jueves, 24 abril 2025
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El precio de la indiferencia

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"Necesitamos una reeducación real, una transformación en nuestra forma de pensar y actuar": Nelson López Rojas.

Por Nelson López Rojas.

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Las imágenes del accidente en la calle a Huizúcar son espeluznantes. Un vehículo fuera de control, una vida perdida, el caos de siempre en nuestras calles. Pude haber sido yo. Es mi ruta. Una pendiente inclinada, sin semáforos, sin túmulos, sin controles de velocidad. Un peligro latente que todos conocen y que nadie atiende.

Dicen que fue una anciana al volante. Que quizá iba medicada, que confundió el freno con el acelerador. Un error fatal. Pero más allá de las suposiciones, lo cierto es que conducir en este país es un riesgo, no solo por la imprudencia, sino por un sistema que permite que cualquiera tenga licencia, con o sin capacidad para manejar.

Acabamos de ver la noticia de las tramitadoras vendiendo licencias falsas. Con un billete de $50, cualquiera puede obtener hasta una licencia de camión, sin haber tocado un volante en su vida. Afuera de SERTRACEN en la 25 avenida, docenas de tramitadores engañan a los incautos, cobrándoles el doble o el triple para acelerar el proceso. ¿Cómo lo logran? Es evidente que tienen contactos adentro.

Lo mismo ocurre en otros ámbitos. Si un vehículo no tiene papeles, siempre hay un abogado que “conoce a alguien” y por una “pequeña remuneración económica” puede hacer que el carro nunca haya salido del sistema. Si un autobús no cumple las normas de tránsito, con unos cuantos dólares la inspección se resuelve. Si una obra no pasa los estándares de calidad, con un “regalito” el proyecto sigue adelante.

La corrupción no es solo cosa de políticos o grandes empresarios. Es el engranaje que mueve el día a día. Está en el conductor de bus que cobra, pero te pide que te subás atrás de la unidad; en el inspector que ignora un problema a cambio de un soborno; en los gestores que facilitan documentos ilegales; en los vendedores que para afianzar una venta te ofrecen viajes y regalos ostentosos; en quienes buscan atajos y pagan por ellos sin cuestionar las consecuencias.

Las colonias pudientes tienen servicios eficientes, calles sin baches, respuesta inmediata ante cualquier problema. En los cantones de San Salvador, (de la capital, ahora imaginate en lugares lejanos) el agua sigue siendo un lujo y el alumbrado público una promesa incumplida. Los de siempre tienen acceso directo a quienes toman decisiones. Los otros, los que no tienen a un “amigo en el gobierno”, deben conformarse con las migajas de un sistema que los ignora.

La lucha contra la corrupción no puede limitarse a discursos políticos o a capturas esporádicas de funcionarios. Necesitamos una reeducación real, una transformación en nuestra forma de pensar y actuar. Aprender a manejar con responsabilidad, a impartir clases con ética, a vender sin engaños, a no dar ni aceptar mordidas. Porque a mayor o menor escala como diría Salarrué: Todos semos corruptos.

El cambio empieza cuando dejemos de normalizar los chanchuyos y exijamos un sistema justo, donde la vida de todos tenga el mismo valor, sin importar la clase social.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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