La tendencia al estancamiento que la economía salvadoreño ha mostrado desde mediados de los años noventa del siglo recién pasado es un fenómeno sin precedente en la historia económica de América Latina. Este fenómeno se distingue por su persistencia y porque ocurre después de que la economía había llevado a cabo diligentemente todo el contenido del programa de reformas del “Consenso de Washington”. El hecho es que entre 2008-2016 la economía creció a un tasa anual promedio de 1.1 por ciento, muy por debajo de las tasas experimentadas en los periodos 1960-1970 y 1970-1978, de 5.53 y 4.80 por ciento respectivamente.
El lento crecimiento económico tiene implicaciones adversas sobre el sector social: existe evidencia de que el estancamiento económico es una de las principales causas de la emigración irregular (Clark, Hatton y Williamson, 2002), y que es propicio al crecimiento de la informalidad y de la violencia (Cáceres, 2017a, 2018a), de manera que algunos de los principales problemas actuales de nuestro país se pueden vincular a la economía estancada.
En este artículo se argumenta que el estancamiento económico tiene origen en las reformas económicas que se implementaron en los años noventa, particularmente en la apertura a las importaciones, y que se ha agudizado por la dolarización.
Hay que apuntar que en El Salvador la liberalización del comercio exterior tuvo un carácter extremo; en 1985 la tarifa promedio a las importaciones era 22.68 por ciento, y fue cayendo hasta bajar a 1.8 por ciento en 2016. Esta última tarifa es más baja que las prevalecientes en los países de América Latina, cuyo promedio es de 10 por ciento. La motivación para la caída de los aranceles era la de impartir “eficiencia” a las empresas, de manera que pudieran exportar más bienes y así generarían empleos de calidad. Pero ante la apertura desmedida, muchas empresas tuvieron que cerrar; de manera que el resultado más palpable ha sido el alto crecimiento de las importaciones que han desplazado la producción nacional. Las exportaciones no mostraron el dinamismo esperado, su participación en el PIB se ha mantenido constante en alrededor de 25 por ciento, mientras que la participación de las importaciones ha aumentado a 44 por ciento. Así, otro resultado ha sido los altos déficit en la cuenta comercial de la balanza de pagos, que aumento de 12 por ciento del PIB en 1991 para subir a 23 por ciento en 2008 para bajar a 20 por ciento en 2016. Junto a los déficits de Honduras y Guatemala, estos son los mas altos de América latina. Varios autores, (Stiglitz, 2002, 2004) han demostrado que el impacto más claro de la apertura en los países en vías de desarrollo ha sido los altos déficit en la cuenta comercial.
En respuesta a la reducción del arancel externo, las importaciones de bienes de consumo como porcentaje del PIB han aumentado en el periodo 1990-2016, y así han desplazado la inversión privada. El gráfico 1 muestra que a medida de que la tarifa externa iba disminuyendo la tasa de inversión privada fue cayendo en el periodo 1990-2016.
Gráfico 1.Tarifa a las importaciones y tasa de inversión privada, 1990-2016.
Dado el desplazamiento de la producción nacional y de la inversión privada por las importaciones, no debe extrañar que la apertura, es decir, la reducción de la tarifa promedio a las importaciones, ha conducido a la caída del crecimiento económico, como se observa en el gráfico 2. De esa manera se aprecia el carácter destructivo de la apertura en la economía salvadoreña. Cáceres (2017b) ha demostrado que el costo de la liberalización del comercio exterior en términos de crecimiento económico perdido, ha sido de 4 por ciento anual.
Gráfico 2. Tarifa a importaciones y tasa de crecimiento económico, 1990-2016.
La apertura también tiene otro efecto perverso en cuanto conduce al aumento del auto empleo femenino y masculino, o sea de la informalidad, como se observa en el gráfico 3.
Gráfico 3. Tarifa y tasa de auto empleo femenino, 1990-2016.
La importancia de esta relación reside en la evidencia para los países de América Latina de que el auto empleo es un importante detonante de la violencia (Cáceres, 2018a). La relación entre el auto empleo y la tasa de homicidios por 100,000 habitantes, se muestra en el gráfico 4.
Gráfico 4. Tasa de auto empleo y tasa de homicidios por 100,000 habitantes en países de América Latina, valores promedio de 2005-2012.
Además, la apertura ha conducido a la contracción de los sectores productivos, agrícola y manufacturero, y ha propiciado el crecimiento del sector servicios, cuya participación en el PIB ha aumentado de 55 por ciento en 1991 a 61 por ciento en 2016. Pero en la economía salvadoreña el sector servicios tiene una asociación negativa con el crecimiento económico, como se muestra en el gráfico 5 (Cáceres, 2017b).
