En la cárcel de Arica, Chile, a las seis semanas del golpe de estado contra el presidente Salvador Allende, los reos políticos habían logrado que se mejorara las condiciones del patio de la misma: los militares habían instalado un grifo (chorro); el “rey de la coca” había logrado que le permitieran introducir gran cantidad de hilo y había tejido más de cien varas cuadradas de red de pescar, esa gran red se había instalado sobre el graderío de la cancha de basquetbol y la mayoría de los reos políticos tendían sus camisas sobre esa red para hacer un poco de sombra, evitando así los fuertes rayos de sol del desierto de Atacama; la estadía en la gradería era planificada por turnos, por el encargado de los ejercicios físicos y los juegos en el patio; no obstante, en varias ocasiones el oficial a cargo de la cárcel mandaba a quitar la red para que todos los reos políticos nos achicharráramos con el sol.
Hasta ese momento, los reos políticos nuevos eran llevados a las celdas durante la noche, pero ese día nos sorprendimos cuando vimos entrar al patio a seis personas en condiciones físicas y de vestimentas lamentables, nadie los conocía. El Profe dio la orden de hacer una fila de varios reos de espaldas al grifo, para que esas personas pudieran bañarse y lavar su ropa con cierta privacidad; se les dio un puesto en el graderío para que se acostaran a la sombra. Después del almuerzo el Profe se puso a conversar en forma confidencial con el que parecía dirigir el grupo (un señor de ascendencia indígena, de estatura pequeña, de unos cuarenta y cinco años, con características corporales de haber trabajado a la intemperie, en tareas que exigían mucha fuerza física). Posteriormente el Profe conversó con su asistente (el profesor de educación física) y los encargados de cada celda.
Una vez que fuimos trasladados a nuestras celdas, nos dimos cuenta que el grupo de desconocidos había sido distribuido en las cuatro celdas; cada uno de los encargados de celda informó que los recién llegados pertenecían a un grupo guerrillero, de nacionalidad boliviana, que desafortunadamente habían pernoctado en Arica, con la intención de pasar en forma clandestina la frontera de Bolivia en la noche siguiente, cuando estaban desayunando se dieron cuenta que había un golpe de estado, decidieron regresar a la pensión en donde estaban hospedados, dos horas después llegaron los soldados a capturarlos; desde esa fecha habían estado confinados en celdas individuales (en donde sólo se puede estar parado o acurrucado), habían sido interrogados y torturados una vez por semana, ellos creían que los matarían, pero ahora habían recobrado la confianza cuando fueron llevados al patio.
Los bolivianos no se integraron realmente al grupo, ellos se auto-marginaban en las celdas y en el patio siempre estaban reunidos; cuando nos sacaban al patio ellos hacían sus propios ejercicios físicos, mucho más exigentes que los que nosotros realizábamos. La única comunicación la tenía el responsable del grupo y el Profe, parecía que habían personas que conocían ambos.