viernes, 20 septiembre 2024
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Cuando sea sexagenario

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"En una edad no muy lejana, exactamente hoy, a un año de llegar a traspasar la frontera de la adultez, lo primero que haré es darle gracias a la vida por las maravillas obsequiadas diariamente": Gabriel Otero.

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Por Gabriel Otero.

En una edad no muy lejana, exactamente hoy, a un año de llegar a traspasar la frontera de la adultez, lo primero que haré es darle gracias a la vida por las maravillas obsequiadas diariamente, el sol, el cielo y los colores de las flores, el sueño y la vigilia, los pájaros y sus cantos de madrugada, la bendita clorofila y el verdor de la esperanza, el mar, la arena y la lluvia, y la palabra y su espléndido cultivo para iluminar relatos y poemas.

Agradeceré el cobijo de mi familia, amorosa y protectora, porque ella y él le dan sentido a todo lo hecho y lo que queda por hacer. Daré gracias también por estos 37 años de experiencia profesional, por la disciplina del verso y la facilidad de gestionar espacios y promover el arte y la cultura.

Y reconoceré a mis queridos antecesores porque por ellos existo, y platicaré con mi madre y escucharé música con mi padre, como tantas veces, y acompañaré a la abuela a su niñez y la mía, y en sueños estaremos juntos con mis hermanas y hermanos y la muerte se dormirá cansada de esperar.

Y estaré pleno y lúcido de la docena de libros escritos para reinventarme en la memoria y convertirme en un ser imaginario habitante de barrancos solo para oír el agua recorriendo las hojas hasta llegar a la raíz.

Y volveré a mi tierra a contemplar el volcán antes de su erupción, y recorreré el país para nadar en sus ríos y caminar en sus cañaverales y así buscar al Cipitío y a la Siguanaba y horrorizarme con sus carcajadas.

Y revisaré mi historia, cada uno tiene la suya, y me identificaré con los héroes y los villanos, porque todos fuimos uno u otro en diferentes etapas de esto que llaman vida.

Y mis amigos, los que siempre han estado ahí, los hermanos por convicción y no de sangre, los incondicionales que esperan para salir al recreo o beberse un trago, ellos son esa alegría bajo la sombra de un ahuehuete o de una ceiba, las vivencias colectivas ocultas en el recuerdo.

Y me ocuparé de cosas mundanas como sacar un carné y colgármelo en el cuello como cencerro para entrar gratis al transporte público y otras exclusividades propias de la calvicie y las canas.

Pero todo esto ocurrirá cuando sea sexagenario, exactamente hoy en un año, mientras disfrutaré mi juventud a los 59 años y montaré mi bicicleta para llegar y abrazar el universo y fundirme con él.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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