierno de opacidad; de improvisar; de no tener un plan claro; se criticó la forma en que se entregó el bono de los trescientos dólares, por las concentraciones en el CENADE y duda en los criterios utilizados para otorgarse; se acusó de violación a los Derechos Humanos contra quienes incumplían la cuarentena y de los que eran llevados a los centros de contención; se descartó el estado de excepción.

Los sectores oligárquicos, se movilizaron y con sus grupos afines, entendieron, que no podían dejar la ventaja a Bukele. Que, además, era preciso, poner acento en la importancia de reactivar la economía. Construyeron argumentos, juntaron historias y configuraron un frente anti-Bukele, para lanzarse en una cruzada contra Bukele.  Desde mediados de abril, el país se mostró como tal, un país dividido, sin causa común y en campaña electoral.

Se abrió una disputa entre Órganos de Estado, por la aplicación de las medidas, las funciones y ámbitos de acción en la gestión de la pandemia. La Sala de lo Constitucional, llamó a colaborar entre Órganos, revivió temporalmente leyes; hasta declarar inconstitucionales leyes y Decretos Ejecutivos.

Con la mayoría legislativa en contra, mayor presencia beligerante de los sectores privados y la crítica sin concesiones de centros de pensamiento, medios masivos de comunicación, ONG’s; y, sin un marco legal de respaldo, el Ejecutivo fue perdiendo efectividad en el control de la pandemia.

La segunda semana de junio, fue reveladora de intenciones, diferentes actores, unos ingenuamente, algunos movidos por el antibukelismo y otros perversamente, se lanzaron en una campaña que buscaba el antejuicio de destitución de Bukele. Fue una semana tensa, pero que dejó muchas voces y actores descalificados en su independencia y objetividad. Se inmolaron.

Una preocupación en las elites, es que esa realidad bajo la superficie, normalizada por el sufrir del día a día y por la cotidianidad de la rebusca, pase a ser tema de reflexión y movilización popular y el pueblo culpe a las elites oligárquicas de su situación. La crisis de la economía, la pobreza, la falta de oportunidades, no surgen en el marco de la COVID 19, ya estaban presentes, es un constructo histórico y estructural, que hoy vemos sin filtros.

El impacto de la pandemia que enfrentamos, ha sacado de debajo de la mesa y puesto en alto relieve las desigualdades, el carácter de las instituciones, la debilidad y orientación de las políticas públicas y la opción preferencial “por el dinero” de las elites. Revela que el impacto es mayor en los más pobres, en los que sobreviven en precariedad. La pandemia es también, un problema de clase.

Desde el deseo y la buena voluntad de muchas “buenas” personas, con la pandemia golpeando fuertemente la salud y la vida del pueblo, con 10 mil contagios y cerca de 280 muertes registradas, con la crisis global extendida, agudizándose sus impactos en la sociedad y en la economía, y, sin una solución a la vista, este, debería ser el mejor momento de unirnos y actuar como nación.

El país necesita una causa común de unidad de nación, en eso no hay discusión. En la coyuntura actual de El Salvador, eso sería lo ideal, lo deseable. Pero, la realidad es que la coyuntura, nos presenta una disputa por el poder, entre dos bloques, con predominio de grupos del capital en ambos. La vieja oligarquía en uno, frente a nuevos grupos económicos en el otro. En ambos, no hay ideología popular, dominan los intereses del capital; sólo que, Bukele y su bloque han retomado banderas de los sectores populares y las blanden frente a las viejas elites. Esa es la característica que puede distinguir a los bloques y definir en febrero, la actual contienda. Bukele, y su grupo tienen a su favor el descrédito de los viejos partidos de la guerra y la postguerra, a pesar de no controlar plenamente los efectos de la pandemia y de errores de gestión cometidos, también suma a su favor el que la gente no lo responsabiliza a él de esto, sino que señala cada vez más a ARENA, al FMLN y a los ricos, de ello.

Con las elecciones legislativas y municipales de febrero próximo, en las agendas políticas de los partidos, de las elites y de otros grupos de poder. La situación será cada vez más confrontativa. La oposición y sus aliados, buscan evitar que se consume lo que, en 2019, Bukele dijo a sus seguidores, la tarea que tienen es “arrasar en las elecciones municipales y legislativas de 2021”.

Está en marcha, la operación nueva mayoría, si el proceso se desarrolla y no se altera el calendario electoral, los resultados permitirán que Nuevas Ideas y sus aliados obtengan mayoría de curules, pasarán factura al FMLN y reducirán la presencia de ARENA y PCN en la Asamblea Legislativa. Esa será, la nueva configuración de los bloques, con hegemonía de Bukele y los nuevos grupos económicos, habrá que ver, si es posible que las banderas populares usadas por estos, terminan siendo parte de un nuevo programa de desarrollo de la nación. Una economía social solidaria.

Por tanto, y asumiendo que, además de la coyuntura propia de nuestras miserias, la situación del COVID 19 no presentará en los próximos 6 meses una solución de salida, habrá que lidiar con la enfermedad con la precariedad sanitaria y menos espacios de maniobra en materia fiscal y financiera.

La pretendida recuperación económica del rebote, está descartada, nos enfrentamos a un escenario de mayores dificultades. En general, y sin realizar cambios, muy poco espacio propio tenemos, sin duda y sin tapujos la Sra. Alicia Barcenas de CEPAL lo señala bien “De esta pandemia no cabe duda que vamos a salir más pobres, más endeudados, más desiguales, más enojados y también más hambrientos. Necesitamos una mirada mucho más integral de lo que está sucediendo”.

Una solución que tenga el componente de continuidad, requiere cambiar la matriz económica nacional y apostar a nuevos vectores de generación de riqueza, es claro, que no podemos soportar el futuro en la matriz del pasado; por lo que, es preciso dar el salto al desarrollo de conocimiento, de innovación y de nuevos encadenamientos productivos y de cooperación, hacer de esto, el eje de acumulación de riqueza y prosperidad para todos, es retomar el discurso de futuro, que Bukele planteó y enamoró a los jóvenes. Salgamos animosos al encuentro con las tecnologías 4.0 y 5.0 y del 5G y del 6G, rompamos la cadena feudal de las viejas elites. Veamos más allá de las miserias actuales.

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Francisco Martínez
Francisco Martínez
Columnista y analista de ContraPunto. Consultor en temas sociolaborales, exdirigente sindical y exmilitante insurgente. Con experiencia en capacitación y organización popular, formación en finanzas corporativas y gestión de recursos humanos.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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