lunes, 15 abril 2024
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El periodismo y el Golpe de Estado de octubre 1979

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Por Rigoberto Chinchilla

Me refiero al de 1979, cuando los medios de comunicación salvadoreños en su mayoría eran conservadores y respondía a los intereses de una clase oligarca, que tenía el monopolio manipulador del pensamiento de los salvadoreños. Con pocas excepciones de periodistas independientes, que se atrevieron a contar la verdad de lo ocurrido.

Las elecciones de 1977, quizá fue el último esfuerzo civil que ocurrió, el candidato de la llamada Unión Nacional Opositora (UNO) Ernesto Claramount Rossvelt había ganado las elecciones de manera masiva, pero sus mismos compañeros del estamento militar se las robaron rellenando urnas, sustituyendo las originales, desasiéndose de ellas tirándolas en las quebradas de los lugares cercanos a los centros de votación.

Los medios de comunicación de la época invisibilizaron esa información, la prensa escrita representada por la Prensa Gráfica y Diario de Hoy, enfocaron el triunfo impuesto por los militares a Carlos Humberto Romero, jamás escribió sobre los acontecimientos de protesta frente al Parque Libertad, ni el asesinato y represión de los ciudadanos que reclamaban el legítimo triunfo que concluyó con la represión del 28 de febrero de 1977.

El cuerpo de bomberos nacionales,  al igual que ANTEL eran dirigidos por dos coroneles, el primero dedicado a limpiar la sangre derramada en las protestas y el segundo realizaba trabajo de espionaje telefónico a los ciudadanos y periodistas independientes que se mostraran en contra del nuevo robo de elecciones.     

Lo cierto es que el Coronel Carlos Humberto Romero, asumió la conducción del país, pero de ahí vino lo que tradicionalmente ocurría: otro golpe militar de Estado, el último registrado en la historia de El Salvador, 15 de octubre de 1979, aviones sobrevolaron la capital salvadoreña y Radio Nacional se dedicó a transmitir música de marimba todo el día, nadie habló, pero en la percepción de la gente las primeras horas de la tarde noche, algunas estaciones de radio como YSKL y radio Sonora confirmaban la consumación de un Golpe de Estado por un grupo de militares jóvenes y civiles apoyados por un sector académico,  que posteriormente conformaría una junta evolucionaria de gobierno y que finalmente fracasaría.

Comunicados de organizaciones que se decían llamar Paz y trabajo representaban al sector empresarial, en algunas radios como la YSAX se abrió a espacios para algunas voces valientes y existieron comunicados de organizaciones sociales y dirigentes opositores. Mientras en los periódicos conservadores se convirtieron en las catapultas del sector de la ultra derecha salvadoreña.

El periodismo del 1979, al final era tímido y esporádico, ya venía de experimentar una neutralización y silencio conveniente de autocensura, a finales de ese año en la navidad, todo era un caos, la represión hacia los civiles se incrementa y en el primer trimestre del año asesinan a Monseñor Romero.  Al periodismo le faltaba muchos para profesionalizase. Luego vendrían los  12 años de intensa guerra, en la que la prensa daría un rumbo diferente, con la llegada de corresponsales extranjeros, una tecnificación y formación de una generación de periodistas que sobre la marcha inició una escuela importante, tanto profesional como de conocimiento técnico,  más de 23 colegas murieron, pese al conocimiento y entendimiento del tema del Derecho Humano Internacional.

Hace 45 años y me refiero a antes de las elecciones de 1977; La guerra pudo haberse evitado, pero los intereses de unos pocos se impuso sobre los anhelos de las mayorías. Desde entonces el periodismo salvadoreño ha transitado por una diversidad de experiencias mal aprendidas y en otros casos de retroceso y entrega. Experiencias que la historia no podrá borrar.          

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Rigoberto Chinchilla
Rigoberto Chinchilla
Periodista salvadoreño. Graduado en la Universidad de El Salvador (UES); colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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