miércoles, 5 marzo 2025
spot_img
spot_img

Barberías (Primera parte)

¡Sigue nuestras redes sociales!

"Las barberías actuales pretenden parecerse a la de don Próspero, es inútil, nunca serán iguales": Gabriel Otero.

Por Gabriel Otero.

LA BARBERÍA DE DON PRÓSPERO

El maestro barbero afilaba la navaja en el asentador, con la mano izquierda lo estiraba y con la derecha tomaba el mango para que el filo rozara vigoroso el cuero, él era de los conocidos fígaros de antes cuando el oficio era respetable y las heridas de la cara se curaban con piedras de alumbre.

El rito de aguzar el metal fino lo repetía a diario antes de abrir el local, que por lo general, tenía su mayor afluencia por la tarde, cuando los señores, enfermos de la manía de la pulcritud, salían de sus trabajos y previo a regresar a sus casas, pasaban a mantener el estilo y corte conservador.

La barbería se ubicaba en una zona estratégica en la 25 avenida norte junto al supermercado América, a unos pasos de la entrada del Externado San José. Tenía dos pisos, en la planta baja se atendía a los niños en asientos que tenían figuras de patos o caballos y la segunda planta estaba destinada para los señores. Ahí había una sala de masajes con sauna y además de los tradicionales cortes de pelo y barba, se ofrecían manicure y pedicure.

Don Julián era cliente regular de la barbería de don Próspero, él asistía los sábados cada quince días cuando se le antojaba que lo afeitaran al ras y le recortaran el bigote. Yo lo acompañaba y leía todas las revistas mientras esperaba a que él cumpliese su ritual, esa delicia la entendí muchos años después, cuando ávido buscaba los mejores lugares para acicalar la barba.

Primero le cortaban el cabello con tijera, cada pelo era minuciosamente tonificado, le masajeaban el cuero cabelludo hasta lograr un efecto adormecedor. Al terminar, don Próspero le mostraba el corte en un espejo rectangular para que él viese el resultado o pidiera ajustes milimétricos, un pelo de más o echado de menos, el peluquero-barbero conocía las exigencias de clientes como don Julián.

Después venía el verdadero placer, don Próspero reclinaba la silla en un ángulo para generar comodidad absoluta y facilitar el proceso de afeitado, le colocaban bolsas de té en los ojos, después compresas calientes en la cara para abrirle los poros y expulsar las impurezas acumuladas por el aire, simultáneamente la manicurista se sentaba en un banquito y colocaba una mesa a la altura de la cintura, le estiraba el brazo y lo tomaba de la mano para extenderla y comenzaba a buscar posibles padrastros en los dedos y cortarlos con unas tijeras pequeñas, luego con presteza, limaba las uñas y sus cutículas quedaban rosas y relucientes. Repetía lo mismo con la otra mano.

Y como si hubiese algún tipo de sincronía, don Próspero aplicaba entonces compresas frías antes de afeitar a don Julián, que se relajaba tanto hasta dormirse. El barbero cogía la brocha y la espuma en un pequeño recipiente para untárselo por el mentón y las mejillas.

Venía el detalle, don Próspero no podía distraerse en ningún momento por el riesgo de cortar la piel si movía en exceso la navaja, el proceso de rasurar era lento y preciso hasta terminar el último poro. Después le untaba colonia astringente, a esas alturas, don Julián despertaba con cierto ardor. Por último, le quitaban la bata impermeable y se levantaba.

Don Julián siempre dejaba buenas propinas, hoy la barbería de don Próspero ya no existe, tampoco el supermercado y todos los alrededores, cambió tanto que resulta irreconocible.

Las barberías actuales pretenden parecerse a la de don Próspero, es inútil, nunca serán iguales.

Lástima.

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

También te puede interesar

Últimas noticias