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El individualismo del ciudadano

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La clase baja ha adquirido caracterí­sticas de la clase media en relación con su comportamiento y forma de observar la realidad

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En el actual contexto del posmodernismo la privatización del individuo ha tomado auge, los meta problemas y realidades nacionales se trivializan, lo más importante para la persona es satisfacer el placer a través del entretenimiento y el consumo.

Las actividades colectivas y la participación en organizaciones del movimiento social han perdido importancia en la conciencia del individuo, lo que ahora prima es el interés personal sobre la colectividad, y la satisfacción de éste adquiere caracterí­sticas depredatorias que riñen con la ética.

El principal móvil se ha convertido en ser una persona “exitosa”, si para lograr el triunfo se ha recurrido a tráficos de influencia u otro medio inmoral, eso pierde validez, porque lo anula el hecho de tener la capacidad adquisitiva de adquirir el mayor número de bienes y de servicios posibles.

El actual capitalismo a través de sus medios ha hecho creer que la felicidad es individual, y los exitosos se aí­slan de la sociedad en clubes exclusivos, habitan en residencias privadas, adquieren más de un vehí­culo, etc. Se podrí­a pensar que esta situación ocurre desde las capas medias hasta la alta, no obstante, algunas de esas conductas se observan en las clases bajas.

La clase baja ha adquirido caracterí­sticas de la clase media en relación con su comportamiento y forma de observar la realidad, si en la época del modernismo sociológicamente se consideraba a la clase media como una especie de amortiguador de las crisis sociales, ahora en el posmodernismo la clase baja se ha convertido en un colchón en donde rebotan los principales problemas nacionales e internacionales.

En la época del modernismo se observaba que entre los miembros de una misma clase social existí­an relaciones de tipo horizontal, ahora entre ellos prevalecen las de tipo vertical, es decir, que el otro es considerado de menor valor. Existe un comportamiento de descalificar y menospreciar al otro, porque el individuo se considera superior, aunque en realidad no lo sea.

Las nuevas relaciones interpersonales complican la acepción teórica de la lucha de clases, porque del enfrentamiento clasista se pasa a la pugna contra el otro, esa lucha es una especie de competencia de ostentación exhibicionista, de esta manera encontramos que la interacción social se convierte en frí­vola y superficial.

Observamos que el individuo ha creado mentalmente un mundo de fantasí­a, se pasó de la realidad a lo irreal, esta circunstancia responde en cierta medida, del por qué no se involucra en la solución de los principales problemas nacionales, a través de una participación plena y activa desde su residencia, comunidad, municipio, ciudad, paí­s, región continental y del mundo.

En esta lógica, los problemas existenciales no son de él son de los otros, porque él habita un mundo donde lo que importa es el consumo de marcas transnacionales, además él está bien, los que están mal son los otros. Entonces participar en una protesta es evidenciar que tiene problemas y se pondrí­a al nivel de los otros.

El individuo ha construido mentalmente una nueva “clase social”, que la forman los “felices”, el hedonismo lo han tomado en la práctica como su afirmación, que se ha establecido como un fenómeno cultural.

Se da una contradicción entre la realidad y la construcción mental, entre esta lucha de contrarios la victoria la obtiene el mercado, porque éste convierte al individuo en mercancí­a, de tal forma que de sujeto pasa a ser un objeto más.

El objeto no critica ni cuestiona, se deja llevar por el esnobismo establecido por las corporaciones transnacionales, los organismos financieros internacionales y por las polí­ticas internacionales de los paí­ses imperialistas.

El neoliberalismo inició con la privatización de las instituciones del Estado, y terminó con la privatización del ser humano, en la medida que se ha adquirido la noción que la res pública, la concibe ahora como privada, en el entendido que en contra de lo privado por injusto que sea, no se protesta.

La privatización del individuo lo ha conducido al aislamiento y autoexclusión de las manifestaciones colectivas, el mundo del individuo es él, y los únicos problemas que deben ser resueltos son los de su ego, porque son de interés personal, es decir, mientras él está bien, lo demás no interesa.

La privatización y el individualismo de la persona adquiere caracterí­sticas sádicas y autodestructivas, es el perfil ideal del ciudadano de la globalización del mercado transnacional y de la dominación mundial.

** Lic. Relaciones Internacionales en Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA), Costa Rica

M.A. en Ciencia Polí­tica en Université du Québec í  Montréal (UQAM), Canadá

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Oscar A. Martínez Peñate
Oscar A. Martínez Peñate
Escritor, politólogo y analista de la realidad nacional salvadoreña y centroamericana.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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