Siempre, a finales de año, me gusta leer las listas que presentan diversos medios sobre cuáles fueron los mejores libros publicados en el año. Fue así que, para el 2016, uno de los libros que presentó el New York Times fue la primera edición en español de los cuentos de la norteamericana Lucía Berlin, Manual para mujeres de la limpieza. Leer la descripción del Times me incentivó a conseguirlo. Lastimosamente en el país no lo encontré, tuve que encargárselo a una amiga que me lo trajo de México y me puse a leerlo con fruición.
Hace unos días lo terminé y puedo decir que es el mejor libro que he leído en lo que va del 2018. De igual manera me pregunté: ¿Dónde diablos se encontraba esta enorme cuentista? ¿Cómo era posible que esta escritora hubiera pasado desapercibida por el gran público?
Ocurre que Lucía Berlin, durante su vida, fue considerada una “escritora para escritores”, ese tipo de autores que admiran y leen otros escritores para conocer más del oficio o para descubrir aspectos que pueden servir para sus obras. De hecho, fue a insistencia del poeta Ed Dorm que decidió publicar sus cuentos. A partir de ahí publicó media docena de libros, en los que plasmó su propia vida, historias ambientadas en los distintos lugares en que vivió, recuerdos de su infancia, de sus tres matrimonios, de su adicción al alcohol y de los distintos oficios que realizó: enfermera, telefonista, profesora y empleada de limpieza.
Los cuentos de Lucía Berlin destilan humanidad en estado puro. Tienen una contundencia que dejan al lector conmocionado. Berlin tuvo la capacidad de hacer gran literatura historias que podían parecer nimias. Los cuentos de Manual para mujeres de la limpieza nos confrontan con situaciones de la vida misma: el dolor, la muerte, la generosidad, la alegría y las luchas cotidianas. En el relato Penas asistimos al viaje de dos hermanas a quien las ha unido el cáncer que padece una de ellas. Pasan días juntas y descubren que tienen tantas cosas en común que nunca imaginaron, son días de felicidad y unión a pesar de que la muerte está acechante: “Ahora estaremos siempre ahí, la una para la otra ─se le encogió el corazón al ver la dulzura, la confianza en la mirada de su hermana”.
También encontramos historias brutales como Carmen, en donde la escritora narra las vicisitudes de una mujer embarazada que tiene que conseguir droga para Noodles, su marido adicto a la heroína. A pesar del amor que la protagonista siente por su pareja, descubre con amargura que el sentimiento no es correspondido: “Supe con una certeza repugnante que siempre que tuviera que elegir entre los niños y yo o las drogas, Noodles elegiría las drogas”.
La escritora se nos muestra en este libro como una cuentista consumada; parte del vigor de su prosa está en el depurado manejo de las descripciones. Al leer sus cuentos uno realmente siente que está viendo, que está dentro de lo que está describiendo, como en Hasta la vista: “Una noche hacía un frío espantoso, Ben y Keith estaban durmiendo conmigo, con los monos de la nieve puestos. Los postigos batían con el viento, postigos tan viejos como Herman Melville. Era domingo, así que no había coches. Abajo en las calles pasaba el fabricante de velas, con un carro tirado por un caballo. Clop, clop. La gélida aguanieve siseaba contra las ventanas…”.
Lucía Berlin logra en sus relatos lo que un lector busca en una buena obra: Una vez se inicia la lectura de sus cuentos no se puede parar; acción tras acción y la cuidada yuxtaposición de las palabras justas, desembocan en finales contundentes, apasionantes y, en ocasiones, inesperados. Con Manual para mujeres de la limpieza Berlin se muestra como una gran exponente de la mejor tradición cuentística estadounidense.
Los cuentos que leemos en este libro atraviesan el corazón, son historias entrañables, en donde el amor, la bondad, pero también la tristeza y la aflicción aparecen diáfanas y potentes. En sus relatos describe de forma magistral la desolación, el acecho de la muerte, la tortura de las adicciones y el poder de la ternura. A pesar de la tardanza, Lucía Berlin es ya un clásico de la narrativa.