“La desigualdad y la exclusión son los factores principales que generan el nivel de pobreza que enfrenta el país, esto desencadena la situación de violencia desbordada y difícil de superar, aunque no imposible”, expresó la socióloga Edy Ortiz a ContraPunto, refiriéndose a las consecuencias sociales que provoca la pobreza en El Salvador.
La experta afirma que, efectivamente, la violencia puede ser consecuencia de la situación de pobreza, pues esta puede generarse por la falta de empleo, la exclusión de los jóvenes y porque el país siempre ha sido violento.
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“La agresión es parte de la respuesta de un individuo o grupo social que se siente excluido. Además somos un país que siempre ha querido resolver sus problemas a través de la violencia; esto se originó desde que vinieron los españoles; ha sido siempre un mecanismo de control coercitivo”, dijo Ortiz.
Un estudio sobre la pobreza realizado por la Secretaría Técnica de la Presidencia define la situación como la privación de recursos, capacidades y acceso efectivo de las personas para gozar de sus derechos y tener una mejora continua en su nivel de vida.
Además revela que, según sus cálculos gubernamentales, del total de hogares salvadoreños, el 35.2% son pobres multidimensionales, “en contraste, 31.9% de los hogares es pobre por ingresos; y el 49.4% tiene algún tipo de pobreza; 14.2% enfrentan pobreza monetaria mas no pobreza multidimensional; y 17.7% enfrentan ambos tipos de pobreza”.
Sin embargo, el director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA), José María Tojeira, opinó que no siempre es tan acertado decir que la pobreza es generadora de violencia. “Algunas de las regiones más pobres tienen menos violencia que ciertas zonas suburbanas con un ingreso monetario promedio sustancialmente mayor”, explica.
Para el jesuita, la pobreza es en sí una forma de violencia y los pobres no lo son por casualidad, pues añade que cuando la pobreza aumenta y es claramente injusta, y resulta lógico que provoque reacciones violentas, al menos en algunas personas.
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“Y lo decimos porque la mayoría de gente prefiere soluciones pacíficas, como la migración o trabajar horas extra, si les es posible. Pero queda siempre ese conjunto de algunos que puede crecer sustancialmente cuando el empobrecimiento de muchos es sistemático y la desigualdad en el ingreso, fruto del trabajo, aumenta día a día”, detalló.
Tanto Tojeira como Ortiz coinciden en que la desigualdad, la pobreza injusta y el empobrecimiento de muchos mientras otros se enriquecen están relacionados directamente con la violencia.
“Hay que insistir en ello porque en nuestro país se repiten frases como: que los maten a todos, quien la haga que la pague, volvamos a la pena de muerte. Las mismas autoridades de seguridad prefieren hablar de represión del delito que de persecución del delito, o insisten en un derecho a defenderse de los policías que suena a veces a rienda suelta en favor del gatillo fácil”, indicó.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) revela que para reducir la pobreza y por ende el nivel de violencia se debe apostar por mayor acceso al empleo juvenil, el cierre de las brechas de inequidad de género y el combate del trabajo nocivo, en específico el trabajo infantil.
“Se debe enfatizar la necesidad de un pacto por el trabajo decente, basado en el diálogo nacional, y una apuesta al desarrollo de capacidades por medio de un sistema educativo de calidad, inclusivo y transformador”, afirma el Programa.
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El Gobierno, por su parte, sigue trabajando con políticas de represión y en su última estrategia ha incluido los componentes de prevención y reinserción. Sin embargo, buena parte de los jóvenes salvadoreños sigue sin integrarse al mercado laboral debido a la escasez de oportunidades.
Las cifras revelan que más del 60% de jóvenes con edad suficiente para trabajar no encontraron un empleo formal. La Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples de 2015 señala que el desempleo también afectó a una mayor cantidad de personas. En 2014 había 199 mil personas que, a pesar de buscarlo, no habían hallado empleo; el año siguiente este número subió a 200 mil 757.