En un El Salvador ideal, cuando se presentan pruebas contra un partido político por recibir ilícitamente fondos del Gobierno, la Fiscalía inicia una investigación de oficio para deducir responsabilidades y acusar a los culpables.
En ese El Salvador ficticio, la Fiscalía procedería contra ese partido con el ánimo de identificar los fondos obtenidos fraudulentamente del Estado y regresarlos a las arcas públicas, o bien, expropiar sus bienes para restaurar el valor de lo sustraído ilegalmente.
Esa nación utópica tendría reglas claras y por igual para todas las personas e instituciones, y no permitiría que un partido político sobre el que pesan pruebas concretas de integrar una red de desvió de fondos públicos, participará en un proceso electoral.
La población de ese El Salvador imaginario, ofendida por los millones de dólares desviados para financiar las campañas políticas de este partido, saldría a las calles para demandar la deposición inmediata de los cargos de sus directivos y candidatos, hasta esclarecer y castigar por los delitos cometidos.
En ese país soñado, nadie pensaría que un partido con tan poca honorabilidad y ética, pueda tener el descaro de postularse para presidir nuevamente el Gobierno, visto lo que hicieron en el pasado cuando dirigieron el Órgano Ejecutivo.
En un El Salvador ideal, ese partido sería cancelado para nunca jamás resucitar. Pero nuestro El Salvador está muy lejos de ese escenario.
El Salvador es el país de las maravillas para ARENA, donde puede robar, saquear, desviar, malversar y beneficiar a sus empresas con pactos con el Gobierno y vivir sin pena ni vergüenza ante la población que sus propios gobiernos han excluido y empobrecido.
ARENA en el país de las maravillas actúa como una agencia de saqueo de los fondos y privilegios del Estado para beneficiar a los mismos de siempre, mientras de cara al público se indignan por los actos de corrupción de sus propios correligionarios.
ARENA piensa que, así como cuando privatizaron las telecomunicaciones, la luz eléctrica y la banca para beneficiarse a sí mismos, así también pueden privatizar los fondos públicos para sus familias, empresas y partidos políticos, y que no les castigarán por nada.
El país de la maravillas de ARENA es una finca, donde ellos son el patrón y ponen las reglas para beneficio propio, y califican de eficiente la administración de dicha finca cuando más beneficios les reporte al patrón y más exploten a la población de la finca.
Ese país de las maravillas para unos pocos ha acabado. Ha llegado la hora para que el pueblo construya un nuevo El Salvador, con reglas y oportunidades iguales para todos, donde todos los salvadoreños puedan desarrollarse plenamente y alcanzar sus metas.
Para construir esa nación, primero los salvadoreños debemos cancelar a ARENA, para que no pueda seguir saqueando al Estado, y hacer a un lado al Frente, para que no puedan seguir usurpando el gobierno para el privilegio de su cúpula.
El tiempo de los mismos de siempre se ha acabado, la hora de cancelar a los partidos corruptos y apartar del poder a las cúpulas partidarias ha llegado. El tiempo para construir el sueño salvadoreño, con Nuevas Ideas, ha iniciado.