Afortunadamente, Brasilia no está perdida. Cuanto más uno conoce a sus habitantes, mejor entiende cómo, con el tiempo, la vida siempre se las arregla para tomar el mando. Por ejemplo, por doquier surgieron pousadas —pequeños hoteles atendidos por sus dueños— para ofrecer a los turistas una alternativa a las zonas hoteleras tradicionales de la ciudad