martes, 8 octubre 2024

El decembrismo peruano y el octubrismo chileno

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"Las protestas de 2019 en Chile y las de 2022 en Perú, tienen un correlato histórico: el Decembrismo ruso", informa Hans Alejandro Herrera.

Por Hans Alejandro Herrera Núñez


¿Qué tienen en común Perú y Chile además del cobre? Las protestas y los procesos de cambio constitucional, en distintas etapas, y con diferentes posibilidades. Los procesos sociales en Chile y Perú se parecen más de lo que sus endogámicas élites quisiesen. Pero en el caso peruano hay una ventaja, todavía está en movimiento, y otra ventaja: Perú tiene lo que Chile no tuvo en 2019, organizaciones de base. Sin embargo hay que volver a la Historia de un recóndito país del norte y las lecciones que nos puede ofrecer el s.XIX.

El octubrismo chileno

Octubre de 2019. En Chile el aumento de la tarifa del servicio de transporte público hace detonar un estallido de protesta y violencia social desconocido hasta entonces. El detonante fue el alza en la tarifa del sistema de transporte público de Santiago, el cual entró en vigencia el 6 de octubre de ese año. Tras el aumento, miles de estudiantes del secundario se organizaron para realizar actos de evasión masiva en el Metro de Santiago. Aunque el incremento fue de solo alrededor del 4% de la tarifa anterior, significó sin embargo la gota que derramó el vaso. Las críticas radican en el costo de la tarifa, una de las más altas entre los servicios de ferrocarril metropolitano en América Latina (sólo superado por São Paulo). Por otra parte el costo mensual promedio para transportarse de un chileno equivale a un 13,8 % del sueldo mínimo, muy por sobre otras ciudades como Buenos Aires, Ciudad de México o Lima, donde no supera el 10 %. Esto explica el estallido hasta cierto punto. Otro elemento es una cultura de protesta que se volvió endémico en las protestas de 2011, las cuales movilizaron a estudiantes del secundario, y del cuál emergieron una nueva camada de líderes políticos como Boric, Jackson y Camila Vallejo.

Para el año 2019, Chile se mostraba tranquilo e impermeable a protestas sociales como las que sacudían a Ecuador, Nicaragua o Venezuela. En ese contexto, el presidente Sebastián Piñera llegó a jactarse de la tranquilidad y solidez económica de Chile en una entrevista ante el programa Mucho gusto de MegaTV, el 9 de octubre de 2019, señalando que Chile era un «oasis» en el medio de una América Latina convulsionada.

Entretanto ya no solo en Santiago sino en otras ciudades grandes de Chile, con el paso de los días, el número de evasores aumentó, registrándose incidentes con la policía dentro de las estaciones del ferrocarril subterráneo. Al punto que el 18 de octubre de 2019, fueron cesadas las operaciones de la red subterránea por el enfrentamiento de la multitud con Carabineros.

Al mes de octubre de 2019 y según el propio gobierno, se confirmaron 32 fallecidos, principalmente asociados a incendios (15 casos), enfrentamientos entre ciudadanos (7 casos), o con uniformados (5 casos); además hubo más de 3400 civiles hospitalizados producto de los enfrentamientos, y 2000 carabineros lesionados en distintos grados. Amnistía Internacional informó, al 30 de noviembre de 2020, 12547 heridos que pasaron por urgencia hospitalaria, 1980 heridos por armas de fuego y 347 heridos con lesiones oculares. Por cierto este estallido se caracterizó por el enorme número de personas que perdieron la vista parcial o totalmente debido a disparos de goma de parte de los carabineros (invito a leer el informe de Amnistía Internacional, Ojos sobre Chile). El Instituto Nacional de Derechos Humanos identificó más de 3400 civiles hospitalizados durante el movimiento, mientras que cifró en 8812 los detenidos.

Una de las primeras respuestas del gobierno fue declarar el Estado de Excepción y la salida del Ejército a las calles, algo que no ocurría desde la dictadura militar hacía 30 años. Entretanto el estallido social se encaminaba a una revolución abierta donde convergía el malestar social de clases medias y bajas. Finalmente para atajar un desenlace más virulento, se llamó a un acuerdo nacional y a un proceso para una nueva Constitución, porque entre las banderas en dónde se encontró amplio consenso de los manifestantes que llegaron a ser hasta tres millones en su punto más álgido (a nivel nacional), se encontraba el discurso de cambiar de Constitución. Aunque la derecha y el centro defendían reformarla, y lo habían hecho, la Constitución de 1980 redactada por el gran jurista de derechas, Jaime Guzmán, era calificada de causante del malestar social al ser considerada como madre de todas las constituciones neoliberales. Finalmente un plebiscito de entrada favoreció el llamado a una Constituyente. Solo la entrada en cuarentena en marzo salvó al gobierno de una agudización del conflicto. En 2021 sería elegido un gobierno de izquierda, el de Boric, hijo de las protestas de 2011 y 2012. El resto es historia.

A propósito la derecha llamó a toda esa corriente que generó una oleada de izquierda hegemónica en Chile, Octubrismo.

