“El 26 de abril de 1986, a la 1 h 23″² 58″™”™, una serie de explosiones destruyeron el reactor y el edificio del cuarto bloque energético de la Central Eléctrica Atómica (CEA) de Chernóbil, situada cerca de la frontera bielorrusa. La catástrofe de Chernóbil se convirtió en el desastre tecnológico más grave del siglo XX”, dice Aklexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, quien recoge el testimonio de la población que vivió, sufrió y sigue sufriendo, esa tragedia que todavía no termina de dimensionarse.
En 2016 se cumplieron 30 años de la explosión. La autora, como introducción para situar los testimonios de las personas a las que entrevista, a quienes da la voz, sitúa los hechos. Plantea qué fue lo que pasó, describe cómo actuaron las autoridades para resolver el problema y enfrentar la emergencia. Deja constancia de su incapacidad e irresponsabilidad. Establece cuáles fueron los efectos de la radiación sobre millones de personas, la desaparición, para siempre, de cientos de pueblos. A quién se culpó de los hechos y cuál ha sido su castigo. Qué países, de la entonces Unión Soviética, fueron afectados. Dimensiona en cifras la gravedad de los hechos y deja ver cómo esta tragedia es única en la historia.
Los siguientes capítulos se articulan a partir del testimonio de los cientos de personas entrevistadas por Aklexiévich. Personas que desde muy distintas perspectivas son testigos y víctimas de lo que ocurrió en Chernóbil. A partir de entonces sus vidas cambiaron. Los habitantes de la región afectada tenían experiencia de la guerra. Algunos habían participado en la II Guerra Mundial, otros más jóvenes la había sufrido y otros habían oído hablar de ella. Sabían que era, qué efectos produjo y cómo se debía actuar. Se sabían vencedores y que habían podido reconstruir sus pueblos. En ellos vivían desde siglos.
Chernóbil en nada se le parece. Es algo distinto y único. Como efecto de la explosión ya nunca más podrán volver a sus pueblos, al lugar de sus ancestros. Las comunidades fueron enterradas. En otro lado de la geografía deben construir una nueva vida. Cada uno intenta, por su cuenta, hacer frente a lo que pasó. Los efectos de la radiación nuclear eran desconocidos para todos. Los campesinos de la región no sabían lo que podía pasar. Al momento de la explosión nadie les dijo qué debían hacer. Días después empieza la evacuación.
El impacto radioactivo de la explosión equivale a 350 bombas como las que se lanzaron sobre Hiroshima. Los testimonios recogen las vivencias de lo que sucedió ese día y los que siguieron. Recoge también cómo eso ha seguido afectando sus vidas. Cómo han visto morir, años después, a sus familiares y a sus amigos, por el efecto de la radiación. Cómo ellos han tenido que enfrentar esa realidad que afecta su salud y los hace distintos. Aklexiévich deja que la gente hable, algunos lo hacen por primera vez. Les duele recordar. Les duele haber sido engañados. Les duele saber que nunca más volverán al hogar de origen.
La manera como la autora organiza el material de las entrevistas enfrenta al lector con el testimonio directo, desencarnado, de seres humanos que han vivido, que viven, una situación que es única. En la historia de su país y del mundo sólo ellos la han sufrido. La fuerza del texto es el respeto a la narración personal de cada uno de los entrevistados. El conjunto de las voces crean un gigantesco coro, que grita lo que ahí pasó, pero que ahora sigue pasando. La pesadilla no ha terminado. La pesadilla no es algo imaginario. Es real.
Versión original: Tchernobylskaia Moltiva, 1997. La traducción del ruso al español es de Ricardo San Vicente.