El Profe era un profesional salvadoreño que había sido encarcelado en Chile por ser de izquierda y apoyar al Presidente Salvador Allende, el cual había sido asesinado por los militares en un golpe de estado hacía apenas tres días. Él se encontraba en una celda personal tan estrecha que era difícil sentarse; lo habían hecho dos preguntas en el interrogatorio: cuál era su nombre y el número de su cédula de identidad. No se había podido acordar del número de ese documento, lo habían golpeado severamente en la espalda, estómago y pecho hasta que se desmayó; recobró el conocimiento en esa celda, había logrado comer unos fideos en proceso de putrefacción, porque tuvo la idea de sacar su zapato por una abertura que tenía la puerta en la parte de abajo, para que le sirvieran comida.
No lograba comprender porque le habían hecho sólo esas dos preguntas. Entendía que se enojaran por que no se acordaba del número de carnet de identidad, ya que en Chile todas las personas se lo saben de memoria. Pasaba horas tratando de acordarse de ese maldito número, pero no le era posible, ya había utilizado varias formas de recordar: la visión del carnet, pero cuando llegaba a la parte en donde estaba el número no había nada; había utilizado cientos de combinaciones de los primeros números, tenía la creencia que era una cifra de ocho números; se había acordado de varias ocasiones en que le pedían su número de carnet y él lo buscaba en su cartera, pero cuando miraba el documento se le borraba toda la imagen.
Comprendía que los militares estuvieran enojados con él por ser un extranjero que formaba parte de la comisión de límites territoriales gubernamental, en donde se codeaba con los máximos jefes militares de la región de Tarapacá y de la inteligencia militar; por ser gerente de la universidad católica de la provincia, en donde estudiaban los jóvenes más adinerados de todo Chile; por ser un profesor muy querido por los estudiantes, los profesores y el personal administrativo; por vivir en la casa que un capitán del ejército le alquilaba; por ser parte de la estructura militar de los partidos de izquierda para defender el gobierno de Allende; por ser comunista y asistir con sus hijos todos los domingos, observar la parada militar de izamiento de la bandera nacional y luego saludar cordialmente al oficial que dirigía esa actividad protocolar. No creía haber abusado de la amistad con la secretaria de la comisión de límites, la cual era muy bonita (cara, cuerpo y corazón), además de ser la esposa de un capitán de aviación destacado en la región. Creía haberse portado profesionalmente cuando el máximo jefe militar de la región le reclamó amistosamente por el hecho que el Profe dirigía directamente una actividad de extensión universitaria que consistía que los mejores alumnos(as) de la carrera de administración de empresas (todos ellos hijos de familias adineradas del país) ejercían como ejecutivos de seis grandes empresas industriales gubernamentales en sustitución de los profesionales que habían decidido abandonar el país por miedo al socialismo.