sábado, 27 abril 2024

A propósito de Roberto Armijo. El pie de foto fue demasiado…

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Por Ulloa, Félix (h)

San Salvador, febrero 1997 – En el merecido homenaje que le Suplemento Cultural TRES MIL, de Co-Latino, le dedica el sábado 1 de Febrero de 1997, al insigne escritor salvadoreño ROBERTO ARMIJO, en el que participan destacados intelectuales nacionales resaltando su fecunda obra y su vida consecuente, se publica un artículo de Tirso Canales, ilustrado con una fotografía tomada en mi casa en Septiembre de 1995, en la cual aparecen los más representativos miembros de la “Generación Comprometida”.

En la breve historia literaria de nuestro país, se reseña con tal denominación al grupo de jóvenes escritores universitarios, que se dio a conocer a mediados de los años 50s, (por ello también se les bautizó como la Generación del 56) mediante una obra poética y narrativa que asumía el compromiso político e ideológico, de manera consciente y militante del lado de los sectores populares, rechazando la estética que privilegiaba el arte por el arte.

Habiéndose incorporado algunos y acercado otros, al entonces proscrito y perseguido Partido Comunista,-el cual hasta el triunfo de Fidel y el Ché, en Sierra Maestra, era la única opción revolucionaria- comienzan a generar una producción alejada del clasicismo burgués, amodorrado y decadente; y sin caer en el clasicismo partidario anquilosado dentro del “realismo socialista”, que se imponía desde los patrones culturales de la nomenklatura soviética tampoco se plegó a los moldes de los iconoclastas que años atrás, habían idealizado a André Breton y su existencialismo individualista.

Poeta, investigador literario, luchador social: Roberto Armijo

Iniciaron su trabajo rompiendo formas tradicionales e incorporando a su obra, un contenido social novedoso, en su estilo propio, que para los puntillosos de la época parecía escandalizante, pero que al observarlo a la distancia de cuatro décadas, nos presenta un testimonio de lo que la cultura nacional es capaz de producir, cuando se asume con responsabilidad el oficio de escribir.

En realidad, pienso que se abría un cauce de pensamiento y acción parecido al humanismo nerudiano, en una especie de continuidad del ambiente europeo en el cual Walter Benjamín, George Luckas y el mismo Jean Paul Sartre, debatían en torno a la estética y el marxismo; era también un resurgimiento de la vitalidad y energía de Cesar Vallejo, de esa misma fuerza espiritual que no reconoce subordinaciones, ni arquetipos creativos, la misma que enfrentó a Louis Aragon, encargado cultural de Les Lettres Francaises, con la dirección del Partido Comunista francés, por haber publicado un retrato de Stalin, hecho por Picasso, el cual según el censor oficial , ofendía la memoria de dictador.

A ellos, como a nosotros más tarde, la revolución les llegaba por la vía cultural.

Entre los más destacados sobreviven Manlio Argueta, Tirso Canales, Pepe Rodríguez Ruiz, Roberto Armijo y José Roberto Cea; todos cargando los pertinaces recuerdos de los acosos policiales, de las ergástulas carcelarias donde estuvieron prisioneros innumerables veces, amenazados a muerte tantas más, y con excepción de Cea, marcados por largos exilios.

Cercano a su trabajo estuvo Oswaldo Escobar Velado, de una generación anterior, y Alfonso Quijada Urías, prototipo de la siguiente camada. Algunos de sus miembros reconocen entre sus contemporáneos a Orlando Fresedo, Mauricio Silva (que prometían mucho fallecidos a temprana edad), Mercedes Durand, radicada en México; a Waldo Chávez Velasco, Irma Lanzas y Alvaro Menen Desleal, quienes abandonaron las filas del grupo.

Y por su puesto a Roque Dalton García, el más conocido de todos. El intelectual revolucionario que resolvió el dilema de conciencia –que se presentó ideológico e inexorable a la mayoría de aquellos intelectuales- optando por empuñar el fusil, como lo hicieron varios de ellos a lo largo y ancho de América Latina, durante las décadas de los 60s y 80s.

En la citada foto, histórica desde luego, pues reúne a los cinco auténticos sobrevivientes de la Generación Comprometida: Cea, Tirso, Armijo, Pepe y Manlio, aparezco yo. Sí, yo. Lo cual no sería extraño pues con todos ellos me unen vínculos de amistad de diferentes naturalezas y procedencias, pero que tienen el denominador común de nuestro amor por el arte, la literatura y la revolución. Lo que sin duda debió haber levantado escozores y causado enconos, fue el pie de foto, que sin parar mientes, al momento de nombrar a los fotografiados como miembros de la prestigiosa generación, me menciona en tal calidad.

Poeta guatemalteco Otto René Castillo, fundador, entre otros como Dalton y Armijo, del Círculo Literario Universitario; murió tras horrendas torturas a manos del ejército guatemalteco, en marzo de 1967.

Fue sin duda un equívoco, que a mí, me levantó el ego, y a otros, supongo, además del asombro, debió haberles provocado un poco de cólera.

De todas maneras, gracias Tirso. Me hiciste sentir grande por un momento, al colocarme a la altura de ustedes.

Quiero aprovechar la ocasión, para reiterarte a ti, a Roberto y a los demás compañeros, que a pesar de que por ahora estoy inmerso en un mundo de políticos mediocres, insensibles a las manifestaciones del alma, de burócratas indiferentes a la eclosión de las ideas, de mercaderes inconmovibles ante una obra de arte; en el cual tengo que luchar contra la indolencia de ciertas fuerzas que añoran el pasado, que suspiran por las tiendas de raya, que cambian las reglas del juego a su conveniencia, desacreditando el endeble proceso democrático que todos queremos hacer avanzar, nunca abandonaré la ilusión, ni los ideales con los que tanta veces soñamos juntos. Que a pesar de la falta de solidaridad de cierta izquierda, (que por cierto no son los socialistas) cuya escaza inteligencia y su voraz ambición, no le permite valorar el trabajo realizado, sigo siendo el mismo compañero del cual la Generación Comprometida, la de Roque, puede estar orgullosa pues la semilla cayó en tierra fértil, y al árbol crece, y seguirá creciendo para anidar al pájaro azul de nuestras utopías.

Lo único que no pudo prometerles es escribir ni con la calidad, ni con la fecundidad de ustedes. Haré el esfuerzo de registrar algunos hechos, algunas fantasías, sin pretensiones estilísticas como dice David Escobar Galindo, tratando de encontrar el tiempo necesario, después de escribir los tediosos trabajos e informes que me impone el mundo de la burocracia. Y les juro que jamás olvidaré a Menen Desleal cuando afirma que ser escritor es un oficio que no se logra jamás, ejerciéndolo los fines de semana.

Hasta pronto poetas, y ojalá que los cinco estén juntos para recibir el nuevo milenio. Yo espero estar también con ustedes, y que podamos echarnos los tragos en honor al Siglo XXI.

San Salvador, febrero 1997

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