Esbozo de un decembrismo peruano

Se puede considerar que a modo de un efecto dominó latente, el estallido de protestas en Perú, en principio con causas detonantes distintas, sigue sin embargo el mismo rumbo que el octubrismo chileno de 2019. Las protestas en Perú de diciembre de 2022 fueron un tsunami de movilizaciones a nivel nacional realizadas entre el 7 y el 24 de diciembre de 2022. A diferencia de la chilena, estas protestas tuvieron desde un principio una organización en su convocatoria y no fueron espontáneas, aunque el detonante fue casi un cómico accidente. Los manifestantes fueron convocados por diversas organizaciones sociales de izquierda tras el intento de autogolpe y posterior destitución y arresto de Pedro Castillo por haber anunciado la disolución del Congreso, la intervención del aparato estatal, la instauración de un «gobierno de emergencia» y lo más importante , la convocatoria a una asamblea para la elaboración de una nueva constitución política en reemplazo de la constitución de 1993.

Este tsunami concluyó en una tregua temporal, con la liberación de las rutas principales del país para las fiestas de Navidad y Año Nuevo (Perú es un país en su mayoría indígena y muy católico, y la Navidad es la época del año en que más viajes se hacen desde y al interior del país), fijándose el 4 de enero de 2023, como fecha de fin de la tregua, la cual fue fijada tras una reunión de la Asamblea de la Macrorregión Sur en Arequipa.

Las demandas aunque dispersas en un principio tenían en diciembre de 2022 un núcleo que ahora es el corazón de las protestas: una nueva Constitución. Entonces, quien tenga oídos que oiga, el proceso Constituyente ya empezó en diciembre, y a diferencia de lo inorgánico del proceso chileno, en Perú lo mueven organizaciones de base.

Ahora bien, volviendo a las manifestaciones de diciembre, estas tuvieron su punto de partida en movilizaciones convocadas por la Asamblea Nacional de los Pueblos (ANP) para el 7 de diciembre de 2022, fecha donde se debatiría la moción de vacancia a Castillo. Luego, se expandieron a nivel nacional. ​Con el pasar de los días, la intensidad de las manifestaciones aumentaron, registrándose enfrentamientos entre la fuerza pública y los manifestantes, lo que motivó que el gobierno declarara el estado de emergencia, inicialmente en las zonas con mayores enfrentamientos, aunque luego se extendió a nivel nacional. La primera declaratoria de emergencia se dio el 12 de diciembre, tras los incidentes en Apurímac (donde se reportaron los primeros fallecidos), expandiéndose a nivel nacional el 14 de diciembre. Y el resto es Historia… en proceso.

Si uno se fija con meticulosidad y compara El estallido social de Chile de octubre del 19 con Las Protestas en Perú en diciembre del 22, encontrará algo que distingue primordialmente al proceso peruano: la existencia de partes enfrentadas a través de organizaciones como lo eran de un lado de parte del Gobierno Peruano la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas, el Congreso de la República, y por otro lado la de Los Manifestantes de la Asamblea Nacional de los Pueblos, el Frente Agrario, el Frente Nacional de Transportistas, Organizaciones estudiantiles, Gremios mineros, etc. Y es que si bien ambos procesos, el peruano y el chileno, fueron violentos, en el caso peruano había una notable diferencia por contar con organizaciones que movieron y promovieron la lucha, mientras en Chile el proceso fue más disperso. Es decir en Perú existía y existe organización, y dónde hay organización hay Historia, y dónde hay partes organizadas enfrentadas, hay dialéctica. Y el proceso Constituyente peruano puede que tenga más futuro que el chileno que se ha empantanado por su propia desorganización original.

1825: lecciones de los decembristas rusos

Diciembre de 1825. La inesperada muerte del emperador Alejandro ha sumido a Rusia en la confusión. Entretanto la línea de sucesión había cambiado en secreto, de su hermano Konstantin a un hermano menor, Nicolás. Mientras tanto Nicolás lucha por hacer valer su derecho al trono imperial, una sociedad secreta de oficiales del Ejército se prepara para dar el paso: derrocar al zar e instaurar la República noventa años antes de Kérenski y Lenin. La mayoría de estos oficiales son veteranos de las guerras napoleónicas y ahora quieren una revolución política en Rusia, el fin del gobierno autocrático y la abolición de la servidumbre. El destino de su revolución se decidirá en un solo día de caos y violencia en las calles de San Petersburgo. Serán conocidos por el mes de su levantamiento… Los decembristas.

Más aún que Francia, Rusia es el país de la Revolución. Y la madre de todas las revoluciones rusas fue el movimiento decembrista de 1825. Ese año el emperador había muerto y la sucesión en Nicolás, su hermano menor, se había vuelto incierta. Es en ese momento que la Sociedad decembrista del Norte se apresura a realizar un golpe en San Petersburgo. Tienen poco tiempo, saben que apenas el Ejército que se reúne en la ciudad, dé su juramento de lealtad, todo habrá terminado. Aprovechando el vacío de poder los conjurados reúnen a las unidades que les son más leales y marchan a la plaza del Senado y se forman allí mientras esperan.

