Sólo que ahora en versión nicaragüense
Ortega llegó al poder de la mano de la oligarquía y la iglesia católica, y ha gobernado gracias al apoyo de ambas. Pero, como ocurrió aquí con Pérez y Baldetti, la pareja presidencial nica ―por razones de sobra conocidas― le está saliendo muy cara a sus apoyos básicos, y también está resultando demasiado incómoda para los planes geopolíticos. Ergo, hay que sustituirlos realizando cambios para que todo siga igual y que el poder oligárquico se remoce.
Por eso, el FMI “sugirió” al gobierno nica una infame medida de ajuste que fue aceptada dócilmente por Ortega, sin que éste sospechara que se trataba del anzuelo que debía morder para que la geopolítica encauzara el descontento popular latente hacia las calles y diera un golpe de Estado blando poniendo en escena la respectiva revolución de color “legitimadora”, la cual ―como en Venezuela― pronto devino en otra trampa para Ortega (en la cual Maduro no cayó): las guarimbas, que desataron una desmedida represión gubernamental y la actitud oportunista de la Iglesia, que le quitó el apoyo a Ortega y se ofreció para “mediar” en el conflicto. La puesta en escena funcionó bien.
De aquí en adelante, los medios neoliberales se encargaron de incitar a las progresías e izquierdas rosadas del mundo a fijar su atención en Ortega ―como en Guatemala lo hicieron con Pérez Molina y ahora con Jimmy Morales―, haciéndolas perder de vista que el enemigo y el problema principal en todo esto es la oligarquía nicaragüense. Por eso, los “análisis” y las “críticas” biempensantes chapinas se centran en la figura satanizada de Ortega y su bruja malvada, y soslayan el problema del poder oligárquico y los planes geopolíticos, clamando por el derrocamiento de los malignos para que sean sustituidos por un Macri o un Temer nica, o bien por la izquierda rosa local, representada por un neosandinismo biempensante que no es otra cosa que la socialdemocracia y los financiamientos de las agencias internacionales globalistas. En suma, se busca un cambio para que la oligarquía restaure su poder sustituyendo a Ortega por un neoliberal de hueso colorado o por un progre sirviente de los neoliberales. ¿Les suena esto, chapines? Ortega no es el principal problema. Como tampoco lo es Jimmy ni lo era Pérez Molina.
El plan geopolítico para Nicaragua es cambiar al gobierno para poner uno que rompa con China a fin de que no se construya el canal interocéanico, con lo que ampliaría el Triángulo Norte hasta Panamá borrando así ese triángulo. No se trata de optar por la falsa dicotomía “estudiantes-pueblo versus Ortega el maligno”. Se trata de superar el devaluado sandinismo orteguista con una fuerza que asuma la soberanía nacional frente al plan geopolítico. Y ni la rosada progresía biempensante ni el neoliberalismo guarimbero lo harán. Esa fuerza hay que crearla.
Luchemos por llegar a negociar con EEUU los planes geopolíticos desde una soberanía plena. No por restaurar el neoliberalismo, como ocurrió aquí y en Argentina y Brasil. Esta es la lucha. Pero eso lo olvida la chapinada rosa, como olvidó ya el chasco del 2015 y por eso ahora lo clama para Nicaragua. Lo que no olvida es el dinero globalista para sus “luchas por la justicia”. Y ojo, que tampoco se trata de la idiotez de optar por “el menos peor” defendiendo oficiosamente a Ortega. ¡Se trata de tomar decisiones tácticas congruentes con una estrategia de democratización popular continental frente a la geopolítica!