Creer que únicamente con ejercer el derecho al sufragio se contribuye a fortalecer la real Democracia, es grave error. Y ese error es más grave aún, cuando se ha participado como candidato y se ha ganado una elección. Desafortunadamente, algunos políticos. por ignorancia o malicia o por ambas, al llegar al poder -y por esa única razón- se auto nombran demócratas, sin serlo.
No basta decirse demócrata, hay que parecerlo. Entender esto permitiría aproximarse al significado de Democracia, definida como poder del pueblo (del Griego: Demos=Pueblo, Kratos= Poder; es decir, poder del Pueblo). Democracia, entonces, más que un concepto de forma, es un concepto de fondo; no es únicamente elecciones. No basta ir puntual a votar, elegir o ser electos; y, como consecuencia feliz, tener el derecho de actuar arbitrariamente y meter la mano al antojo en las arcas del pueblo.
Haber obtenido mayoría de votos un candidato, no se debe a que se le ha considerado el más demócrata; o que subir a la más alta magistratura y convertirse en el primer mandatario es tener -por obra y gracia de la Democracia- el poder absoluto; al contrario, es una responsabilidad y obligación de servicio: mandatario es el que hace el mandado; es decir, el que debe obediencia y respeto al mandante: en este caso, el pueblo.
Pero aquí por tradición, se da la espalda a este concepto. Algunos políticos, de la más nefasta acción antidemocrática, promueven la corrupción, y otras prebendas y privilegios, creyéndose, erróneamente, los ungidos de la Democracia, por un hálito divino. Y lo peor, para que resplandezca con más brillo “su” Democracia, bañan su corrupción con vinos de impunidad.
Sin embargo, los tiempos cambian y los pueblos despiertan. Y sabiendo que en el país la honestidad y la capacidad son un estorbo, las posibilidades de aspirar y lograr una real Democracia resultan casi nulas. Y conocidas de algunos ansias de poder “a como dé lugar”, las la cuestión es peor. En el actual contexto pre electoral, pobre favor le hacen a la Democracia y al país los tradicionales esquemas eleccionarios; sobre todo, cuando algunos poderes fácticos y otros elementos, contribuyen a atentar contra la Democracia.
Como siempre, no faltan dirigentes y activistas de los partidos políticos, que consideran enemigos e insultan a sus opositores; empresarios temerosos de un nuevo sistema que pueda afectarles su esquema socio-económico; analistas políticos juzgando a priori, y descalificando sin mayor análisis, a candidatos que no son de su simpatía; algunos presentadores de TV volviéndose los entrevistados y tomando partido, al opinar en un debate político; y, entre otros factores, algunos medios de comunicación que al sano periodismo lo vuelven activismo político. No hay ningún problema si periodistas y medios se identifican como voceros de una ideología o de un sector determinado (en el país existen radioemisoras y algunos semanarios). Las grandes empresas periodísticas tienen todo el derecho de publicar lo que deseen, de acuerdo con su criterio ideológico y línea editorial; pero, de eso a autonombrarse veraces, objetivos e independientes, pues claro que no les va…
Desgraciadamente, lo anterior es una negación inevitable a las aspiraciones ciudadanas. Sin embargo, mucho podría contribuir a superarla el componente político (partidos y militantes partidarios) toda vez que en un giro prometedor, sincero e incondicional, asuman el verdadero compromiso ante el pueblo, dejando atrás, la ambición personal y partidaria, que es la que hasta hoy, según la percepción popular, les ha impulsado a militar en la política. Esa sería verdadera actitud de cambio y verdadero respiro patriótico para el país, víctima de tanto perjuicio de sus gobernantes, en las últimas décadas.
Ojalá que el tiempo, y el pueblo mismo, orienten la rectificación y, en adelante, dentro del concepto Democracia, las elecciones y los cargos obtenidos por esa vía, se consideren apenas un componente y que entren en juego las verdaderas condiciones que permitan el poder del pueblo para el pueblo, los pesos y contrapesos políticos y, sobre todo, la máxima expresión de amor desinteresado a la Patria, más allá de los simples simbolismos y las expresiones demagógicas.