Por Gabriel Otero
Se ha repetido hasta el hastío que en las últimas tres décadas hemos vivido sin parar el desarrollo de la tecnología, no hay tiempo para vahídos, acaso segundos para el asombro. A diario leemos expectantes sobre mega fraudes de todo tipo, separaciones de mellizos que comparten órganos o las novísimas linduras del almacenamiento de datos, los teléfonos móviles ya rebasaron lo impredecible, son diez o más aparatos en uno y se desvirtúa para lo que fueron creados.
La dicotomía entre lo analógico y lo digital está en boga, quien diría que dichos términos utilizados en la revolución electrónica se ramificarían hasta llegar a mesas de negociación entre países o incluso al fenómeno de la comunicación humana.
Analógico tiene varios significados, uno se refiere a un tipo de señal que recibe variaciones continuas, otra a la ausencia de lógica. Digital describe lo relativo a los dedos y a la forma de almacenar datos analógicos.
Algunos nacimos alegremente analógicos, imperfectos, con variables lógicas constantes, nos tocó utilizar reliquias como la máquina de escribir y divertirnos con el atari, el walkman o los discos de acetato. Nuestros hijos tienen resabios analógicos, pero en esencia son digitales, privilegiados de esta era, reyes del celular y del teclado, sus cerebros procesan enormes cantidades de información de todo tipo, ellos consumen reggaeton, pop y surf music en streaming y se relacionan en redes como Tik Tok o Instagram.
Paradójicamente habiendo tanta manera de atesorar, la memoria inmediata se ha convertido en algo masticable, nuestra mente analógica intenta rumiar datos, inasibles por abrumadores, la triste realidad es que envejecemos y no podemos responder con actitudes digitales.
Sin embargo, es una delicia ser analógico, baste recordar lo que nos costó cambiar los discos de acetato por discos compactos, el inmenso placer que nos causaba ver portadas, desenmarañar conceptos y leer letras, tararear canciones y oír el scratch del vinil mientras la aguja de diamante se deslizaba por armonías y melodías o el palpar las teclas de una vieja remington u olivetti y arrancar la hoja cuando nos equivocábamos o utilizar el socorrido corrector blanco que hacía más obvios nuestros errores, o jugar con el atari con animaciones planas y ruidos cacofónicos.
Lo analógico y lo digital son conceptos que pueden interpretarse bajo un tamiz generacional, por lo que no será extraño que así como tenemos un signo astrológico occidental u oriental, nos cataloguen de analógicos o digitales de acuerdo a nuestro día y año de nacimiento.
Lo analógico también tiene un sentido peyorativo, llamarle boomer a alguien es sinónimo de momia o de caduco, los de la generación x vamos raudos a alcanzar nuestro destino.
Por lo pronto yo soy analógico, de signo zodiacal Virgo y nací en el año de la serpiente.