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Asamblea Legislativa: plazos y plazas

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De nuevo, los plazos incumplidos. Siguen las nefastas cuotas partidarias, jugando con la dignidad e inteligencia de los salvadoreños, en la Asamblea Legislativa. Es el consabido “me das te doy”, que sigue perjudicando al pueblo honesto y laborioso.

Llegó y pasó el 15 de julio, otro plazo incumplido para la elección de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Cumplirán, pero fuera del plazo de ley. Y ya sea un minuto, dí­as o meses más, siempre será incumplimiento.

A tenor del mandato constitucional (Art. 131, inc.19 Cn), la elección de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) por la Asamblea Legislativa, debe realizarse, si no con la antelación debida, por lo menos al término justo de cada perí­odo: 15 de julio. Cumplir esos plazos es parte de la moral legislativa.

Pero, a pesar del mandato constitucional, el incumplimiento de los plazos para elegir funcionarios de segundo grado, no es nada nuevo; por el contrario, desde hace ya varias décadas, incumplirlos se ha vuelto como la constante del más fácil cumplimiento.

Pero, el problema va más allá de un simple incumplimiento, por esta vez. Como experiencia desagradable para el pueblo, siempre las elecciones para Magistrados de la CSJ, Tribunal Supremo Electoral (TSE), Corte de Cuentas (CdeC), Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ), Procuradurí­as: para la Defensa de Derechos Humanos (PDDH) y General de la República (PGR), y Fiscalí­a General de la República (FGR)… han sido termómetro infalible, para medir el calor de los arreglos que generan el reparto de cuotas partidarias.

Nadie ignora que han sido muchos los perí­odos, en los que este tipo de elecciones ha mostrado incumplimiento hasta de meses, con resultados -casi siempre- nocivos. Por eso, ningún ciudadano honesto puede creer ya, que la tardanza se deba al interés de seleccionar al candidato más probo, capaz y honesto. El pueblo sabe que para algunos de los electos por “cuello”, el cargo será como vestir un traje muy holgado, en términos de capacidad y honestidad profesionales. A ver que sigue…

Otro tema, entre muchos, que la población honrada cuestiona a la Asamblea Legislativa, además de los plazos, es el de las plazas. La ilegí­tima y perversa costumbre de adjudicar y contratar “el puesto para el hombre” y no “el hombre para el puesto”, es otra de las aberrantes prácticas de las que se ufanan los diputados (nada de “padres de la patria”, diputados simplemente). Predomina la adjudicación de plazas por compromiso polí­tico, parentesco, amiguismo, sin importar -porque no se investiga- el nivel de capacidad para el cargo y el grado de honradez del nombrado.

Cada grupo parlamentario tiene su cuota de plazas a disposición y, como la costumbre es ley, pues a llenarlas sin demora aun sin ser necesarias, al fin es pisto del pueblo y el pueblo siempre paga. Así­ crece la plantilla en la institución, sin el requisito previo de capacidad y honradez notorias, para el cargo. En la legislatura pasada -según informaciones periodí­sticas- el único diputado del PDC tení­a más de 30 empleados a su servicio, entre “asesores” y asistentes (¿?). En el actual perí­odo, a saber. Y así­ tantos otros casos similares, en las distintas fracciones.

Ningún trabajo es deshonroso; al contrario, cualquiera que sea, el trabajador merece aprecio y respeto; sobre todo, ahora que el desempleo parece crecer en vez de disminuir. Pero, de eso a asignar plazas que no cubren el perfil del cargo, resulta deslealtad no solo al pueblo que paga sus impuestos, sino también al mismo trabajador honesto, quien -aunque necesita el empleo- no deja de sentirse mal al estar nombrado para una tarea que no puede cumplir. Excepción del trabajador activista, que está enterado de las argucias polí­ticas y malas intenciones de su empleador. Este es un claro ejemplo del clientelismo polí­tico…

Sin duda, seguirán los desafortunados plazos (intercambio de cuotas) y también la creación de plazas innecesarias en la Asamblea Legislativa, salvo que la población ponga coto a tanto desaguisado. Aunque falta mucho aun, quizás un dí­a se logre, para bien de la cosa pública y, especialmente, de la población salvadoreña. Cuestión de esperar…

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Renán Alcides Orellana
Renán Alcides Orellana
Académico, escritor y periodista salvadoreño. Ha publicado más de 10 libros de novelas, ensayos y poemas. Es columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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