lunes, 15 abril 2024
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¡Armonía! En un país de violencias

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La buena fe, de muchos que llaman a retomar la cordura, a bajar el tono, a procurar la armonía es respetable. Pero, es cuestionable la picardía e inmoralidad, con la que muchos otros llaman a evitar la polarización y a actuar civilizadamente, sin violencia, a actuar conforme a valores democráticos, a evitar la confrontación entre hermanos

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Los últimos 2 años el país ha vivido en una disputa abierta por la hegemonía en las decisiones políticas y la orientación del uso del poder del aparato del Estado. Eso es lo que se ha expresado en los enfrentamientos entre los Órganos del Gobierno; y, entre el Ejecutivo frente a los poderes fácticos que no dirigen hoy sus riendas.

Por eso, los históricamente detentadores del poder, activaron una especie de gobierno a la sombra y actuaron en diferentes frentes, locales y en el exterior, con la idea de mostrar un doble poder, cuestionando y denunciando sistemáticamente las decisiones y acciones del Ejecutivo, acusando de opacidad y autoritarismo su gestión, todo para restarle credibilidad y construir una narrativa de que está en riesgo la democracia.

En ese propósito formaron una cohorte de voceros nacionales y extranjeros, a algunos los había reclutado la idea del bipartidismo criollo e idealizaron en su narrativa el país de la sonrisa, a otros los ciega su afinidad, otros creen que acá estábamos ya en paz; a todos estos, en general, les es difícil leer esta "poli-guerra" en la que estamos, no avizoran y se niegan a aceptar que en el fondo es una pelea por el poder y al servicio de quién debe estar.

A esta cohorte le era mejor y continuo, “en tiempos de paz”, el mantener las conversas políticamente correctas, de héroes de guerra, hazañas de combate y frivolidades de postguerra, hablar del mundo de fantasías, del deber ser; y no, del mundo de las personas, del mundo del diario vivir, del enojo, de la insatisfacción, de la frustración del pueblo.

En este marco, se ha generado una crisis del poder, pero, hay que enfatizar, aún no estamos ante la derrota del dominio oligárquico-burgués en nuestro país. Particularmente, por la ausencia de pueblo organizado en movimientos sociales en ese bloque que encabeza Nayib Bukele, aunque este enarbole banderas populares.

Por esa última razón es importante para la causa popular, buscar incidir – disputar, desde los intereses populares, la agenda inmediata y el programa político del bloque de poder que encabeza Bukele. Por eso es clave, que el pueblo se organice y con su poder transformativo comprometa a ese bloque con su causa, por hacer de El Salvador un país solidario, inclusivo, que asegure oportunidades para todos y construya bienestar con justicia y libertades.

En el desarrollo de esta confrontación política, en este enfrentamiento por el poder y su orientación, con batallas abiertas en diferentes teatros de operaciones, con acciones y discursivas altisonantes, en medio de amenazas e intentonas golpistas y con la gente padeciendo las violencias del diario vivir, hoy, es cada vez más recurrente oír el llamado a la paz, a la concordia, a la armonía.

La buena fe, de muchos que llaman a retomar la cordura, a bajar el tono, a procurar la armonía es respetable. Pero, es cuestionable la picardía e inmoralidad, con la que muchos otros llaman a evitar la polarización y a actuar civilizadamente, sin violencia, a actuar conforme a valores democráticos, a evitar la confrontación entre hermanos. Estos picaros, sólo pretenden eludir la responsabilidad por la injusticia, la inequidad y la exclusión que viven las mayorías y sólo buscan proteger a los grupos de poder que representan.

Ahora bien:

¿Puede haber armonía y no indignación? en un pueblo olvidado, oprimido, reprimido, masacrado, expropiado, robado de su esperanza.

¿Puede haber armonía? en un pueblo que ha sido expulsado de su tierra para buscar oportunidades en tierras extrañas.

¿Es posible que haya armonía? en los Millones de salvadoreños que no tienen trabajo digno, los que se dedican al trabajo por cuenta propia, los que tienen empleo dependiente pero no son sujetos del reconocimiento de derechos, los que teniendo empleo con contratos no aspiran más allá de un salario mínimo, los que se ven forzados a aceptar tratos crueles e indignos para asegurar ingresos que pongan comida en la mesa de las familias.

