viernes, 13 diciembre 2024
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Debemos aprender de Namibia

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El Banco Mundial clasifica a Namibia como un paí­s de ingreso medio alto, pero las autoridades insisten en que su paí­s es, en los hechos, un paí­s en desarrollo.

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WINDHOEK ““ Situada al medio entre Angola y Sudáfrica, Namibia sufrió muchí­simo durante la larga lucha contra el apartheid. No obstante, desde que logró su independencia de Sudáfrica en el año 1990, este paí­s de 2,4 millones de personas ha logrado enormes avances, especialmente durante el último par de años.

Una razón de gran peso para el éxito de Namibia ha sido el enfoque adoptado por el gobierno en cuanto a la educación. Si bien las personas en los paí­ses avanzados consideran la educación primaria y secundaria gratuita como algo normal y corriente, en muchos paí­ses pobres, la educación secundaria, e incluso las escuelas primarias, requieren del pago de una matrí­cula. De hecho, los gobiernos a menudo recomiendan imponer el pago de una matrí­cula como una forma de “recuperación de costos”. En Namibia, sin embargo, la enseñanza primaria pública es gratuita; y, a partir del año escolar en curso, la educación pública secundaria también lo es.

Del mismo modo, el gobierno de Namibia es proactivo en otros aspectos importantes. Los esfuerzos de erradicación de la malaria han reducido los casos anuales en un 97% en aproximadamente una década. Resistiendo la tendencia mundial sobre un aumento de la desigualdad, el coeficiente de Gini de Namibia (la medida estándar de la desigualdad en la distribución del ingreso) se ha reducido en alrededor de 15 puntos desde el año 1993 (sin embargo, se debe puntualizar que este paí­s tení­a uno de los niveles más altos de desigualdad en el mundo). Y, la tasa de pobreza se redujo a la mitad, del 69% en 1993 a menos del 30%; además, la pobreza extrema (el número de personas que viven con menos de $1.90 al dí­a) disminuyó en un nivel similar, desde un nivel algo menor al 53% a menos del 23%.

Namibia también tiene la calificación más alta de África según Reporteros sin Fronteras en lo que se refiere a libertad de prensa ““ situándose muy por delante de Estados Unidos y otras economí­as ricas. El paí­s también cuenta con calificaciones favorables ““ entre las más altas en África ““ en cuanto al índice de Percepción de la Corrupción (IPC) que prepara Transparencia Internacional.

A pesar de que los precios de las materias primas han estado cayendo, Namibia ha logrado mantener un fuerte crecimiento del PIB ““ se estima un 4,5% en el año 2015, tras un crecimiento promedio de casi el 4,2% a partir del año 1991 hasta el 2014. Al mismo tiempo, su ratio deuda-PIB, que se encuentra en un nivel aproximado del 25%, es menos de un tercio del ratio de deuda de Europa o EE.UU.

Por supuesto, Namibia tiene sus problemas. La tasa de desempleo, al menos cuando se la mide de manera convencional, continúa siendo obstinadamente elevada, ubicándose en casi el 28%. Y, al igual que otros paí­ses de la región, se enfrenta a un alto nivel de VIH/SIDA ““ casi el 17% de la población es seropositiva.

El Banco Mundial clasifica a Namibia como un paí­s de ingreso medio alto, pero las autoridades insisten en que su paí­s es, en los hechos, un paí­s en desarrollo. Namibia tiene ciertamente algunas de las dificultades que asociamos con las economí­as menos desarrolladas. Tiene que desarrollar un paí­s árido y con una extensión muy grande, y que tiene una población pequeña. Esto incluye  comunidades aisladas en el desierto compuestas por cazadores-recolectores nómadas, quienes de alguna manera deben integrarse en una sociedad moderna sin perder su identidad.

La integración de las personas que hace un cuarto de siglo estaban al margen de la economí­a mundial serí­a una tarea enorme para cualquier paí­s. Para Namibia, es aún más difí­cil: ya que al igual que cualquier otro paí­s del mundo, también enfrenta cara-a-cara los efectos del cambio climático.

No obstante, Namibia ha tomado estos problemas con templanza, a medida que crea una economí­a diversificada y una sociedad cohesionada. Sorprendentemente, las facciones polí­ticas rivales de la época de la lucha por la libertad del paí­s se han unido para trabajar por el bien común.

