martes, 10 diciembre 2024
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Vivimos tiempos confusos

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Lo más lamentable es que todo este movimiento de fundamentalismos fue incubado, como un huevo de serpiente, en el tibio seno de la ineptitud de las izquierdas, que fueron incapaces de luchar contra la penetración ideológica y, ya no se diga, contra las doctrinas económicas neoliberales

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"La guerra que se acerca estallará mañana lunes por la tarde y tú en el cine, sin saber quién es el malo". Joaquín Sabina

Vivimos tiempos confusos. Antes era más claro, los rusos eran los buenos y los gringos los malos. Después vino la perestroika, cayó el muro de Berlín y ya no se entiende nada.

El neoliberalismo, impuesto en el mundo, a partir del golpe de Pinochet en Chile, vino a transformar la civilización occidental en lo que, muy bien definió un líder religioso, como capitalismo voraz. Rompió totalmente nuestras comunidades, imponiendo el individualismo y la competencia bajo el concepto del darwinismo social, destruyó las estructuras sociales tradicionales, de suyo injustas, pero las sustituyó por otras aún más estrechas y férreas.

Las formas religiosas devinieron en doctrinas intolerantes y resurgieron oscurantismos que ya se creía habían sido superados. De esta forma, estamos viendo un rebrote de fundamentalismos fascistas, con todas las taras sociales que eso lleva consigo. Los racismos, caciquismos, represión, etc. Las luchas de los sectores sociales que, durante los conflictos políticos, armados o no, fueron ignorados por las izquierdas tradicionales, y que reclamaron su posición en la agenda de la postguerra, como la reivindicación de los derechos de las mujeres, las minorías étnicas, las sexualidades diversas, los ecologistas, los pueblos originarios, etc., cada vez han encontrado una resistencia más fuerte y hasta violenta por parte de esos neo oscurantistas. Las leyes antiaborto se han convertido en la mayor mordaza contra las mujeres.

Es evidente el destino que las grandes superpotencias han trazado a Latinoamérica, el de ser el suministro de minerales.

Los fundamentalismos religiosos, como los que destruyeron el Medio Oriente, están siendo trasladados a nuestro continente, en la forma de sectas católicas y evangélicas intolerantes y violentas. Por años han mantenido una labor de penetración, aparentemente inofensivas, pero ahora ha llegado su momento de asaltar el poder. Hasta hace poco, incluso los pensadores más centrados, veían las advertencias, como delirios de conspiranoicos. Espero que los acontecimientos del Cono Sur les espabile. La situación es delicada. No es algo sin importancia la campaña de lectura de la Biblia en las escuelas, ni la invasión de templos “cristianos”, en los barrios populares, hasta dos y tres en cada calle, y todos predicando “la verdad”. Peor aún, cuando los diputados –de todos los signos políticos– hacen gala de su fundamentalismo religioso, en los mismos congresos nacionales. Allí se supone que debe haber amplitud social, convivencia y tolerancia de todas las corrientes de pensamiento y conciencia de la sociedad.

Las condiciones políticas actuales no pueden ser más confusas y, a la vez, graves. Sobre todo si completamos ese esquema, con el poder que ha alcanzado el crimen organizado, que tiene la capacidad de veto suficiente para imponer su voluntad sobre los gobiernos. Todo esto, manipulado por los grupos oligárquicos del Norte. De ese tema no se habla, se prefiere darlo por sobre entendido, por lo que pasa con bajo perfil, pero se ha colado en todo el sistema circulatorio de nuestra sociedad, al punto de que no podemos ni imaginarnos la importancia que tiene el rubro “lavado” en nuestra economía, pero hay opiniones de que llega hasta uno de tres.

Todo esto obnubilado por doctrinas de dioses terribles, renacidos de tiempos ancestrales, de antes de las formaciones de ciudades-estados, cuando necesitaban de caudillos militares para invadir y reclamar tierras para asentarse como comunidad. Dioses crueles, que igual ordenaban el asesinato de pueblos enteros, para garantizar su poder. Así nació el patriarcado, raíz de milenios de dolor y muerte. Pues esta es la doctrina que han revivido de las sombras de la historia y está enquistando en nuestra sociedad, un auténtico credo retrógrado, que pretende retroceder la sociedad hasta antes de la Revolución Francesa.

Lo más lamentable es que todo este movimiento de fundamentalismos fue incubado, como un huevo de serpiente, en el tibio seno de la ineptitud de las izquierdas, que fueron incapaces de luchar contra la penetración ideológica y, ya no se diga, contra las doctrinas económicas neoliberales. En nuestro país, el frente nunca le discutió el poder ideológico a los fundamentalistas católicos, como el Opus Dei. Y toleraron el crecimiento de las sectas "cristianas". En la actualidad, en lugar de enfrentar sus errores pasados, hacen un contubernio contubernio entre izquierda y derecha, tratando de restablecer la amnistía, que tanto daño ha hecho a nuestra sociedad. "Reconciliación" le llaman. Qué visión más bizarra tienen de la reconciliación. No hay nada más parecido a la impunidad. Protección colegiada de las cúpulas partidarias ante los reclamos de justicia de la sociedad civil.

Necedad de necedades. Perdieron todas las perspectivas de todo. De toda la historia, de las condiciones actuales y, por supuesto, del futuro. De todo. Se quedaron girando, como un trompo, centrifugados en torno a la cosa estatal. La lucha política se redujo al negocio de la conquista de los cargos políticos del estado. Olvidaron de dónde venían, le dieron la espalda a la sociedad civil, con todas sus corrientes ideológicas y sus matices. La democracia era muy incómoda para ellos y resolvieron las discusiones con corrientes internas, que les hubiera obligado a aplicar las herramientas democráticas, con expulsiones y fusilamientos civiles, en las redes sociales, con acusaciones de traición.

Pues bien, quedaron solos. Nuestra gente dio un salto –lógico por demás– hacia adelante en su maduración política y definió, muy claramente, que ya no quería seguir el juego de los partidos de “izquierda” y “derecha”.

De hecho, los grandes movimientos que cubren la tierra con su energía orgónica, en la actualidad, no son dirigidos por políticos. Incluso, el nacimiento de “Nuevas Ideas” y su gran acogida por nuestra población no ha sido lidereado por un político. Son movimientos sociales, nacidos del cansancio de las alternativas partidistas. Estudiantes, indígenas, mineros, etc., que enarbolar banderas civiles, como la wifala.

Ellos están rescatando la idea de la “rebelión de los pueblos” en la búsqueda de nuevos paradigmas, una búsqueda que está más allá de las “derechas e izquierdas tradicionales”, no hay vuelta atrás con esto.

Pero el dinosaurio sigue allí, no el de Tito Monterroso; el histórico.

Basta por hoy de reflexión. Luego seguimos, que hay mucho por analizar.

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Carlos Velis
Carlos Velis
Escritor, teatrista salvadoreño. Analista y Columnista ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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