Más con pena que gloria, especialmente en los campos político y social, el año 2018 se va, para dar paso al 2019. Si bien, no pueden ignorarse satisfacciones, logros y buenas acciones, cierta es también una deuda integral de los políticos con el pueblo salvadoreño, destacando, entre otros, varios actos de corrupción, de sobra conocidos por la población, pero aun no esclarecidos judicialmente.
Como reverso positivo de medalla, sin embargo, el 2018 trajo a una gran mayoría de salvadoreños -católicos y no católicos- especial regocijo por la elevación a los altares del Beato Oscar Arnulfo Romero, ahora San Romero de América y del mundo. La gratificante ceremonia, con proyección universal, tuvo lugar en el Vaticano, Roma, Italia, el 14 de octubre de 2018.
Un mínimo sector de la población, incluyendo clérigos y otros católicos y -cuesta creerlo- hasta de su mismo nivel jerárquico, no acepta la santificación de Monseñor Romero, haciéndole el juego o pensando como aquellos altos funcionarios y particulares, que sabían del nefasto plan y hasta aplaudieron el salvaje crimen del ahora Santo: San Romero, perpetrado por escuadrones de la muerte, el 24 de marzo de 1980.
Pero, también las deudas y malas acciones son muchas y, por eso, no es posible su mención total. Imposible olvidar, por ejemplo, el incumplimiento de plazos en la Asamblea Legislativa, en cuanto a la elección de cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que estando los diputados obligados, constitucionalmente, a elegirlos en julio, lo hicieron varios meses después. Aunque los diputados argumentaban, escasamente apoyados por mínimos sectores, que el retraso obedecía a su “interés por elegir a los más idóneos”, el tiempo y varios hechos asociados con la elección, les contradijeron. Para todo mundo, menos para ellos, la cosa quedó tan clara como el agua: se trataba de acordar “cuotas partidarias” para, como siempre, seguir protegiendo sus intereses personales y los de su partido. Y lo lograron. Sólo que ahora el pueblo espera, y así lo exigirá, que se emitan sentencias realmente justas e independientes, ajenas a lineamientos partidarios.
Igual, casi finalizando 2018, se dio la elección del nuevo Fiscal General de la República, Raúl Melara, en medio de muchas dudas de inconstitucionalidad por evidente relación con el partido ARENA y en contradicción con un mandato relacionado de la Sala de lo Constitucional de la CSJ. Hay varios antecedentes de nulidad en otros casos como este por militancia partidaria (en CSJ, CNJ, TSE…), que justificarían recursos de inconstitucionalidad por el nombramiento de Melara, invocando aquellos antecedentes.
Sin desestimar los otros males, la corrupción ha sido el peor de los flagelos que ha minado, enormemente, a la economía de la familia salvadoreña y al estado como tal. Con ligeras señales contra la magnitud del problema, varios casos emblemáticos de altos funcionarios -diputados, magistrados, jueces y otros- investigados por malos manejos o robo de la cosa pública -impuestos y pertenencias del pueblo salvadoreño- siguen ahí en la Sección de Probidad de la CSJ, como adormecidos hasta el olvido, mientras el pueblo, honesto y laborioso, sigue demandando aceleración en tales investigaciones.
O quizás, como en la mayoría de los casos de varios ex y funcionarios “pudientes”, o amparados por fuerte poder político y económico, pasen también a engrosar las filas de los tantos privilegiados por la impunidad…
Se debe pensar bien y, por eso, quizás no les convenga a todos los encargados de ordenar estas cosas, seguir jugando con la dignidad e inteligencia de los salvadoreños. Los tiempos cambian, los pueblos evolucionan… Y estos, son otros tiempos y este un pueblo distinto, evolucionando…
Viene asomando 2019. En un clima de inestabilidad social e incertidumbre -pero también de esperanza y de nuevas acciones- el pueblo salvadoreño espera las elecciones del 3 de febrero, para elegir Presidente y Vicepresidente de la República (2019-2024), confiado en que todo será para construir, realmente, un país mejor, en beneficio del desarrollo integral de la familia salvadoreña.