Con este título he venido insistiendo en mis artículos, desde hace varios años, sobre la necesidad de saber escoger, por mérito y no por compadrazgo, a quienes han de asumir un cargo que implique manejo de la cosa pública; es decir, los sagrados impuestos del pueblo. Califica también para altos cargos en la empresa privada.
Y es que en las altas esferas políticas, ha sido -es- de sobra conocido que los compromisos de los jefes o futuros jefes, a veces motivados por presiones, en vez de autorizar el nombramiento de “el hombre -calificado- para el puesto”, autorizan/ordenan “el puesto para el hombre”. Es decir, el hombre “no calificado” para ejercer el cargo, únicamente por cercanía a quien lo nombra, bien por parentesco, cherada, compadrazgo, compromiso político, militancia partidaria; en fin… Aplica para todos los partidos políticos, sin excepción.
Tal desatino y sus efectos, que por cierto son numerosos y lamentables, ha llevado al país y a la población entera, a soportar administraciones corruptas, con su secuela de: peculado, malversación y desvío de fondos, donaciones impropias, viáticos exagerados hasta de viajes falsos… sin faltar -como una manera muy burda de extorsión- los acosos de todo tipo, la arrogancia y los malos tratos al personal subalterno. Y encima de todo, la impunidad…
Y es por ese binomio corrupción/impunidad que, en parte, el país anda mal. Por eso estamos como estamos. ¿Cómo ignorar -si son tan evidentes- tantos casos de corrupción en las altas esferas? ¿Y cómo ignorar también el lento o nulo avanzar de la justicia, en los casos de enriquecimiento ilícito y otros delitos afines, cuando los infractores son de cuello blanco? En cambio, algunos de ellos hasta se encuentran desempeñando altos cargos, mientras “están siendo juzgados”, por evidente y ostentoso crecimiento en su patrimonio, que no pueden -ni podrán nunca- justificar. Para muestra, varios juicios contra diputados y otros funcionarios, cuyos nombres todo mundo conoce…
Y algo peor, a veces -casi siempre- son estos funcionarios cuestionados quienes, a diestra y siniestra, por la fuerza de inmerecido poder, quitan y ponen personal a su conveniencia política y sin un análisis que determine si la decisión es justa o no. El efecto bumerang debería ser también para ellos, puesto que -como un secreto a voces- todos saben que muchos carecen de la más mínima “capacidad e instrucción notorias”, que exige la Constitución de la República.
Saber designar el hombre para el puesto y no el puesto para el hombre, vale para todos los partidos políticos, para todas las edades, para todos los empleos a la hora de ver las hojas de vida y otorgar cargos, como necesidad de extrema urgencia para la sanidad administrativa. Para este propósito falta mucho aun. Tarea que -ojalá- dé sus frutos un día, para bien de la cosa pública y, lógicamente, de la población salvadoreña.