Con el objetivo de mejorar la calidad del aire y ajustarse a los límites a la contaminación que marca la legislación europea, Alemania comenzará a vetar este jueves la circulación de camiones y automóviles diésel antiguos en centros urbanos.
Hamburgo, en el norte del país, hará historia al convertirse en la primera ciudad germana en declarar la guerra a los malos humos. En tramos de dos calles del barrio de Altona-Nord prohibirá a partir de mañana el tráfico de vehículos de gran tonelaje y de utilitarios que no se ajusten a la última norma anticontaminación comunitaria (Euro 6).
"Es bueno que por fin un Gobierno local empiece a proteger a sus ciudadanos de las emisiones de diésel tóxicas con tímidas medidas", valoró el portavoz de la organización medioambiental Greenpeace Niklas Schinerl. "Esto hace que la gente que a diario se ve expuesta a aires contaminandos tenga esperanza pero para colmar estas esperanzas se necesita algo más que el mero simbolismo", agregó.
En vísperas de poner en marcha la prohibición, la pregunta que muchos en Alemania se hacen es si el paso dado por la ciudad portuaria contribuirá de facto a mejorar la calidad del aire o se trata simplemente de un gesto de cara a la galería. El escepticismo reina entre los diferentes actores implicados.
"Es una buena señal pero no servirá para alcanzar el objetivo que persigue. Necesitamos prohibiciones completas", declaró Paul Schmid, portavoz en Hamburgo del colectivo ambientalista BUND.
Desde la pujante asociación de automovilistas ADAC, contraria a cualquier tipo de veto al tráfico rodado, lamentaron que los conductores se vean ahora obligados a pagar los errores cometidos en el pasado por la industria automotriz germana "y que la clase política no supo enmendar con determinación", en alusión a la gestión del escándalo de manipulación de motores diésel de 2015.
La asociación alemana de la industria automotriz (VDA), por otra parte, insistió que existen "mejores instrumentos" para luchar contra los altos índices de contaminación que la prohibición. "Las innovaciones tecnológicas ofrecen una mayor eficacia", subrayaron.
La prohibición a la circulación de vehículos altamente contaminantes en ciudad, que genera un gran malestar en el seno de la potente industria automotriz germana, puede aplicarse en Alemania en virtud de una sentencia dictada a mediados de febrero por un tribunal de Leipzig, en el este del país.
El debate sobre la prohibición de coches altamente contaminantes en entornos metropolitanos, que en un inicio tenía en Alemania un carácter puramente local, ocupa desde hace tiempo a la primera plana política del país.
Los esfuerzos se redoblan para hacer equilibrios que sirvan para contentar a la poderosa industria del automóvil germana -de la que dependen miles de puestos de trabajo- y a una ciudadanía cada vez más preocupada por el impacto que las emisiones tienen en el medio ambiente y en su salud.
A ello se suma además la presión de Bruselas, donde la Comisión Europea precisamente la semana pasada demandó a Alemania por no haber reducido suficientemente la contaminación atmosférica.
En 2017, un total de 66 ayuntamientos alemanes superaron los límites de contaminación permitidos. De ahí que en la potencia europea se espere que otras urbes, como Stuttgart o Múnich, sigan el ejemplo de Hamburgo y anuncien próximamente ofensivas contra el diésel.
En la ciudad-estado del norte de Alemania, con una población de cerca de dos millones de habitantes, circulan a diario cerca de 265.000 vehículos diésel, según datos de la Oficina Federal de Transporte (KBA). De ellos, unos 165.000 son automóviles viejos que emiten una gran cantidad de gases contaminantes.
La corporación municipal de Hamburgo, de tinte socialdemócrata, comenzará prohibiendo el tráfico de camiones en algunas calles y, en otras, vetar la circulación de automóviles, con excepciones como, por ejemplo, camiones de la basura, ambulancias, residentes, vehículos de reparto y taxis.
En los primeros días, la Policía de Hamburgo llevará a cabo una labor informativa y no pondrá multas. Más adelante, no respetar las restricciones podrá costar 25 euros (30 dólares) a los propietarios de automóviles y 75 a los conductores de camiones. Mientras desde el sindicato de Policía de Hamburgo se quejan de la falta de personal para controlar que los conductores se ajusten a la nueva normativa, otras voces insisten en que la calidad del aire tan solo se podrá mejorar si el veto de autos diésel se acompaña de otras medidas.
Entre ellas, citan el aumento del parque de bicicletas y de la oferta de transporte público, la reducción de la velocidad a 30 kilómetros horas en algunas calles, la renovación de la flota de autobuses por otros libres de emisiones, más estaciones de carga para coches eléctricos y restricciones de acceso para barcos altamente contaminantes que atracan a diario en el puerto de la ciudad.