Pero la movilización se hace muy lenta, para cuando llegan a la plaza las unidades militares revolucionarias, el Senado ya ha jurado lealtad al nuevo emperador. En un principio todo es confusión entre los decembristas mientras demoran en llegar instrucciones. El pueblo vitorea a los sublevados. Están con la revolución, pero no hay una cabeza. Las órdenes demoran. Los senadores ya se han ido a su casa. El régimen reacciona y comienza a reunir fuerzas leales. En pocas horas las tropas del Emperador ya los han rodeado. Las tropas sublevadas no saben qué hacer. Pronto las fuerzas del régimen concentran cañones. Un primer disparo de fogueo, los sublevados no se mueven. Luego un segundo disparo arriba de las cabezas de la formación sublevadas llega a alcanzar a la multitud civil detrás. Después un último disparo, y la formación se deshace, los decembristas intentan cruzar el río helado, pero este se quiebra. Finalmente la revolución se ahoga antes de empezar.

De inmediato comienza la represión

Miles de detenidos. Juicios sumarios. Se descubre un intento de asesinar al Emperador. Resultado: cientos son deportados a Siberia. Solo cinco son condenados a muerte. Se les cuelga, pero la soga de tres de los condenados se rompe. Uno de estos llegará a decir: “Qué país tan miserable, ni siquiera pueden colgarnos correctamente”. Se los vuelve a subir al patíbulo y está vez la soga no se rompe.

Lo más extraño de estos sucesos es que el mismo Emperador fue a la plaza durante el levantamiento, sin saber que era un levantamiento. Él mismo le dirá a su hermano: “Lo más sorprendente de esta historia es que no nos dispararon ni a tí ni a mí”.

Un héroe de Ayacucho olvidado:

Hay otro prócer de nuestra independencia a quien hemos olvidado y hoy aprovecho en recordar, y que en nuestro caso es un vaso comunicante con la historia de los decembristas: el coronel ucraniano Mykháylo Skybýtskyi, conocido como Miguel Rola. Él fue un joven teniente de la guardia imperial rusa y miembro de las sociedades secretas de oficiales decembristas. Pero antes del levantamiento del 14 de diciembre de 1825, Rola viajó de incógnito a Inglaterra y de ahí a Sudamérica. Allí recibiría la orden de Sucre , quien ya estaba en Perú, de incorporarse inmediatamente al ejército libertador.

Sucre lo asignó al Estado Mayor del general Agustín Gamarra. El 9 de diciembre de 1824, en la pampa de la Quinua, se libró la batalla de Ayacucho, dónde Rola ganó una herida en el brazo izquierdo, los despachos de capitán y una condecoración.

Posteriormente tuvo una importante actuación en Venezuela, ascendiendo a coronel y asesor del presidente de la República, general José Antonio Páez. En 1831 fue enviado a Europa. Pero la nostalgia le ganó, visitó su tierra natal y fue identificado como decembrista y apresado por los rusos que no perdonaron sus ideales republicanos. Murió en 1847, como nuestro Zela, en una prisión, pero de la autocracia imperial rusa. Un busto en el distrito de Comas, en la ciudad de Lima, honra la memoria del primer decembrista del Perú.

Perú tiene mucho que aprender de su propia historia, y de la historia universal de la que es parte. Los procesos históricos requieren organización y liderazgo. La experiencia decembrista rusa puede ofrecernos lecciones. Como los rusos de 1825, contra la servidumbre siempre, y abajo la autocracia que ahora tiene la forma de una Constitución que ya dió todo lo bueno que tenía, y que ahora se ha convertido para algunos fanáticos en su Corán y para el resto en una amenaza para la paz social a corto plazo y para la seguridad nacional a largo plazo. Porque un peruano en promedio nace y muere dentro del marco de cuatro constituciones. Las Constituciones están en función del tiempo y no el tiempo en función de estás. Si una Constitución es mantenida a la fuerza y fuera de su espacio tiempo histórico, lo que se sacrifica es la paz social y la seguridad de la República. Y ninguna Constitución puede estar por encima del sentido común. Por eso aprender y liberarnos de la servidumbre a un texto que ya cumplió, y a la tiranía autocrática de quienes la sostienen a costa de la salud pública de nuestra República.

Solo recordar que entre los sublevados decembristas rusos corría un catecismo Revolucionario en 1825. En una de sus partes decía:

“Pregunta: ¿Qué ordena nuestra sagrada ley al pueblo y al ejército rusos?

Respuesta: Arrepentirnos de nuestra larga servidumbre y enfrentarnos a la tiranía y la maldad, jurando que en el cielo y en la tierra habrá un solo Emperador: Jesucristo.”

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Hans Alejandro Herrera
Hans Alejandro Herrera
Consultor editorial y periodista cultural, enfocado a autoras latinoamericanas, Chesterton y Bolaño. Colaborador de ContraPunto
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