“Uno siempre muere demasiado pronto o demasiado tarde. Y, sin embargo, la vida está ahí, terminada… “(J.P. Sartre)
La pandemia de COVID19 ubica el fenómeno de la muerte con mayor cercanía a nuestras realidades; cada vez tenemos más noticias de seres cercanos que fallecen. Las estadísticas de mortalidad y de letalidad del virus son fuertes y dramáticas. Pero la muerte trasciende al fenómeno pandémico, es una realidad humana que intentamos esquivar.
Cuando nacemos ya somos adultos para morir… (para morir basta con estar vivo); la muerte es la mayor certeza del ser humano; en la medida que vamos creciendo surgen sueños, planes, proyectos de vida, un sinfín de posibilidades y oportunidades que pueden cumplirse o no…
La muerte es la realidad más democrática que existe. Su aparición no está condicionada al clima, o a la geografía, ni determinada por la edad, la raza, el sexo o la religión. No favorece, ni discrimina. El dinero no la detiene y la pobreza no le produce compasión. Se lleva al genio, al bruto, al corrupto y al puro. A héroes y a tiranos, a los fracasados y a los victoriosos. La muerte se lo lleva todo (R. Blades).
Aunque nos cueste creer, parafraseando a Octavio Paz, la muerte ilumina nuestra vida; la muerte es intransferible, está ahí como parte de la definición existencialista del sujeto, y debemos acostumbrarnos a ella. En efecto, nacer es a vivir, como vivir es a morir. Somos seres para la muerte –aunque suene fatalista- (sein-zum-tode). Pero también hay una visión presocrática con cierto desdén: “La muerte no es nada para nosotros, porque mientras vivimos, no existe la muerte, y cuando la muerte existe, ya no somos”.
Para platónicos, hegelianos y creyentes la muerte es liberación del espíritu encerrado en la naturaleza, iniciando así el camino a la trascendencia; para los pragmáticos y agnósticos la vida es lo que fue aquí y ahora. Como sea: “Vive, vive honestamente, Tarde o temprano atravesaremos el umbral de la muerte. Porque en la naturaleza de todo hombre, Ninguno se escapa de esta suerte” (Jesús del Cid Robles)
La pregunta última y fundamental del ser humano –que no solemos hacernos- es ¿vivir para qué?; en términos generales, nos educan para la prosperidad, y dependiendo del contexto en donde nacemos el abanico maniqueo se despliega entre pobreza y riqueza extrema. Pero no solo vivimos para estudiar, trabajar y producir, o para amar o querer, creería –ingenuamente- que a nuestro paso por esta historia y por este planeta deberíamos dejar algo, una especie de huella positiva que vaya más allá de sembrar un árbol, tener un hijo o escribir un libro.
Por un lado, es indiscutible que vivimos para los demás, para la alteridad, y no para nosotros mismos; en efecto, la vida como principio y fundamento y, la muerte como fin último se da y se sufre desde los otros. Nos duele la muerte de familiares y amigos, sentimos su ausencia, sobre todo en circunstancias prematuras, injustas o violentas. La muerte es una seguridad histórica, es cuestión de tiempo y de circunstancias –estar en el momento equivocado-, y esto supondría en cierta medida estar preparados para morir.
Es realmente paradójico que todos nos vamos a morir, el más pobre y el más rico, y más allá de extender un poco la vida con buenos servicios de salud, al final nos espera la muerte en circunstancias símiles; llegamos a este mundo como casi como un misterio genético, y nos vamos de él bajo circunstancias de un natural deterioro.
Creo que la muerte no nos debe preocupar mucho… ella será y se dará, lo importante es vivir en plenitud, hacer las cosas lo mejor posible, ayudar, compartir, tener un propósito, dejar huella; que seamos de grata recordación para quienes estuvieron cerca de nosotros. Anotó Isabel Allende: “La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”.
Por el momento vive y procesa del mejor modo la muerte de tus seres cercanos, era cuestión de tiempo; puede ser un cambio de misión o el menor de los sufrimientos, y como decía García Lorca “si no te preocupaste en nacer tampoco te preocupes en morir”. Por el momento vive, sigue viviendo…