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El Profe compartí­a la comida con el estudiante de Contadurí­a

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En la Universidad del Norte, Arica, Chile, habí­a un estudiante de Contadurí­a que se destacaba en sus estudios, era muy querido por sus compañeros en esa casa de estudios  y de trabajo; se trataba del Secretario General de la Juventud del Partido Comunista de Chile de la Provincia de Arica; provení­a de una familia muy pobre y gozaba de media beca universitaria; desde hací­a varios meses se encontraba bajo tratamiento médico, le habí­an diagnosticado Tuberculosis y tení­a un tratamiento ambulatorio.

El Profe lo conoció en una reunión partidaria a pocos dí­as de haber llegado a trabajar a la Universidad del Norte; luego coordinaba, con este y otros muchachos  de izquierda, las actividades polí­ticas en que participaban estudiantes y profesores de dicha universidad. Este joven habí­a participado en una delegación que estuvo en la Universidad de la Habana, cuando el Rector de esta universidad (católica, apostólica y romana), un sociólogo ultraizquierdista, firmó un convenio de cooperación cientí­fica y tecnológica con esa famosa universidad.

Este estudiante de contadurí­a fue arrestado el mismo dí­a del golpe de estado contra el Presidente Salvador Allende, habí­a pasado cuatro semanas desaparecido, encerrado en una cárcel clandestina, en donde fue sometido a tortura grado cuatro (en donde no les importa que el torturado se  muera o le queden grandes cicatrices), habí­a sido torturado  más de diez veces, durante perí­odos de dos a tres horas, debido a que se negaba a decir una tan sola palabra, ni siquiera el nombre. Cuando lo llevaron a la Penitenciaria en calidad de bulto, todos los reos de su celda creyeron que se morirí­a; varios realmente querí­an que dejara de vivir, cuando se corrió la especie de que padecí­a de tuberculosis.

En la cárcel ya se habí­a logrado que se respetara varios derechos de los reos polí­ticos, bajo el común acuerdo que eran prisioneros de guerra. El Rey de la Droga ya habí­a conseguido que le llevaran almuerzo del mejor hotel de la ciudad y compartí­a la comida con el Profe, quién a su vez le daba la mayor parte al estudiante de contadurí­a; hasta que “el rey”, como le gustaba que le llamaran,  le dijo al Profe que compartieran la comida entre los tres; esto era posible porque el almuerzo consistí­a en entrada, primer plato, segundo plato y postre (lo único que faltaba era el vinito).

El rey le preguntaba frecuentemente al estudiante de contadurí­a por qué no habí­a dicho una palabra en los interrogatorios y la respuesta que recibí­a era “así­ se templó el acero” u otras frases de la novelí­stica rusa, de antes de la revolución en ese paí­s.

La novia del estudiante de contadurí­a, también estudiaba esa carrera, era muy bonita, habí­a sido candidata a reina de belleza de la ciudad en dos ocasiones; se encontraba encarcelada en el área de mujeres. Los compañeros encargados de disciplina en las celdas, cuando observaban que dos o más reos estaban conversando y que tení­an en común que su compañera o esposa se encontraba en la cárcel,  se acercaban y aconsejaban que no hablaran  de eso, para que no les afectara su salud mental.

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Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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