CRÓNICA: Es la lluvia y la tristeza…

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Estupefactos vimos imágenes de improvisados camarógrafos en las que torrentes furiosos acarreaban destrucción a su paso, arrastraban personas, casas, carros que parecían juguetes, destruían puentes, deslaves enormes y se formaban cárcavas que socavaron calles y carreteras

Llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve…”, Balada de Otoño, Joan Manuel Serrat.

En estos días cuando llueve en El Salvador la sensación no es de paz o alegría, es tristeza profunda.

Desde la ventana veo las gotas que lenta o persistentemente mojan la calle, el jardín o el campo y saturan la tierra: el agua corre o se estanca. A lo lejos nubes grises o negras amenazan y la tristeza. A la lluvia le acompaña la tragedia.

Estamos en días de pandemia por Covid-19 y de las tormentas tropicales Amanda o Cristóbal en los que el dolor se fortaleció por la pérdida de vidas bajo el potente y desconocido virus o deslaves de lodo y correntadas que enfurecidas bajaron desde la montaña o desde las alturas de la ciudad convirtiendo riachuelos en monstruos que arrasaron todo a su paso allá en los bajos.

La tragedia anunciada cobró en siete días 30 vidas y 1 desaparecido, entre hombres, mujeres y niños, más de 12,600 evacuados siguen en albergues y cientos de casas destruidas o dañadas. Millones de dólares en pérdidas sin cuantificar, dicen oficialmente.

Sabíamos que llegarían aguaceros por los fenómenos meteorológicos y se anunció alerta amarilla. Desde instancias gubernamentales quizá pensaron que bastaba para que la población tomara medidas y evitara sitios en donde habitan en covachas a la orilla de barrancos o quebradas, que eludieran bordos y alturas que se saturarían de agua. Pero, ¿adónde irían?

Además la alerta roja se declaró unas horas después de que la depresión generara torrencial lluvia de varias horas y se convirtiera en la Tormenta Tropical Amanda, después se formó Cristóbal que también generó más agua; peligro y muerte.

Estupefactos vimos imágenes de improvisados camarógrafos en las que torrentes furiosos acarreaban destrucción a su paso, arrastraban personas, casas, carros que parecían juguetes, destruían puentes, deslaves enormes y se formaban cárcavas que socavaron calles y carreteras. Horror ante ojos sorprendidos en las redes sociales y después en la televisión que se tardó en montar noticiarios en el inicio de la emergencia.

“Yo quería hablar de la vida de todos sus rincones

melodiosos yo quería juntar en un río de palabras

los sueños y los nombres lo que no se dice

en los periódicos los dolores del solitario

sorprendido en los recovecos de la lluvia…”

(“Yo quería”, Roque Dalton)

La tormenta arreció y los trágicos reportes llegaron con su luto y dolor. Notable la ausencia del presidente Nayib Bukele, por lo que fue criticado en las redes y por la noche dio una conferencia de prensa bajo la lluvia en la Comunidad Nueva Israel, al sur poniente de la capital, y  prometió a 50 familias la inversión de 10 mil dólares por cada una de sus viviendas destruidas.

"Vamos a construir las viviendas de la gente que las ha perdido, no importa cuando cueste, va a haber dinero para hacerlo. Dios proveerá", dijo en la rueda informativa transmitida en cadena nacional en la que mostró su duro enojo contra diputados opositores, con los que su gobierno mantiene una pugna por la auditoría en el manejo de fondos para la emergencia de la pandemia. Luego repartió ayuda a varios damnificados ante nutrida y amontonada presencia de personas.

El paisaje verde de las áreas productivas de granos, frutas y legumbres, entre ellos el Valle de Zapotitán, se tornó café oscuro, cultivos anegados de agua y lodo dejaron desesperanza entre muchos pequeños y medianos agricultores que planeaban una fructífera cosecha. Los rostros de los productores denotaban el dolor por la pérdida. Con inquietud saben lo que les espera.

Mientras la lluvia causaba incertidumbre la pandemia Covid-19 siguió indetenible, con el agregado de que los miles de refugiados atendidos por el gobierno o alcaldías en más de 200 centros de atención se podrían convertir en lugares de contagio. Oficialmente se dijo que no se reportaron contagiados en esos lugares.

En medio de la tragedia continuaron las disputas políticas. Y surgieron voces que llamaron a la cordura para evitar la confrontación. El sacerdote jesuita, José María Tojeira, director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA, fue una de esas voces al pedir que cesaran las confrontaciones innecesarias y aludió el discurso de Bukele y declaraciones de varios de sus funcionarios.

