En este 14 de julio, Día del Médico, trato de mantener mi cordura y no escribir conceptos que puedan herir susceptibilidades pero se me hace muy difícil. Es muy doloroso observar a tantos compatriotas morir en tan pocos días. Más doloroso cuando se trata de colegas médicos, enfermeras, técnicos y empleados del sistema de salud en general. Escuchar las desgarradoras historias de personas que no tuvieron la suerte de acceder a un mínimo cuidado del Sistema Nacional de Salud provocan una mezcla de coraje, frustración e indignación, observando además entre risa y tristeza un elefante blanco llamado pomposamente “Hospital El Salvador” nombre demasiado grande para un monumento a la improvisación y a la ineptitud.
Mis colegas y empleados de salud que han caído en la lucha contra la pandemia han superado el nivel de héroes; han sido mártires, víctimas de un sistema que no tuvo la menor idea de cómo se enfrenta una epidemia y encima de ello se les negó el equipo necesario para poder cumplir con su deber con el mínimo riesgo posible. Murieron cumpliendo con su vocación de servicio enfrentando cara a cara no solamente al virus y a la muerte sino a la actitud soberbia, negligente, imprudente e inexperta de una administración sanitaria que hace caso omiso de su misión constitucional de salvaguardar la vida y la salud de los ciudadanos, sobre todo aquellos que salvan vidas exponiendo la de ellos. Sus nombres deben quedar para siempre en nuestra memoria.
Espero que este día el presidente y el ministro y cualquier funcionario del actual ejecutivo mejor guarden un respetuoso silencio en lugar de emitir una hipócrita felicitación o un reconocimiento para nuestros colegas que han ofrendado su vida para tratar de minimizar los crasos errores cometidos por el gobierno en el manejo de esta emergencia. Sus condolencias o expresiones de solidaridad solo agregan limón a nuestras heridas.
La experiencia nos enseña que los médicos solamente son considerados héroes en situaciones de catástrofes como las epidemias o terremotos. Pasados esos eventos vuelven nuevamente a ser condenados a la ignominia y el desprecio, hasta el punto de convertir al personal de salud en los chivos expiatorios de un ineficiente sistema de salud responsable de los malos resultados en algunos pacientes y que traen consigo demandas por supuesta mala praxis que el médico u otro trabajador debe enfrentar solo.
Es inevitable recordar las acusaciones de “comunistas” cuando el gremio médico luchó por mejores condiciones de trabajo y en contra de la privatización de los servicios durante los gobiernos de Arena. Estas acusaciones se transformaron a “reaccionarios y títeres de la derecha” en los tiempos del FMLN y dentro de poco habrá que enfrentar las amenazas del Su Excelencia contra “…los demás (empleados de salud), los que sienten que están siendo explotados, dejen inmediatamente sus plazas… ya que hay decenas de miles de profesionales buscando una oportunidad” (Fragmento del discurso de Bukele en ocasión de los primeros 100 días de su mandato). ¿Será que estas decenas de miles están trabajando ahora en el flamante Hospital El Salvador?
El médico sigue esperando una verdadera reforma del sistema de salud que priorice la calidad en vez del volumen de la atención, proveyendo de los recursos necesarios y de suficiente calidad para ello; que garantice una cantidad suficiente de personal para que no se trabaje en un estresante y hostil que genera estados de aprehensión y estrés que afectan a la mente más equilibrada. Es necesario mencionar que muchos profesionales, sobre todo enfermeras, trabajan dobles jornadas para satisfacer medianamente sus necesidades familiares.
Los médicos no somos héroes sino profesionales con sensibilidad social y, salvo las deshonrosas excepciones de la regla, no se forma para hacerse millonario por el ejercicio de la profesión. La memora de los salvadoreños es demasiado corta como para hacerme la ilusión de que el concepto de héroes para nuestros médicos y profesiones afines prevalezca por mucho tiempo y de que se revalúe su trabajo con el objeto de que reciban un salario digno, entendiéndose por “digno” aquel salario que te ayude a llevar una vida razonablemente cómoda para un profesional que se ha preparado durante 8 a 15 años para brindar sus servicios a través de un sistema de salud precario, ineficiente, fragmentado, poco accesible e inequitativo y de remate políticamente instrumentalizado durante las casi permanentes campañas electorales.
Este 14 de Julio es para guardar luto, no para felicitaciones ni celebraciones.