Los acuerdos de paz de 1992 pusieron fin a la confrontación militar y a la hegemonía y exclusividad política de la oligarquía, pero ésta continuó con suficiente poder para continuar la guerra por otros medios: el usufructo amañado de los bienes del estado (privatizaciones y licitaciones) en los gobiernos de Arena, y el incremento de la guerra política y mediática (polarización) contra los gobiernos del FMLN.
Por su parte el FMLN y sus gobiernos no han podido construir un rumbo nacional (ni particular) ni liderarlo, y terminó como el “enemigo”: empantanado en la polarizada confrontación, que a la fecha impide, no sólo la construcción de un proyecto nacional, sino que la construcción de acuerdos parciales como el de las pensiones.
Todo el derroche de energía, tiempo y recursos puestos en función de la confrontación e intereses particulares, ha posibilitado que la política y sus representantes se descuiden de intereses primarios de la nación y ello ha llevado al incremento de la delincuencia, al poco crecimiento de la economía y el empleo, a las deficiencias en educación y salud, al incremento de la corrupción y los problemas fiscales.
Entonces, ¿cuál es la alternativa?: continuar con la confrontación o buscar un proyecto de nación? De la respuesta a esta pregunta depende en gran medida la ruta a seguir.
La película de la confrontación o polarización y sus consecuencias ya la conocemos, lo que no sabemos es hasta donde la va aguantar la población y las reacciones venideras. Ya existe un rechazo de parte de sectores de opinión y población a esta forma de hacer política y va en incremento.
La película de un proyecto de nación solo la conocemos como modelo de otros países. En El Salvador, nunca lo hemos tenido, la Republica se formó con esas características: la exclusión, las extremas desigualdades y la marginación, son una falla de origen de los dirigentes de aquella época, la cual se prolongó a travez de los años y aún la vemos en el espejo de la actualidad.
La premisa más importante para construir un plan de nación es la realidad: empezando porque los poderes económicos, políticos y sociales están más o menos equiparados y no es posible desde un gobierno o gobiernos imponer un proyecto particular a otros, eso solo es posible, a veces, cuando se es vencedor total después de una guerra. Por tanto hay que conjugar esos interese económicos, políticos, ideológicos, pero, tomando en cuenta los intereses de la mayoría y sin excluir las minorías.
Ya teniendo la voluntad y el pensamiento puesto en la construcción del plan de nación, la otra parte clave es el liderazgo para impulsarlo. Hay que tener en cuenta que esta es una tarea titánica y difícil, pues se necesita mucha sensibilidad política, mucha voluntad política y mucho pensamiento político y mucha acción, la confrontación es mucha más fácil, no requiere de grandes cualidades, pero liderar una unión es otra cosa.