Por Gabriel Otero.
No solo de paralelismos vive el hombre, también de espantosas realidades. Nuestra paz, además de incipiente es enana, esperábamos crecer hasta llegar al sol, pero no, nos quedamos a unos centímetros del suelo, algunos dirán que la edad de las naciones no puede ser equiparada a la edad humana. Pero si treintaiún años son nada, doscientos dos son miseria.
No hay justificación para la falta de voluntad de hacer lo pertinente, lo justo, las leyes para todos, aplicarlas siempre aunque indigesten, los asesinos de Víctor Jara en Chile fueron encarcelados después de cincuenta años de cometer su crimen, en Argentina se tardaron menos en juzgar a los generales de las juntas de gobierno y en El Salvador ¿aún habrá espacio para el mañana? ¿o los secuestradores revolucionarios seguirán indignándose que los califiquen como tal? ¿y los que cometieron errores de juventud tendrán la templanza para señalar adonde están los restos del poeta de mayo?
Y a estas alturas ¿se podrá proscribir la obra de Moloch el torturador, un partido político fundado sobre el odio? ¿y aún tendremos tiempo de borrar nuestro rostro de trogloditas ante el mundo por justificar antivalores y reinventar el lenguaje a nuestra conveniencia? Por ejemplo, “ajusticiar” en lugar de “asesinar”, “expropiar” en sustitución de “robo legal” o “patrocinio” en cambio de “secuestro”.
Y aunque la ley de amnistía se haya derogado y los gobiernos de derecha e izquierda, democráticamente electos, hayan sido un rotundo fracaso cuyo efecto erosionó el hoy invocado “estado de derecho”, tan cómodo para la mediocridad, es preciso reinventarse para encarar lo que viene, el mentado porvenir ya se asomó por el abuso constante de los gobernantes, el fastidio colmó los estribos de los gobernados.
Ahora se vive otra etapa, una política de gobierno frontal contra la delincuencia, que azotó durante lustros colonias y regiones enteras, los resultados seducen y hacen olvidar los desaciertos, la praxis es más poderosa que cualquier ideología.
¿Habremos aprendido algo del tiempo perdido? Lo dudo, la obstinación es circular y los tropiezos serán los mismos, por eso no rebasaremos las fronteras de lo incipiente.
Y como afirmaba Cioran “el miedo es la muerte en cualquier instante” y nosotros tenemos miedo a pensar, a imaginar que podemos construir otras realidades.