Gráfico 5. Sector servicios como porcentaje del PIB y tasa de crecimiento económico, 1990-2016.
Se podría suponer que las remesas vendrían a dotar de dinamismo a la economía salvadoreña. Pero las remesas se disipan en el financiamiento del déficit en la cuenta comercial, es decir entran al país con “pasaje de ida y vuelta”. Por tal razón, las remesas no contribuyen al crecimiento economico, al contrario lo frenan (gráfico 6).
Gráfico 6. Remesas como porcentaje del PIB y tasa de crecimiento económico.
Una medida de importancia para contrarrestar el estancamiento seria la devaluación de la moneda para así impartir dinamismo a las exportaciones. Hay que señalar la evidencia presentada por el Banco Mundial (Freund y Pierola, 2012) de que los episodios de altas tasas de crecimiento de las exportaciones en países en vías de desarrollo han sido precedidos de devaluaciones de sus monedas. Pero en vista de la dolarización esta opción no está presente en nuestro país, situación que se agrava dada la tendencia del dólar “salvadoreño” a revaluarse, en términos efectivo real, con relación al dólar de los EE UU.
Se debe destacar que por la tendencia decreciente de la inversión privada las exportaciones han adquirido una tendencia al estancamiento, como se observa en el gráfico 7.
Gráfico 7. Tasa de inversión privada y participación de las exportaciones en el PIB, 1990-2016.
El estancamiento de la economía salvadoreño también puede analizarse por el lado de la brecha del ahorro nacional. El ahorro nacional, así como el ahorro interno, han caído persistentemente, bajando en 2016, el primero a 10 por ciento del PIB, y el segundo a -3.5 por ciento, las tasas más bajas de los países de América Latina. Dado que la inversión está dada por la identidad I = S + F, en donde I es la tasa de inversión, S es la tasa de ahorro nacional y F es la tasa de ahorro externo, es decir el déficit en la cuenta corriente. En vista de que F no debería superar 4 por ciento por practica de prudencia financiera, y dado que S es igual a 10 por ciento, la tasa máxima de inversión en el país sería de 14 por ciento, la cual, con un coeficiente capital producto de 5, el valor estimado para El Salvador, daría lugar a una tasa de crecimiento económico de 14/5 = 2.8 por ciento. Esta sería la mayor tasa de crecimiento que la economía salvadoreña podría alcanzar.
También la baja tasa de ahorro se puede atribuir a la alta tasa de consumo privado prevaleciente en El Salvador, de 86.30 por ciento en 2017, igual a la de Haití, no obstante que este país tiene más bajo nivel de ingreso per cápita que el de El Salvador. Honduras y Nicaragua tienen tasas de consumo privado más bajas que la de nuestro país, de 77.67 y 70.00 por ciento respectivamente, lo que explica que tienen mayor dinamismo económico que El Salvador. Hay que destacar los casos de Panamá y República Dominicana que en 2017 tenían tasas de ahorro nacional de 26.01 y 22.00 por ciento, las que sustentaban tasas de inversión de 33.77 y 26.00 por ciento respectivamente.
Es decir, la fiesta de consumo en nuestro país tiene naturaleza irracional en cuanto promueve el estancamiento y la autodestrucción de la producción (y de la salud personal).
Es válido argumentar que la economía salvadoreña se encuentra en un círculo vicioso que genera estancamiento y violencia, y va incubando una crisis de carácter terminal.
El gráfico 8 muestra la operación de este círculo vicioso. La apertura ha dado lugar a la caída de los sectores productivos y del ahorro, y al aumento del auto empleo. La baja tasa de ahorro nacional determina una baja tasa de inversión que impone un límite al incremento de la planta y equipo para aumentar la capacidad de exportación, por lo que el déficit en la cuenta comercial tiende a aumentar. La baja tasa de inversión también determina bajas tasas de crecimiento económico y de empleo, que son propicias a la violencia y a la emigración irregular; esta última erosiona el capital social, lo que recrudece la violencia. La emigración también conduce al aumento de las remesas, y así el círculo vicioso continúa en operación.
Gráfico 8. Trampa de apertura.
Esta podría ser una descripción de la economía salvadoreño en las últimas décadas. Pero hay que apuntar que este sistema está sujeto a una trampa, la trampa de apertura, que hace crisis por dos vías; una, la baja tasa de inversión debilita el crecimiento de las exportaciones, agudizando así los déficit externos y la debilidad del ahorro, y por tanto, reduciendo aún más la tasa de crecimiento económico. Por otra parte, las remesas van a empezar a decrecer, lo que desataría una crisis del sector de comercio, el que está asociado al consumo privado, así como una crisis de solvencia de empresas, y por tanto una crisis bancaria, sin instrumentos para estabilizar esta situación.
