miércoles, 29 mayo 2024
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Cría cuervos y te sacarán los ojos

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"Una sociedad construida sobre la exclusión, la burla al diferente, el racismo, en fin, la ausencia de valores humanistas cría esos cuervos de los que habla el antiguo consejo": Carlos Velis.

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Por Carlos Velis.

El adagio no se refiere a los pájaros negros que andan comiendo de los sembradillos. Es algo más profundo; tiene que ver con las bases sobre las que criamos o construimos nuestras nuevas generaciones, nuestra sociedad, en suma.

La crianza o la formación de un individuo, o de una sociedad, toma tiempo, confluyen muchos factores: educación, cultura, condición social, comunidad, condición material y, sobre todo, valores. Pero qué valores: la integración de todos, sin importar el nivel social; el respeto a nuestras diferencias; la tolerancia a las diferentes ideas y costumbres; la empatía por el dolor ajeno; la generosidad, etc. La resiliencia, la templanza, el honor, el orgullo de hacer las cosas bien hechas, la dignidad.

Una sociedad construida sobre la exclusión, la burla al diferente, el racismo, en fin, la ausencia de valores humanistas cría esos cuervos de los que habla el antiguo consejo.

Así se han enfrentado todas las sociedades a las descomposiciones que las han llevado a la violencia. Y la nuestra no es la excepción.

De los años 90 en adelante, un fenómeno endémico en los barrios marginales de San Salvador, las maras, creció sin límites hasta secuestrar a toda la sociedad. Jóvenes que se nuclearon en sus barrios, llegaron a convertirse en un monstruo de dimensiones insospechadas.

Mientras en el Norte, la diáspora de los 80 tuvo que enfrentar toda clase de carencias y obstáculos. En aquel clima inhóspito, donde los jóvenes salvadoreños tuvieron que insertarse entre pandillas vernáculas, como “La Raza” en Los Ángeles, se nuclearon por necesidad de autodefensa. De allí a caer en las garras de la delincuencia organizada, fue un paso.

El sistema estadounidense los reprimió y, eventualmente, los deportó al país que los vio nacer. Regresaron e hicieron una fusión con las maras locales de larga data.

El presidente Bukele afirma que las maras fueron resultado de la repatriación de delincuentes salvadoreños, pero no es cierto. Ya dejemos de culpar a los demás por nuestros errores. Son los cuervos que hemos criado nosotros mismos por la ausencia de una adecuada valorización de nuestra sociedad. Y que, en consecuencia, han sacado cientos de miles de ojos.

Dicen que son 70,000 los mareros, eso es el 1% de nuestra población. Un fracaso social. Salvadoreños que, en algún momento, optaron por el camino del crimen. Muchos de ellos fueron niños abandonados, sin escuela y criados en un ámbito opresivo y de abusos continuos.

No me interesa señalar con el dedo, solo lanzo una bengala para que veamos dónde estamos y tal vez podamos vislumbrar el camino que tenemos que seguir para que no ocurra de nuevo.

Ahora, con el régimen de excepción, se ha logrado quebrar esa estructura que estrangulaba nuestra sociedad. Y lo aplaudimos. Pero la pregunta es: ¿y de aquí en adelante? ¿seguirá la crianza de cuervos? La respuesta no es fácil. No es suficiente la represión ni la buena voluntad. Parafraseando a nuestro santo Romero, el núcleo está en nuestros corazones.

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Carlos Velis
Carlos Velis
Escritor, teatrista salvadoreño. Analista y Columnista ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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