sábado, 7 diciembre 2024
spot_img
spot_img

Ya dejen de joder con los diputados

¡Sigue nuestras redes sociales!

spot_img

Evidentemente, hay un problema con la asamblea legislativa y la ética de bastantes diputados que han aprovechado su condición para hacer negocios. Evidentemente, los sueldos de los diputados y sus privilegios suponen un agravio comparativo en un paí­s con sueldos miserables y con una hemorragia de vidas permanente. Todo esto verdad. Lo falso es creer que los grandes dilemas del paí­s se resolverí­an por arte de magia con una bajada de sueldos generalizada en la asamblea legislativa. Los problemas del paí­s tampoco se resolverí­an si pudiésemos contar con un ejército de polí­ticos eficaces y honestos.

Evidentemente, una polí­tica más ética y racional es necesaria para resolver ese gran rompecabezas en que se ha convertido nuestro pequeño paí­s. Pero un avance en ese terreno solo clarificarí­a una variable de una ecuación compleja que no hemos sido capaces de resolver en toda la existencia de El Salvador como nación libre. Junto al eterno desafí­o de construir una democracia verdadera, nuestro problema central y más difí­cil de remover continúa siendo el de una economí­a incapaz de generar empleo, el de una economí­a con unos desequilibrios distributivos enormes.

No es papá gobierno el único gran culpable de lo que ahora está pasando. Si hubiese que sentar en el banquillo de los acusados a los responsables de lo que hoy nos sucede, habrí­a que someter a juicio a este modelo de sociedad que es una máquina de expulsar población, a este modelo de sociedad que tritura a sus ciudadanos, a este modelo de sociedad que se ha tragado el futuro, a esta sociedad que se ha convertido en una máquina de parir monstruos.

Con esto no pretendo exonerarnos de nuestras responsabilidades personales y colectivas. La actual situación que vivimos representa un nuevo fracaso para el conjunto de las elites económicas y polí­ticas salvadoreñas. Las elites oligárquicas salvadoreñas, esas elites que presumen de ser nacionalistas, confunden el nacionalismo con la defensa de sus intereses gremiales. La pasividad estratégica que han demostrado en esta crisis que ya dura veinte años revela que no van a mover un dedo mientras sean pobres las principales ví­ctimas de la violencia social y mientras la muerte diaria de los pobres suponga una perdida mí­nima en la gran máquina de hacer dinero.

Evidentemente, la izquierda burocrática también ha fracasado, tal como antes habí­a fracasado la derecha. Pero el fracaso del FMLN resulta más doloroso en la medida en que esperábamos de él un proyecto y una salida para los callejones sin salida del paí­s y lo que nos hemos encontrado en su forma de gobernar es una lí­nea de continuidad con la vieja cultura polí­tica. Muchos dirigentes del FMLN se han convertido en aquello que odiaban hace treinta años. Así­ que ahora podemos sumar a la izquierda oficial en el cuadro del gran fracaso de las elites salvadoreñas.

Los intelectuales también tenemos nuestra cuota de responsabilidad en lo que está pasando en la medida en que no hemos sabido construir una esfera de inteligencia crí­tica donde se discutan con lucidez los problemas del paí­s, a cierta distancia de los intereses partidistas y las posturas doctrinarias. No solo eso, en algunos casos a los intelectuales no nos ha importado acomodarnos institucionalmente para convertirnos en actores del bullicioso circo de una cultura enajenada.

Lo que nos está pasando habla mucho y mal de una sociedad civil que hasta ahora ha permanecido de brazos cruzados mientras observaba como los leones se multiplicaban y se comí­an a otros. Esa sociedad civil también ha metido la cabeza en el agujero mientras la mancha de la violencia se extendí­a. A estas alturas, el problema nos sobrepasa a todos y ya no podemos esperar que un profeta o un lí­der milagroso vengan a salvarnos. No sé cómo vamos a escapar de esto (dejando al margen a los que siempre creen que la única respuesta posible es un gran baño de sangre), pero cualquiera que sea nuestra manera de salir de la actual tragedia colectiva, únicamente podremos conseguirlo si logramos convertirnos en comunidad.

 

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

Álvaro Rivera Larios
Álvaro Rivera Larios
Escritor, crítico literario y académico salvadoreño residente en Madrid. Columnista y analista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

spot_img

También te puede interesar

spot_img

Últimas noticias