miércoles, 11 diciembre 2024

¿Cuánto sabemos del corredor seco centroamericano?

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De los 10,5 millones de personas que viven en el Trópico Seco centroamericano, el 60% sufre altos niveles de vulnerabilidad

¿Cuánta conciencia hemos generado en nuestro paí­s a estas alturas del siglo 21, sobre las consecuencias del cambio climático? De manera particular, cabe preguntarse, asimismo, ¿cuánto sabemos acerca del corredor seco centroamericano,  donde la sucesión acumulativa de eventos meteorológicos extremos ha empeorado la vulnerabilidad de las familias que habitan allí­, empujándolas a una compleja situación de inseguridad alimentaria?

De cualquier manera, esos territorios merecen toda nuestra atención, porque, aunque en teorí­a son 104 municipios los afectados en El Salvador, las necesidades de resiliencia son urgentes en amplias franjas aledañas pobladas por miles de pequeños productores agropecuarios que, ante los embates recurrentes de la sequí­a, van sufriendo el paulatino deterioro de sus condiciones de vida.

De los 10,5 millones de personas que viven en el Trópico Seco centroamericano, el 60% sufre altos niveles de vulnerabilidad, en El Salvador  son 600 mil familias las afectadas, y todas requieren de iniciativas urgentes que mejoren rápidamente y de forma sostenible sus capacidades locales de producción y adaptación, bajo un enfoque  de gestión integral del riesgo, para reducirlo gradualmente hasta eliminarlo.

Es muy bueno que ya se haya iniciado, sobre todo, porque los proyectos que se ejecutan en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, los cuatro paí­ses más vulnerables de la región, tensan la inter institucionalidad articulando sinergias e inversiones que favorecen tanto a los productores como a los territorios.

En El Salvador, el Ministerio de Agricultura y Ganaderí­a, junto a organizaciones sectoriales y otras entidades relacionadas, como las ong´s y las universidades, está trabajando en el mejoramiento de las prácticas de producción, adaptándolas a los requerimientos impuestos por los extremos climáticos, desarrollando en los productores mayores conocimientos para el manejo eficiente de las amenazas, tanto de sequí­a como de exceso de lluvia, en territorios donde su gente enfrenta situaciones cada vez más graves como la degradación progresiva de los suelos y la subsecuente reducción o pérdida de la producción agropecuaria.

Por ello, el corredor seco centroamericano es un territorio que exige una acción a múltiples escalas, a nivel regional, nacional y territorial, considerando que abarca en su conjunto una proporción sustancial de la población tanto rural como urbana de Centroamérica. Es importante también, porque este territorio alberga un importante conglomerado de ecosistemas donde se realiza actividades productivas, de transformación y de transporte, muy relevantes para las economí­as de cada uno de los paí­ses.

La participación de las comunidades rurales en la ejecución de los proyectos está resultando uno de los elementos más acertados, por lo que se va promover con mayores recursos la organización y la inclusión de las familias como el componente más dinámico del territorio, en completa armoní­a con los planes de las municipalidades, que dentro de un Proyecto Regional para el Corredor Seco Centroamericano, involucrará a la población, entidades nacionales, organismos regionales y agencias de cooperación internacional. Se trata de mejorar el conocimiento y la comprensión de la población sobre la situación actual en el corredor seco y las consecuencias que el cambio climático tiene sobre los medios de vida y su seguridad alimentaria, pero, también, se trata de informar y sensibilizar a los tomadores de decisiones, con datos y planes derivados de estudios, de una caracterización cientí­fica del corredor seco centroamericano, que relacione aspectos geográficos, climáticos, naturales, socioeconómicos y culturales.

¿Cuánto debemos enfocarnos en aprovechar las potencialidades y superar las limitaciones del corredor seco centroamericano? Sin duda, debemos enfocarnos todo lo posible, entendiendo que son los productores y productoras, sostenedores de la pequeña agricultura familiar dependiente de los granos básicos para subsistir, quienes necesitan urgentemente, que se les dote de las herramientas necesarias para que aprendan a lidiar con las sequí­as o con los excesos de lluvia, manteniendo a salvo su producción, su entorno medio ambiental, su familia y sus medios de vida.

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