De hecho, Namibia proporciona atención médica de bajo costo no sólo para sus propios ciudadanos, sino también para los de sus vecinos. Entre 15 a 20% de las consultas de atención de salud en el norte de Namibia las realizan ciudadanos angoleños. El gerente del hotel donde nos alojamos, justo al otro lado de la frontera, enví­a regularmente un pequeño bote a través de un rí­o infestado de cocodrilos para traer a angoleños que desean comprar provisiones en la sala comedor del hotel o desean realizar consultas a trabajadores de salud de Namibia.

Nadie en Namibia habla de construir un muro entre su paí­s y sus vecinos pobres y corruptos. Por el contrario, los namibios con los que hablamos entienden que no pueden escoger quienes son sus vecinos, así­ que lo mejor es trabajar con ellos para compartir los escasos recursos hí­dricos, cooperar con los esfuerzos regionales de salud, fomentar la inversión y realizar intercambios de estudiantes.

Además, el gobierno de Namibia sabiamente ha entendido que los recursos naturales abundantes pueden convertirse de manera fácil en una maldición, enriqueciendo a unos pocos a expensas de muchos. Las autoridades saben que a menos que la riqueza natural de Namibia se invierta en infraestructura y en la capacidad productiva de su población, el agotamiento de los recursos va a dejar al paí­s más pobre, no más rico. También saben que serí­a irresponsable no recolectar y aprovechar para los namibianos la mayor cantidad posible de los beneficios provenientes de los recursos del paí­s, y por ello están reconsiderando las leyes de inversión y están revisando los contratos mineros, de manera que estos instrumentos garanticen lo antedicho.

La transparencia es crucial en este proceso, por lo que un fuerte apoyo del gobierno a la libertad de prensa es de suma importancia. Tal como el presidente Hage Geingob nos dijo, la prensa suele decir cosas que a él no le gustan. Pero, después de haber luchado por la libertad con la Sudáfrica del apartheid, Geingob señala que Namibia debe defender las libertades que se conquistaron. Además, Geingob reconoce cómo la transparencia lo protege de las demandas de favores de grupos corporativos y grupos con otros intereses.

No todos los recursos clave de Namibia son finitos. Algunos ““ como ser la pesca ““ son renovables, y el gobierno está trabajando muy fuerte para preservar y mejorar dichos recursos. Lo más importante, a diferencia de la mayorí­a de las otras economí­as dependientes de recursos, se ha logrado diversificar la economí­a ““ hasta el punto de que los servicios representan más del 60% del PIB, con el turismo encabezando la lista. Cada año, más de un millón de turistas extranjeros visitan el paí­s.

Eso no es sorprendente. Namibia es uno de los lugares más bellos del mundo, y su población cultiva su medio ambiente y protege a sus animales. Hace aproximadamente 100 años, los colonizadores ““ el “1%” de aquel tiempo ““ disfrutaron de la caza deportiva y diezmaron a la población de rinocerontes y elefantes. Ahora los cientí­ficos locales traen animales a la Costa de los Esqueletos y a otras partes del paí­s. Irónicamente, parte del financiamiento para estas actividades proviene del actual 1%, que realiza donaciones a favor de la causa.

Namibia muestra que incluso los paí­ses que comienzan con serias desventajas ““situaciones extremas de racismo, colonialismo, desigualdad y subdesarrollo ““ pueden trazar un camino hacia la prosperidad compartida. Sus logros merecen reconocimiento internacional ““ y, merecen ser emulados.

Traducción de Rocí­o L. Barrientos.

Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de economí­a, es profesor universitario de la Universidad de Columbia y economista en jefe de la Institución Roosevelt. Su libro más reciente es  Rewriting the Rules of the American Economy. Anya Schiffrin es la directora del Programa de comunicaciones y medios de comunicación en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia.

© Project Syndicate 1995″“2016

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Joseph E. Stiglitz
Joseph E. Stiglitz
Joseph Eugene Stiglitz es un economista y profesor estadounidense. Recibió la Medalla John Bates Clark y fue laureado con el Premio Nobel. Columnista de ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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