El escenario anterior podría ser evitado recurriendo a la protección del aparato productivo; hay que apuntar que varios autores han mostrado que no había nada “ineficiente” con el modelo de sustitución de importaciones (Rodrik, 2006), el cual en El Salvador dio resultados más que aceptables, con tasas de crecimiento más del doble de las experimentadas después de 1996. Esta sería una medida a todas luces racional. Hay que apuntar que los países ahora desarrollados nunca implementaron las políticas de “mercado” que los países latinoamericanos adoptaron en el marco del Consenso de Washington”; no las implementaron y, por el contrario, mantuvieron altas tarifas para proteger su aparato productivo. Es decir, la apertura no tiene asidero en la historia económica global.
Habría que realizar esfuerzos para impedir que las remesas se destinen casi en su totalidad al consumo privado, promoviendo esquemas de inversión de las mismas; Cáceres (2019) ha propuesto varios mecanismos para este propósito, como la creación de un fondo de inversión de remesas, así como la titularización de estas.
Ante la ausencia de políticas monetaria y cambiarla en El Salvador, se debería acudir a la política fiscal reconociendo la urgencia de incrementar el gasto e inversión públicas con miras a situar a la economía salvadoreña en mejor posición para desactivar los círculos viciosos que la agobian, y para enfrentar las crisis potenciales que se vislumbran. Dentro de ese objetivo especial relevancia reside en el apoyo sustancial a la educación de calidad, dada la evidencia de que es el principal determinante del crecimiento económico de los países de América Latina (Cáceres, 2018b).
La necesidad y urgencia de apoyar decisivamente al sector educación contrasta con la realidad de la debilidad histórica de las finanzas públicas. La evasión fiscal en nuestro país es sumamente elevada; en el caso del IVA alcanzo 33.1 por ciento en 2010, mientras que la tasa de evasión del impuesto a la renta de empresas y personas fue de 51.0 y 36.3 por ciento en 2005, según datos de la CEPAL (Gómez-Sabaini y Morán, 2016), de donde se desprende que el combate a la evasión tributaria debería ser una de las tareas más prioritarias del sector público.
Hay que señalar que el objetivo que ha estado presente en las políticas económicas nacionales por mucho tiempo es el de crear un sector exportador dinámico, con resultados cuestionables. Este objetivo se puede lograr mediante el impulso decidido a la educación. El gráfico 9 muestra, con datos de 2010 de los países latinoamericanos, que en la medida de que el nivel promedio de educación de un país latinoamericano aumenta, aumentan también sus exportaciones per cápita. Es decir, el objetivo, y la necesidad de generar divisas, que es la más importante fuente de dinero en una economía dolarizada, se puede lograr por medio del apoyo categórico a la educación.
Gráfico 9. Nivel promedio de educación y exportaciones per cápita de países latinoamericanos, 2010.
En el panorama nada alentador que se presenta para el futuro, la educación puede ser la variable que cambie el destino de nuestro país.
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Referencias bobliográficas:
Cáceres, Luis René, “Stylized Facts about Happiness and Violence in Central America”, Journal of Business Diversity, vol. 17, 2017a, pp. 38-78.
Caceres, Luis Rene, “Deindustrialization and Economic Stagnation in El Salvador”, Revista de la Cepal, vol. 122, verano 2017b.
Cáceres, Luis Rene, “Des-industrialización, Trabajo y Violencia en El Salvador”, Revista de la Cepal, Agosto 2018a.
Cáceres, Luis Rene, “Hechos Estilizados sobre la Calidad de la Educación en América Latina”, sin publicar, 2018b.
Cáceres, Luis Rene, “Mecanismos Financieros para la Inversión de Remesas”, sin publicar, 2019.
Clark, Ximena, Timothy J. Hatton y Jeffrey G. Williamson, “What Explains Emigration Out of Latin America?”, World Development, vol. 32, no. 11, 2004, pp. 1871-1890.
Freund, Caroline y Martha Denisse Pierola, “Export Surges”, Journal of Development Economics, vol. 97, 2012, pp. 387-395.
Gómez-Sabaini, Juan Carlos y Dalmiro Durán, “Evasion Tributaia en América Latina”, CEPAL, 2016.
Rodrik, Dani, ‘Goodby Washington Consensus, Hello Washington Confusion?”, Journal of Economic Literature, vol. 44, no. 4, diciembre 2006, pp. 973-987.
Stiglitz, Joseph, “El Rumbo de las Reformas: Hacia una Nueva Agenda para América Latina”, Revista de la Cepal, no. 80, agosto 2002.
Stiglitz, Joseph, “Globalization and Growth in Emerging Markets and the New Economy”, Journal of Policy Modeling, vol. 25, 2004, pp. 505-524.