Su amor por el baile la llevó a levantarse de la silla de ruedas en la cual estuvo postrada a temprana edad. El milagro atribuido a la Virgen María cambiaría la historia de la danza folklórica salvadoreña. Su piel morena, ojos color café y cuerpo esbelto reflejaban sus raíces Nonualcas.
Morena Guadalupe Celarié Noruega nació el 20 de abril de 1922 en el barrio San Jacinto del departamento de San Salvador. A los cuatro años la talentosa niña se sumergiría en el mundo de la danza. Sus grandes dotes artísticos le permitieron obtener una beca en 1950. Realizó sus estudios en el Palacio de las Bellas Artes bajo la especialización de técnicas coreográficas en la Ciudad de México.
Para los conocedores de la maestra, su arte no solo vino revolucionar el baile sino también ayudó al rescate de la identidad y tradiciones de los pueblos en el país.
Fue así como en 1932 un hecho histórico marcaría no solo El Salvador sino también la influencia artística de Morena. La masacre indígena realizada en aquel momento la llevaría a representar todo aquello que quisieron exterminar.
Para Rossana Rojas, integrante del Ballet Folklórico Nacional, toda la técnica de la danza folklórica se debe a la inspiración de Morena Celarié por el rescate a la memoria histórica de lo ocurrido en 1932, y discriminación de las tradiciones indígenas.
El Folklore viene del Folk (pueblo) y Lore de (tradición) siendo su traducción: la tradición del pueblo. Para el maestro Vicente Aguiluz quien fuese la primera pareja de baile de Celarié el amor de Morena por el rescate a lo nuestro lo representa por medio de la estética y peculiaridad de cada danza creada por la maestra.
“Ella vino a descubrir lo que estaba enterrado. Morena fue la principal autora de la ruta del Folklore”, expresó Vicente Aguiluz.
Cada martes Celarié y su grupo folklórico de aquel momento se dedicaron a resaltar los bailes que mostraban dichas costumbres. Esto la llevó a ser pionera del primer gremio de ballet folklórico en el Instituto Salvadoreño de Turismo (ISTU).
“Bailemos lo nuestro” era el lema de la maestra Celarié; su coreografía inspirada en las tradiciones, flora y fauna cuscatleca la llevó a crear diversas danzas.
Entre las coreografías montadas por Morena Celarié está la emblemática “Suaca”, dicha pieza creada por el maestro Cándido Flamenco era no solo el fingimiento de un amor, sino tambien era un sonido inspirado a un toque de corneta (escuchado por todo Centroamérica) tras la guerra de El Salvador y Guatemala en 1814. El silbido significaba la llegada de las tropas a los pueblos.
Asimismo bailes como el Torito Pinto, Los Cumpas, El Barreño, el Son del Machacaleño, El Carbonero y El Día de la Cruz, fueron de su autoría.
El ritmo del baile folklórico no fue lo único que caracterizó a la maestra. Su vestimenta también representaba las prácticas de los pueblos; Morena Celarié siempre vistió de blanco y con un escapulario de la Virgen del Carmen el cual ahuyentaba a los malos espíritus.
Durante el transcurso de su carrera como maestra del baile, se le reconoció con la fundación de la primera Escuela Nacional de Danza Morena Celarié para el estudio del baile folklórico y contemporáneo en 1951.
Para la artista corporal, Alexia Miranda, el aporte de la maestra Celarié debe ser dignificado pues hoy en día existe un descuido hacia los artistas y la danza, lo cual, genera el poco apoyo y sustento monetario.
En la actualidad a pesar de la lucha por el rescate de la danza folklórica, no se cuenta con las condiciones económicas necesarias para impulsarla. Para los maestros y bailarines, las autoridades encargadas del espacio cultural tienen muy descuidada esta área.
A 65 años de la creación de la Escuela Nacional de Danza Morena Celarié y a 94 años de su natalicio, el legado de la maestra aún sigue vivo en los pasos de jóvenes, estudiantes, niños y niñas que apuestan por el baile para la recuperación de la memoria histórica.
Por: Wendy Hernández