La golondrina se estrelló haciendo cimbrar la ventana y resbaló dibujando un camino de sangre sobre el cristal. Quedó sobre la cornisa con sus dedos negros, largos, contraídos en un espasmódico intento por aferrarse a la vida.
La miré compadecido y por esas cosas extrañas de la mente, tu imagen se me presenta impactando las vitrinas de mi fantasía.
Suena el teléfono. Es tu madre, desgarrada me anuncia tu muerte al estrellar tu coche contra la puerta de vidrio del edificio. Sus palabras golpean mi equilibrio y mi aplomo se desmorona en una densa polvareda de sentimientos.
Un gato negro, de semblante maligno, aparece y salta desde el alero llevándose en el hocico al ave muerta. Recuerdo como al morir, muchas almas son cazadas por entidades siniestras de otra dimensión y enjauladas para sus horrendos propósitos.
Suena el teléfono. Tengo miedo de contestar.