Admisión castrense de un crimen

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El pasado 23 del corriente, en el juzgado de instrucción de Morazán, quién fuera número uno de la fuerza aérea en 1980, general Rafael Bustillo, admitió por primera vez “…una grosería…”como la definiera, la cometida en El Mozote, cuando el batallón Biri Atlacat bajo la dirección del entonces teniente coronel Domingo Monterrosa – de acuerdo a lo relatado por el ex general -, asesinara a los pobladores del lugar con lujo de barbarie (1,200 personas), entre el 10 y el 12 de diciembre de aquel año, para lo que según el ex comandante, la fuerza aérea proporcionó “…helicópteros a las tropas…“, alegando “…no saber el propósito u objetivos del operativos…”, procurando así exculparse de cualquier responsabilidad en las masacres.

El tal batallón Atlacat era denominado “Biri” por haber sido formado para presentarse de forma inmediata a los teatros del conflicto, cayendo sobre el enemigo con sorpresa y contundencia, para lo cual las fuerzas especiales estadounidenses lo preparara en Fort Brag, EU, y la CIA en la escuela de las américas, Panamá.

Sin embargo, el enemigo al que perseguía el Biri Atlacat no era cualquier enemigo, era el entonces FMLN – END, cuya efectividad probada en aquel conflicto, denominado de “baja intensidad” por los estrategas estadounidenses, lo evidencia el que su táctica confrontativa le permitiera luchar en condiciones desiguales durante 12 años, aplicándose en la denominada “guerra de guerrillas”, que la hacía un enemigo invisible para las tropas estatales que le perseguían y los militares estadounidenses que las adiestraban.

De acuerdo a las minutas del ejercito de aquella época, días antes de la masacre, un enfrentamiento entre el ejército y la guerrilla, reconocido por el general en su delación, se habría saldado a favor de ésta última, lo que derivara en una mayor frustración castrense, en la medida que sus pérdidas fueron mayores a las típicas, reconocido así por el general, lo que a su vez considera el detonante de la retaliación extrema aplicada por Monterrosa, a lo que a su entender, era la retaguardia de la guerrilla, la población civil nativa de aquel lugar.

El resto es historia

Mientras sobrevivió Monterrosa, siempre negó el crimen, al igual que el ejército y el gobierno; negación que aún mantienen los círculos más extremistas que aún abrasan aquel discurso; también la familia de Monterrosa procura conservar la leyenda heroica de aquel criminal, insinuando por ejemplo, luego de las declaraciones de Bustillo, que son las declaraciones de un orate, sugiriendo que la edad de Bustillo le impide una delación objetiva de los hechos.

Sin embargo, el estado mental del general, si bien puede cuestionarse por las contradicciones en sus declaraciones, puede explicarse por el reiterado intento que hace por exculparse de responsabilidades, lo que hace cualquier criminal, o cómplice, estando cuerdo.

Como sea, esta es la admisión de aquella masacre, antes negada por el estado y conexos, pero que se cierra en ésta etapa, con el reto que hace el general a sus colegas de aquella época, “…que enfrenten cada uno sus responsabilidades de aquella grosería…”.

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