miércoles, 11 diciembre 2024
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El Profe fue torturado

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Con las palabras dichas por el Capitán de inteligencia, en el sentido que tratarí­an de confirmar la entrada del Profe a Cuba a principios de los años sesenta, existí­a la posibilidad que desecharan la idea de que el Profe era un espí­a cubano que se hací­a pasar por salvadoreño; pero quedarí­a pendiente la acusación de ser un terrorista salvadoreño entrenado en Cuba y enviado por este paí­s para hacer de Chile un paí­s socialista en forma pací­fica o mediante la lucha armada.

Pasaron aproximadamente dos dí­as, lo llegaron a sacar de la celda de castigo como a las dos de la mañana, lo golpearon y lo trasladaron en estado de semi inconciente a un local que parecí­a bodega, lo sentaron en una silla, lo empaparon con agua frí­a utilizando una manguera y nuevamente estaba bajo la luz intensa. El interrogador no tení­a identificación de grado militar, pero con toda la apariencia de torturador, le dijo: “Dame cinco nombres de tus jefes militares en Chile”, el Profe hizo un esfuerzo para recordarse de los nombres que le habí­a dicho al Capitán que hací­a de “bueno” y se los dijo muy lentamente. Luego el interrogador le dijo “Quien es tu jefe en Cuba y como se llama la operación terrorista que están ejecutando”. El Profe le explicó que habí­a estudiado en Chile su maestrí­a en Economí­a; se habí­a casado con una chilena, habí­a regresado a El Salvador a trabajar en la universidad estatal, pero que habí­a sido cerrada por los militares; se habí­a quedado sin trabajo y decidió regresar a Chile, donde fue contratado por la Universidad del Norte en Arica. Más de la mitad de la justificación del Profe casi no se escuchó, porque un soldado le estaba golpeando con la culata de una subametralladora en la espalda por donde están los riñones. Quedó inconsciente, cuando recobró el conocimiento estaba tirado en un área de dicho local, allí­ estaban también otras cuatro personas ensangrentadas, uno de ellos se quejaba mucho.

El interrogador insistí­a en que el Profe dijera cuál era su verdadero nombre, su verdadera nacionalidad y su grado militar; cuando respondí­a y eso no abonaba a la hipótesis formulada en  base a la información de inteligencia militar, se iniciaba una sesión de varios minutos de golpes con la palma de la mano, puños, rodillazos, patadas, así­ como con una especie de garrotes de hule y armas, preferiblemente en lugares del cuerpo en donde no quedan señas visibles.

Al Profe y a otro reo los arrastraron hasta la cama de un camión militar, el cual recorrió varias calles urbanas. Ya habí­a amanecido, el Profe se sintió bien de ver nuevamente el sol. Llegaron a un edificio que parecí­a un penal, cuando los estaban bajando del camión, a  unos veinte metros habí­a un grupo de unas 20 mujeres que gritaban; cuando los arrastraron para subir las gradas exteriores del edificio, algunas mujeres dieron gritos de terror y otras gritaban “asesinos, asesinos, asesinos”.

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Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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