Estamos en campaña pre-electoral desde febrero del año pasado y, tal como suele suceder en todas las “democracias”, los partidos se comunican con su electorado distribuyendo mensajes cargados de un maniqueísmo en el cual los adversarios políticos son burdamente caricaturizados. Pintar a los candidatos contrarios como villanos malintencionados ya se hacía en la Roma republicana hace más de dos mil años. Así se hace también en la democracia salvadoreña actual.
A mí no me sorprende el maniqueísmo de Nuevas Ideas, un partido que, por lo visto, ha renunciado a la comunicación política inteligente, dándole preferencia a los mensajes emocionales, polarizados y simplistas.
No debería sorprenderme tampoco que los adversarios políticos del gobierno recurran a las mismas armas comunicativas que tanto denuncian: la propaganda emotiva y maniquea. Lamento, sin embargo, que tanta “pluma inteligente” venda sus caricaturas del gobierno como si fueran un análisis objetivo y no como lo que son: “una imagen sesgada” cuyo objetivo es intervenir en la batalla retórica pre-electoral.
Y que tanta persona presuntamente inteligente se dedique a hacer propaganda y no análisis político va en detrimento de nuestra comprensión lúcida de lo que se juega nuestra comunidad en el tiempo político que abrieron las elecciones presidenciales del 2019.
Que los editorialistas y los propagandistas políticos al servicio del Diario de Hoy y la Prensa Gráfica se concentren exclusivamente en la crítica al gobierno, no me sorprende. Lo que me sorprende es la miopía analítica de los editorialistas de El Faro y la UCA lanzados a hacer una oposición contra el Gobierno que ni se distancia del marco liberal democrático de la derecha conservadora ni asume el hecho preocupante de que la izquierda que dominó la posguerra es ahora una alternativa derruida.
Quizás no se pueda exigir al Sr. Cardenal y su gente que, luego de las elecciones de febrero del 2019, hubiese instando de modo abierto a las dirigencias y las bases de Arena y el FMLN a que iniciasen una renovación profunda de sus cuadros de dirección y de su pensamiento político. Ese llamado, en marzo del año pasado, tenía que haber sido urgente y enfático. Marzo, abril, junio, julio tenían que haber sido meses de un debate abierto e inteligente en torno al pasado y el problemático futuro de estas dos organizaciones políticas.
Pero, por lo visto, algunos creen que la mejor manera de anestesiar la memoria y la inteligencia del electorado de izquierda, la mejor manera de eludir la autocrítica despiadada, es embarcarse en la aventura de una oposición política maniquea que no garantiza que el FMLN recupere a los votantes que lo repudiaron y se fueron.
Si el año que viene, el Frente sufre una derrota aparatosa más, ya no solo será responsabilidad de esa cúpula empeñada en hundirlo todavía más, también será responsabilidad de esos lúcidos que hoy suponen que negar a Bukele ya representa ser una alternativa.