sábado, 13 abril 2024
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Democracia: no son solo elecciones

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Creer que únicamente con ejercer el derecho al sufragio se contribuye a fortalecer la real Democracia, es grave error. Y ese error es más grave aún, cuando se ha participado como candidato y se ha ganado una elección. Desafortunadamente, algunos polí­ticos. por ignorancia o malicia o por ambas, al llegar al poder -y por esa única razón- se auto nombran demócratas, sin serlo.

No basta decirse demócrata, hay que parecerlo. Entender esto permitirí­a aproximarse al significado de Democracia, definida como poder del pueblo (del Griego: Demos=Pueblo, Kratos= Poder; es decir, poder del Pueblo). Democracia, entonces, más que un concepto de forma, es un concepto de fondo; no es únicamente elecciones. No basta ir puntual a votar, elegir o ser electos; y, como consecuencia feliz, tener el derecho de actuar arbitrariamente y meter la mano al antojo en las arcas del pueblo.

Haber obtenido mayorí­a de votos un candidato, no se debe a que se le ha considerado el más demócrata; o que subir a la más alta magistratura y convertirse en el primer mandatario es tener -por obra y gracia de la Democracia- el poder absoluto; al contrario, es una responsabilidad y obligación de servicio: mandatario es el que hace el mandado; es decir, el que debe obediencia y respeto al mandante: en este caso, el pueblo.

Pero aquí­ por tradición, se da la espalda a este concepto. Algunos polí­ticos, de la más nefasta acción antidemocrática, promueven la corrupción, y otras prebendas y privilegios, creyéndose, erróneamente, los ungidos de la Democracia, por un hálito divino. Y lo peor, para que resplandezca con más brillo “su” Democracia, bañan su corrupción con vinos de impunidad.

Sin embargo, los tiempos cambian y los pueblos despiertan. Y sabiendo que en el paí­s la honestidad y la capacidad son un estorbo, las posibilidades de aspirar y lograr una real Democracia resultan casi nulas. Y conocidas de algunos ansias de poder “a como dé lugar”, las la cuestión es peor. En el actual contexto pre electoral, pobre favor le hacen a la Democracia y al paí­s los tradicionales esquemas eleccionarios; sobre todo, cuando algunos poderes fácticos y otros elementos, contribuyen a atentar contra la Democracia.

Como siempre, no faltan dirigentes y activistas de los partidos polí­ticos, que consideran enemigos e insultan a sus opositores; empresarios temerosos de un nuevo sistema que pueda afectarles su esquema socio-económico; analistas polí­ticos juzgando a priori, y descalificando sin mayor análisis, a candidatos que no son de su simpatí­a; algunos presentadores de TV volviéndose los entrevistados y tomando partido, al opinar en un debate polí­tico; y, entre otros factores, algunos medios de comunicación que al sano periodismo lo vuelven activismo polí­tico. No hay ningún problema si periodistas y medios se identifican como voceros de una ideologí­a o de un sector determinado (en el paí­s existen radioemisoras y algunos semanarios). Las grandes empresas periodí­sticas tienen todo el derecho de publicar lo que deseen, de acuerdo con su criterio ideológico y lí­nea editorial; pero, de eso a autonombrarse veraces, objetivos e independientes, pues claro que no les va…

Desgraciadamente, lo anterior es una negación inevitable a las aspiraciones ciudadanas. Sin embargo, mucho podrí­a contribuir a superarla el componente polí­tico (partidos y militantes partidarios) toda vez que en un giro prometedor, sincero e incondicional, asuman el verdadero compromiso ante el pueblo, dejando atrás, la ambición personal y partidaria, que es la que hasta hoy, según la percepción popular, les ha impulsado a militar en la polí­tica. Esa serí­a verdadera actitud de cambio y verdadero respiro patriótico para el paí­s, ví­ctima de tanto perjuicio de sus gobernantes, en las últimas décadas.

Ojalá que el tiempo, y el pueblo mismo, orienten la rectificación y, en adelante, dentro del concepto Democracia, las elecciones y los cargos obtenidos por esa ví­a, se consideren apenas un componente y que entren en juego las verdaderas condiciones que permitan el poder del pueblo para el pueblo, los pesos y contrapesos polí­ticos y, sobre todo, la máxima expresión de amor desinteresado a la Patria, más allá de los simples simbolismos y las expresiones demagógicas.

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Renán Alcides Orellana
Renán Alcides Orellana
Académico, escritor y periodista salvadoreño. Ha publicado más de 10 libros de novelas, ensayos y poemas. Es columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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