Casi 9 años han pasado desde que el FMLN ganó las elecciones presidenciales con Mauricio Funes, 17 años posterior a los Acuerdos de Paz, en los que la entonces guerrilla decidía incorporarse al “sistema democrático” vigente de la época, situación marcada internacionalmente por la caída del muro de Berlín y por el agudizamiento de las reformas neoliberales; e internamente por el nacimiento/reestructuración de un conjunto de instituciones infiltradas y controladas por la oligarquía salvadoreña más recalcitrante, instituciones que los Acuerdos no pudieron permear totalmente.
Así, muchos y muchas panfleteábamos con la idea de tener el primer gobierno de izquierda de El Salvador, ondeando la bandera roja, pero teníamos claro que el camino al Ejecutivo llevó un proceso de amplias alianzas, empezando con mismo candidato; sumado a la asignación de cuotas con una retahíla de personajes que hasta entonces estaban lejanos a los idearios fundacionales del Frente y en algunos casos, con mucha cercanía a la gran empresa privada; concluíamos entonces, que el Frente solo tendría control sobre una parte del aparato burocrático, y que tendría que moverse cuidadosa y calculadamente y que dichas alianzas tendrían costos asegurados.
En 2014 se repite la victoria del FMLN, con un candidato interno: Sánchez Cerén, sin embargo, el contexto no había cambiado tanto, el Frente mantenía una amplia alianza, aunque ahora, algunos ministerios claves pasan a ser administrados por alguien de “la casa”, pero otros ministerios y otras instancias seguían siendo cuotas.
La necesidad de las alianzas encuentra su explicación, por un lado, en un país en el que la mayor parte de la población vota históricamente a la derecha, tanto para las legislativas, en los que actualmente ARENA, PDC, PCN y GANA tienen mayor número de curules en la Asamblea (51/84), así como para las municipales en la que el FMLN solo gobierna en 86 (33%) de los municipios. Y por otro lado, recibiendo un Estado debilitado, producto del saqueo constante de los gobiernos anteriores, y particularmente por las reformas neoliberales de los 80´s y 90´s en las que el Estado perdió gran parte de su “poder hacer”; y finalmente, recibiendo los efectos de una escalada de intervencionismo en la región, en los que el uso de las instituciones judiciales en defensa de los intereses de los grupos de poder se ha vuelto habitual.
El análisis de las alianzas es necesario para entender lo que Z. Bauman señala: la diferencia entre Política: “la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse"; y Poder: “ser capaz de hacer cosas".
Las alianzas es un tema que generalmente no se toca, y se suele observar al ejecutivo y al mismo FMLN como unas especies de monolitos íntegros que se mueven a un mismo son, sin embargo la evidencia muestra lo contrario, las luchas de poder, tanto dentro como fuera de sí, generan negociaciones constantes, ceder y renegociar; las negociaciones se extienden además en el ámbito geopolítico respondiendo a la constante injerencia externa. Dichas alianzas han llevado tras de sí, la inevitable decisión de ceder y/o posponer.