Con las palabras dichas por el Capitán de inteligencia, en el sentido que tratarían de confirmar la entrada del Profe a Cuba a principios de los años sesenta, existía la posibilidad que desecharan la idea de que el Profe era un espía cubano que se hacía pasar por salvadoreño; pero quedaría pendiente la acusación de ser un terrorista salvadoreño entrenado en Cuba y enviado por este país para hacer de Chile un país socialista en forma pacífica o mediante la lucha armada.
Pasaron aproximadamente dos días, lo llegaron a sacar de la celda de castigo como a las dos de la mañana, lo golpearon y lo trasladaron en estado de semi inconciente a un local que parecía bodega, lo sentaron en una silla, lo empaparon con agua fría utilizando una manguera y nuevamente estaba bajo la luz intensa. El interrogador no tenía identificación de grado militar, pero con toda la apariencia de torturador, le dijo: “Dame cinco nombres de tus jefes militares en Chile”, el Profe hizo un esfuerzo para recordarse de los nombres que le había dicho al Capitán que hacía de “bueno” y se los dijo muy lentamente. Luego el interrogador le dijo “Quien es tu jefe en Cuba y como se llama la operación terrorista que están ejecutando”. El Profe le explicó que había estudiado en Chile su maestría en Economía; se había casado con una chilena, había regresado a El Salvador a trabajar en la universidad estatal, pero que había sido cerrada por los militares; se había quedado sin trabajo y decidió regresar a Chile, donde fue contratado por la Universidad del Norte en Arica. Más de la mitad de la justificación del Profe casi no se escuchó, porque un soldado le estaba golpeando con la culata de una subametralladora en la espalda por donde están los riñones. Quedó inconsciente, cuando recobró el conocimiento estaba tirado en un área de dicho local, allí estaban también otras cuatro personas ensangrentadas, uno de ellos se quejaba mucho.
El interrogador insistía en que el Profe dijera cuál era su verdadero nombre, su verdadera nacionalidad y su grado militar; cuando respondía y eso no abonaba a la hipótesis formulada en base a la información de inteligencia militar, se iniciaba una sesión de varios minutos de golpes con la palma de la mano, puños, rodillazos, patadas, así como con una especie de garrotes de hule y armas, preferiblemente en lugares del cuerpo en donde no quedan señas visibles.
Al Profe y a otro reo los arrastraron hasta la cama de un camión militar, el cual recorrió varias calles urbanas. Ya había amanecido, el Profe se sintió bien de ver nuevamente el sol. Llegaron a un edificio que parecía un penal, cuando los estaban bajando del camión, a unos veinte metros había un grupo de unas 20 mujeres que gritaban; cuando los arrastraron para subir las gradas exteriores del edificio, algunas mujeres dieron gritos de terror y otras gritaban “asesinos, asesinos, asesinos”.