¿Podrá vivir en armonía? el millón y medio de mujeres en edad de trabajar que se ve obligada por falta de oportunidades laborales, por la violencia y por la falta de Estado, a perpetuar el ciclo de pobreza, y se quedan en casa a asumir responsabilidades de cuido de los otros miembros en la familia.

¿Podrá haber armonía? En un país donde sólo 1 de cada 6 cotizantes activos del sistema previsional obtendrá una pensión; pero que enriquece a los dueños de las AFP y condena a la mayoría de los adultos mayores a depender de la caridad social o familiar, o, los obliga a trabajar y ganar voluntades altruistas para procurarse comida y techo.

¿Podría haber armonía? en una familia que vive rehén de la violencia terrorista en sus comunidades.

¿Puede una persona vivir en armonía? cuando su futuro es incierto, cuando el sistema le niega oportunidades, le margina, la estigmatiza y le condena a reproducir el ciclo de pobreza.

¿Puede una mujer salvadoreña, vivir en armonía? si su realización personal y su vida con goce pleno de sus derechos enfrenta las amarras feudales y patriarcales del poder y en la mente de la sociedad.

¿Puede una persona joven, hombre o mujer o de la comunidad LGBTIQ, vivir en armonía? si el estigma y la violencia del sistema los reduce en sus espacios, les cierra horizontes y les niega su desarrollo social, deportivo, cultural, económico y político.

¿Pueden vivir en armonía? las familias de la persona luchadora social o de las personas que fueron víctimas de violación de sus derechos humanos, o que fueron asesinadas o desaparecidas por la política genocida del régimen dictatorial de nuevo tipo que amparó la riqueza y disfrute de las elites oligárquicas, que hoy claman armonía y sensatez.

¿Puede haber armonía? En un país donde los bancos te prestan dinero sin mayores requisitos para consumo a tasas del 35 o 42 por ciento y te niegan créditos para inversión y vivienda si no tienes garantías.

¿Puede vivir en armonía? una sociedad que ve cómo el poder ha estado al servicio de elites y sus riquezas.

¿Puede vivirse en armonía? cuando las elites han favorecido la corrupción y la cleptocracia.

¿Habrá armonía en un país donde la justicia es selectiva y mercantilizable? Protege al poderoso y castiga al débil.

¿Es posible la armonía? en un país que sus anhelos libertarios han sido acallados por la metralla y el genocidio.

¿Puede haber armonía? en un país donde los poderosos evaden pagar impuestos y la carga tributaria la aportan los pobres.

¿Podrá haber armonía? en un país donde es desigual el reparto de los beneficios de la productividad, cuando el factor trabajo ha tenido sistemáticamente una caída en su participación en el PIB, mientras el factor capital se ha visto incrementado en su participación. Y donde entre los años 2000 y 2016, los beneficios empresariales se incrementaron en 35 por ciento, mientras los salarios reales se mantuvieron constantes (decrecieron en una décima del uno por ciento (-0.01%).

ENTONCES:

COMO NO PUEDE HABER ARMONÍA EN UN PAÍS DE VIOLENCIAS INSTITUCIONALIZADAS, EL IMPERATIVO DEL CAMBIO SE IMPONE. LAS ELECCIONES DEL PRÓXIMO 28 DE FEBRERO SON PARTE DE ESE CAMBIO, PERO NO LO SON TODO.

ES NECESARIO UN CAMBIO DE REGIMEN POLÍTICO QUE TENGA AL PUEBLO COMO SU OPCIÓN PREFERENCIAL Y A LOS MOVIMIENTOS SOCIALES COMO SUS ALIADOS ESTRATÉGICOS

Y UN SISTEMA POLÍTICO QUE ASUMA UNA ETICA DE COMPROMISO Y CUMPLA LAS PROMESAS ANTES DE QUE NUEVAMENTE EL DISGUSTO POPULAR LES CUESTIONES Y AMENACE.

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Francisco Martínez
Francisco Martínez
Columnista y analista de ContraPunto. Consultor en temas sociolaborales, exdirigente sindical y exmilitante insurgente. Con experiencia en capacitación y organización popular, formación en finanzas corporativas y gestión de recursos humanos.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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