Independientemente de que a la hora de publicarse esta columna, la elección de los cinco Magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) se haya realizado o no, la mala huella de irrespeto al orden constitucional, por parte de la Asamblea Legislativa, además de la justa indignación ciudadana, será de inevitable cuestionamiento político y hasta de posibles procesos sancionatorios.
Y no puede ser de otra manera, porque de nuevo el incumplimiento del plazo constitucional en la elección de los Magistrados, no solo representa desobediencia político-jurídica, sino también -y esto es lo más indignante y reprochable- total irrespeto a la dignidad e inteligencia de los salvadoreños, especialmente de los electores que un día confiaron en las promesas de los diputados que hoy, nuevamente, les defraudan.
Ningún ciudadano honesto puede creer ya la cantaleta de que la demora se ha debido -otra vez- a que se buscan los “perfiles idóneos” y las ejecutorias de los candidatos, únicamente para “beneficio del país”. Eso es un chiste de mal gusto. La realidad es que, a toda costa y como siempre, los debates van tras las cuotas de poder a su conveniencia; cutas que un día les permitirán encubrir y no descubrir sus fallas socio-jurídicas y sus malos manejos administrativos, presentes y pasados.
Todos los grupos parlamentarios afirmando -desde ya hace días- “estar listos” con sus votos, ha sido otro chiste sin gracia. ¿Qué ha detenido, entonces, la elección? Sencillo, no ha funcionado a satisfacción el “me das, te doy”, pues el candidato de un partido -sea idóneo y honesto o no- no agrada a otro partido. Entonces, ¿el incumplimiento del plazo es debido a la insatisfacción de unos contra otros, por las cuotas partidarias? Bueno, sí pero no…
Y aquí, no solo están involucrados los mal llamados “partidos grandes”. Los bien llamados “pequeños” (por enanismo político), aunque matizan sus actitudes con el “yo no fui” -como Pilato moderno- también son parte del juego. Ahí, bajo la mesa, en cuchicheo constante esperan lo suyo, cuando al sacudir el mantel algo caiga al piso. Además, como ente colegiado, hay responsabilidad solidaria de los 84 diputados; es decir, responsabilidad compartida, ante este nuevo desaguisado legislativo. Y a todos (los 84), el pueblo, indistintamente, les pasará la factura.
Pagarán justos por pecadores, porque que los hay diputados honrados y capaces, los hay. Sin embargo, la imagen que se tiene de los políticos en general, es negativa. Hasta ahora, unos más que otros -ídolos de barro de hoy y siempre- han metido la mano en la cosa pública, con los peores efectos para la economía nacional y contra el patrimonio personal de cada salvadoreño. En mala hora desoyeron la sentencia del poeta y patriota cubano José Martí: “A la Patria se le sirve y no se le toma para servirse de ella”…y se auto sirvieron.
Eso y más significan las cuotas partidarias que integran las instituciones públicas. Mal de ayer, de hoy y de siempre. Los salvadoreños sin mayor esfuerzo lo saben, porque conocen de sobra a algunas figuras políticas y sus malas acciones, las que, antes que promover la justicia y el bien común, les permiten aferrarse y mantenerse en el poder, para continuar gozando de prebendas y privilegios, en perjuicio total de la población.
Por hoy, la elección retrasada ha sido de los Magistrados de la CSJ. Ya vendrán otras y -según lo perciben los salvadoreños honestos y laboriosos- será igual cuando, próximamente, vuelva la aviesa intención de dar largas a la elección del Fiscal General, Magistrados de la Corte de Cuentas, Procuradores… Una percepción popular, más con ira que con temor, por las lamentables experiencias de siempre.
Esto será nuevamente grave. Si no se eligen legal, pronta y honestamente los funcionarios de segundo grado, irá para peor la situación del Estado de Derecho, Pero, aun cuando fuera satisfactoria la elección, quedarán como ahora el mal sabor de la inconstitucionalidad y la preocupación sobre futuras acefalías en el Sistema Judicial, por la nefasta práctica legislativa de las cuotas partidarias..
Será cuestión de voluntad política de los dirigentes ya conocidos, que sólo deponiendo la ambición de poder partidario y el criterio unilateral de “los míos sí, los tuyos no”, podrán contribuir a la real gobernabilidad y, sobre todo, recobrar la confianza y credibilidad del pueblo salvadoreño, las cuales, por ahora, están en un decreciente menos cero.