“El Ejecutivo tiene un modo de hablar que es bien difícil, no se puede estar insultando y después decir que se tiene un diálogo propositivo”, dijo y señaló que no es así como se lograrán solucionar los problemas del país. “Con el odio no vamos a ninguna parte. El odio es bueno para odiar el mal pero es muy malo para odiar a las personas”, insistió.

“…llueve corriendo y recorriendo

los toboganes de las tejas

regando a baldes

o llorando ríos”.

(Aguacero, Mario Benedetti).

El enfrentamiento, provocado desde la ocupación de Bukele acompañado de policías, soldados y funcionarios al Palacio Legislativo el 9 de febrero pasado, le siguieron insultos en cadenas de radio, televisión y redes sociales a los diputados, descalificación a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y ataque a sus opositores.

Y es que Bukele, aunque reitera que su gobierno se somete a la transparencia en el uso de los recursos del Estado para enfrentar la pandemia y la emergencia por las lluvias, se resiste a hacerlo detalladamente y los diputados denunciaron públicamente lo escueto que son los informes que envían ministros y otros funcionarios.

También la Corte de Cuentas informó que no saben los detalles y cita como ejemplo la entrega de 300 dólares a 100,000 salvadoreños afectados por el cumplimiento de la cuarentena y con ello el cierre de actividades. Miles están sin empleo o no tienen formas de hacer llegar recursos o alimentos a sus familias.

Eso causa incertidumbre, aunque algunas encuestas de opinión le aprueban y crece la popularidad al joven mandatario.

Eso parece motivarle para seguir confrontando a sus adversarios, especialmente al partido izquierdista Fmln, que le lanzó a la política y luego expulsó de sus filas, aunque en sus discursos ataca a la Asamblea y a la Sala de la Corte Suprema de Justicia porque no le obedecen y aceptan su forma de gobernar.

Algunas voces inconformes le acusan de “dictador”, principalmente en las redes sociales, pero no se da por aludido.

La realidad, peligrosa e hiriente, advierte un futuro oscuro, aumento de la pobreza, hambre y miseria, la cual se ha acelerado con el desempleo de miles por la prolongada y estricta cuarentena debido a la pandemia Covid-19 desde mediados de marzo, por lo cual se suspendieron actividades productivas, comerciales y sociales.

Pobladores de diversas zonas del país han colocado banderas blancas en sus viviendas,  salen a calles –como el conocido Paseo Escalón- y carreteras pidiendo ayuda alimentaria. En Huizúcar algunos habitantes cerraron el acceso al poblado para cobrar un impuesto para sobrellevar la crisis en sus familias.

Y los estudios económicos son alarmantes. Especialistas de Fusades advirtieron que la población en pobreza y pobreza extrema pasará del 30% a más del 50%, que la recesión se agravará, así como el riesgo de insostenibilidad de la deuda, con lo cual el PIB caerá un 5.4%.

Encima de eso calculan que las remesas han bajado en estos meses un 40% y que al final del año se estima una caída de casi 2 mil millones de dólares. Los ingresos por los envíos económicos de familiares en el exterior, principalmente Estados Unidos, han sido desde los 80 el principal sostén de la economía.

Estamos ante una de las peores crisis social y humana en El Salvador, que afecta con énfasis a los que menos tienen y los dramas humanos se cuentan con frecuencia por las víctimas que causan.

Los medios destacan los casos de familias enteras soterradas, como los Melara Salamanca, los padres y sus cinco hijos jóvenes murieron soterrados bajo toneladas de lodo y tierra en las afueras de Santo Tomás, al sur de San Salvador.

Unas 40 personas trabajaron más de 55 horas para encontrar con la ayuda de un perro los cuerpos inertes de la familia, que fueron velados unas horas y luego llevados en sus féretros de colores al saturado cementerio de la ciudad periférica a la capital.

El drama es humano, es social, económico y político, pero es más difícil si quienes ostentan el poder olvidan lo que significa el dolor por la pérdida de todo, especialmente de la vida.

“Hace tiempo que recuerdo

que la lluvia ha estado cayendo

nubes de misterio diluviando

confusión en el suelo

hombres buenos a través del tiempo

tratando de encontrar el sol

Y me pregunto

aún me pregunto

¿Quién parará la lluvia?”

(Who´ll stop the rain o ¿Quién parará la lluvia?, Credence Clearwater Revival, 1970).

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Alberto Barrera
Alberto Barrera
Periodista y columnista ContraPunto.
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