jueves, 18 abril 2024
spot_img
spot_img

¿Cuál es la Ruta?

¡Sigue nuestras redes sociales!

Nuestra ruta debe ser la de la defensa irrestricta de los derechos humanos considerando su dimensión política", sostiene Benjamín Cuéllar, ante las arbitrariedades a la #democracia y #derechoshumanos en Nicaragua y El Salvador.

spot_img

Por: Benjamín Cuéllar

“El hombre es lobo para el hombre”, sentenció el inglés Thomas Hobbes en su obra publicada hace 370 años: el “Leviatán”; once décadas después se conoció “El contrato social” de Juan Jacobo Rousseau. El primer texto planteaba, en esencia, que por naturaleza el ser humano podía hacer y deshacer sin importarle el resto del mundo; si alguien pretendía impedírselo, se lanzaba en su contra. Por su parte, el suizo formuló la necesidad de superar el caos generado en tales condiciones mediante la convivencia en sociedad fundada en un acuerdo del cual surge el Estado, en el que la población deposita su soberanía y el cual determina las “reglas del juego”. Que sirva lo anterior para arrancar esta reflexión acerca de lo que ocurre en El Salvador y Nicaragua.

El mencionado “contrato” funciona cuando se respetan la legalidad establecida y, por tanto, las instituciones encargadas para que eso ocurra. Pero cuando pasa lo contrario, ese Estado se convierte en el nuevo “leviatán”; en el monstruo “de grandes dimensiones y difícil de controlar”, según la combinación de sus dos significados. A eso se ha llegado en la tierra de Rubén Darío y rumbo a eso vamos acá en la de san Romero de América. En la primera de la mano del exguerrillero Daniel Ortega; en nuestro país, de la de Nayib Bukele. Pero para que este último se esté perfilando como tal el camino lo labraron los gobiernos encabezados por Alfredo Cristiani, Armando Calderón Sol, Francisco Flores, Antonio Saca, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén.

De Cristiani a Saca, los cuatro pertenecían a Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), desde la perspectiva de las mayorías populares no podía ni debía esperarse nada bueno en favor de los intereses y las necesidades de estas. Pero en el caso del otro par, postulado por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), hubo quienes durante sus gestiones vieron y tuvieron esperanzas de cambio en tal sentido. Yo no, porque conocía a los dos y al partido. Pero, independientemente de esto último, a final de cuentas terminaron defraudando a su fanaticada; por ello, no son pocos quienes ahora repudian esas administraciones autoproclamadas “populares” y “democráticas”.

Si durante estas se hubiera gestionado al menos medianamente bien el poder que les fue conferido a dichos mandatarios, trabajando con honestidad y transparencia, no estaríamos en la situación en la que estamos: siguiéndole los pasos a la impresentable pareja presidencial nica, Ortega y su esposa Rosario Murillo, impuesta por segunda vez al hilo este recién pasado domingo 7 de noviembre en el marco de un remedo electoral de lo más burdo. Pero, eso sí, en nuestro país dicho sendero se está recorriendo de manera más acelerada y alocada con Bukele. Por ello, aunque no debería sorprender a nadie, ofende bastantes inteligencias que este llame ahora dictador a su igual chocho ‒que lo es, ciertamente‒ cuando su actuar es cada vez más semejante.

Esa es la ruta de ambos. Pero, ¿cuál debe ser la nuestra que decimos estar comprometidos con el respeto de la dignidad humana? ¿Esperar que los problemas y las arbitrariedades las resuelvan en Washington, D. C., la Casa Blanca o la Organización de los Estados Americanos? ¿Otra lista más en Estados Unidos de la Sección 353 Ley de compromiso mejorado del Triángulo Norte promulgada el 27 de diciembre del 2020, conocida como Lista de actores corruptos y antidemocráticos? También como “Lista Engel”. Esas y otras acciones ‒junto a las que puedan impulsar la Unión Europea y las Naciones Unidas‒ son importantes pero no decisivas para enderezar el trayecto contrario al bien común por el cual han conducido al país ARENA, el FMLN y Nuevas Ideas.

Nuestra ruta debe ser la de la defensa irrestricta de los derechos humanos considerando su dimensión política; es decir, promoviendo y generando organización y acción a partir de la indignación por ‒a manera de ejemplo‒ las personas desaparecidas. También por el incremento del costo de la vida, la corrupción, la falta de transparencia y tantas infamias más que afectan la ya de por sí deteriorada calidad de vida de nuestras mayorías populares.       

Finalmente, considerando lo que ocurre en estos dos países centroamericanos y por todas las víctimas de lo sucedido antes, durante y después de la guerra salvadoreña debo exigir a quienes convirtieron al FMLN en un marrullero y lastimero partido dizque de “izquierda”, que en las próximas marchas contra el autócrata de acá no se aparezcan mientras no se pronuncien ‒oficial y públicamente‒ contra el dictador de allá. No sigan parafraseando, en la práctica, lo que dijo Roosevelt sobre Somoza. Ahora para esta agrupación en desgracia, Ortega “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

Benjamín Cuéllar Martínez
Benjamín Cuéllar Martínez
Salvadoreño. Fundador del Laboratorio de Investigación y Acción Social contra la Impunidad, así como de Víctimas Demandantes (VIDAS). Columnista de ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

spot_img

También te puede interesar

spot_img

Últimas noticias