Las aparentes contradicciones entre los políticos y sus partidos, diz que por cuestiones ideológicas, son en realidad parte de un juego con la apariencia democrática de los pesos y contrapesos. Con algunas excepciones, resultan ser arreglos y componendas para lograr o mantener prebendas y privilegios. Es un ir y venir del clientelismo político.
Martin Caparros, escritor y periodista argentino, lo describe: “Pasa también con los partidos políticos: sus disgustos son simbólicos, pero, en general, representan a los mismos sectores, los mismos intereses. No se van a matar”. “El patrioterismo -dice Caparros- limita el pensamiento”…
Durante décadas, El Salvador ha sido un ejemplo vivo de estas tramas… mientras el pueblo perdía la esperanza, la confianza, la fe.
Ahora ya no. El pueblo no ignora esta realidad, la confronta y reclama. Y, ante las proximidades de nueva campaña electoral para diputados y alcaldes, con responsabilidad revisa, analiza y ordena su intención de voto. No olvida engaños y desengaños, más bien los recuerda para no sentirlos repetidos.
¿Cómo olvidar que, con su voto, ha contribuido: a la privatización de importantes servicios; al ocio y mantenimiento de algún diputado y sus decenas de “asesores”; a reelegir a diputados que escandalizan ebrios en la vía pública, que abusan de viajes con altos viáticos y prebendas, o que han construido mansiones de playa con dineros del pueblo o los que, precisamente ahora, entorpecen caprichosamente todo posible progreso, sin poder aceptar, con un discurso de altura política -propio del verdadero demócrata y revolucionario- la por hoy bien lograda alternancia, que permite los pesos y contrapesos, sustento de la verdadera democracia…?…
En fín, y largo de contar, ¿cómo olvidar tantos y distintos casos de corrupción y otros males, en las diferentes esferas de la administración pública…?
Quizás convenga conocer, entonces, la carta abierta "Mi respuesta a los patriotas", publicada por Salarrué el 21 de enero de 1932, para diferenciar la bondad del hombre que de veras ama y enaltece a su Patria, con la del hombre que, sobrado de poder, se sirve de la Patria; y, para colmo, en septiembre, canta con fervor el Himno Nacional y -con evidente patrioterismo- celebra con Champán la Independencia Patria.
Estos son algunos fragmentos, de la carta de Salarrué a los políticos:
… “¿A qué llamáis Patria vosotros los hombres entendidos por prácticos? Sé que entendéis por Patria un conjunto de leyes, una maquinaria de administración, un parche en un mapa de colores chillones. Vosotros los prácticos llamáis a eso patria. Yo el iluso no tengo patria, no tengo patria pero tengo terruño (de tierra, cosa palpable). No tengo El Salvador (catorce secciones en un trozo de papel satinado); tengo Cuscatlán, una región del mundo y no una nación (cosa vaga)
“… Yo amo a Cuscatlán. Mientras vosotros habláis de la Constitución, yo canto a la tierra y a la raza: la tierra que se esponja y fructifica, la raza de soñadores creadores que sin discutir labran el suelo, modelan la tinaja, tejen el perraje y abren el camino. Raza de artistas como yo, artista quiere decir hacedor, creador, (modelador de forma cosa práctica) y también comprendedor…
… La mayor parte de vosotros se dedica en su patriotismo a pelearse por si tienen o no derecho, por si es o no constitucional, por si será fulano o zutano, por si conviene un ismo u otro a la prosperidad de la nación. La prosperidad -sigue sentenciando Salarrué- es para vosotros el tenerlo todo, menos la tierra en su sentido maternal. Capitalistas embrutecidos, perezosos y bribones muestran sus caras abotagadas y crueles…
… Mientras dos bandos en todos sus grados de intensidad se gruñen unos a otros, nosotros los soñadores no pedimos nada porque todo lo tenemos. Mientras nosotros los soñadores, sin que nadie se oponga, hacemos crecer la espiga embelleciendo el paisaje, gozamos la música del maizal que sonríe con la brisa, recogemos cantando la mazorca y dejamos el comerla a tarrascadas a los puercos…”
Hoy, más de nueve décadas después, el cuestionamiento de aquella carta persiste, solo que ahora el “gruñido” del que habla Salarrué, sigue siendo aparente, como una apuesta de los políticos hacia intereses mutuos.