martes, 10 diciembre 2024
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Cosas de las que nadie quiere hablar

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"Hay tantas cosas que pasan de las que nadie, que rebase los cincuenta años, quiere hablar, porque creen que envejecen. Y es cierto": Gabriel Otero.

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Por Gabriel Otero.

Las manchas empiezan a brotar en las manos, parecen pecas, son las sombras de la vejez. Que delicia es dormir toda la noche sin interrupciones, uno es joven porque la vida comienza a los cincuenta y pico, los clises actuales de las nuevas décadas son tan efectivos como la masturbación mental.

Viejos los cerros, y reverdecen, pero ayer al bañarte te dolió un poco el pecho por los músculos entumecidos, fue un mal movimiento al enjabonarte, nada para alarmarse, no es que se te torciera el brazo o que el corazón se te saliera, solo respiraste unos segundos para seguir con tu normalidad.

¿Y qué tal la panza? dejaste de fumar y el universo redondo se te acumuló en el vientre, te volviste elefantiásico, que difícil es agacharte para buscar cualquier cosa y peor para amarrarte las agujetas. De por si eras torpe, ahora con tu metro setenta y uno y el ombligo reventado, te tornaste rojo y rollizo como un bebé bien alimentado.

¿Y la calvicie? Duraste años contra todos los pronósticos de perder el cabello antes de los 25, el envidioso de tu cuñado, el de pelo ensortijado similar al vello púbico, se burlaba porque te peinabas con pistola para alzarte el copete, y aún tienes pelo, aunque va en retirada.

¿Y la ciática? Ese molesto cosquilleo en el glúteo derecho que se siente igual a un calambre largo, no te acomodas ni al acostarte, lo único que lo disfraza es tomar una gragea de ibuprofeno y con suerte se te quita en unas cuantas horas.

¿Y la dichosa hipertensión? Cumpliste doce años de tomar esa pastilla que te mantiene estable, has ido a parar tres o cuatro veces al hospital con vértigo y náuseas, hiciste un coraje de antología cuando te detectaron la enfermedad, y hoy te cuesta trabajo dominar tu carácter al encontrarte tanto bellaco en el mundo.

Y aunque camines las mismas distancias que un caribú, eso no es considerado un ejercicio si no se hace de manera consciente y deliberada, según afirman los doctores milenials.

Y te causa terror la condena del azúcar, la diabetes, porque tener dulzura en la sangre no debería ocasionar la muerte.

Y hay tantas cosas que pasan de las que nadie, que rebase los cincuenta años, quiere hablar, porque creen que envejecen. Y es cierto.

Pero hay que hacerlo con dignidad.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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