No hace falta ser pacifista para oponerse a que grupos civiles armados se encarguen de la seguridad pública. Las armas no son el problema, sino las manos que las empuñarán. La violencia que sufren las comunidades es un asunto serio y deben enfrentarlo los profesionales de la seguridad. Incluso dejando a un lado a delincuentes, psicópatas y cobardes, los habitantes de las colonias carecen de la formación necesaria para semejante tarea y no es algo que se adquiere de la noche a la mañana. No solo se trata de aprender a disparar, sino de saber cuándo se debe usar un arma y cuándo no. Esto último distingue al profesional del matón de barrio.
La violencia actual no se puede combatir sin armas, decir lo contrario es una ingenuidad. Pero las armas solo podrán ser efectivas si se someten al derecho y las leyes, en ese orden. La Policía Nacional Civil (PNC) y, en casos excepcionales, las fuerzas armadas son las únicas instancias legítimas para desempeñar tareas de seguridad ciudadana y aún no hemos llegado al punto en el que debería ser de otra manera. Incluso aceptando sus limitaciones, policías y soldados bien preparados y con salarios decentes son lo más cercano a los profesionales que necesitamos. Por el contrario, un “Cuerpo de Defensas Comunales”, como el que propone el partido GANA, sería un lamentable retroceso.
Parece que el gobierno del FMLN ya olvidó la triste experiencia de las “defensas civiles”, esos semilleros de criminales armados hasta los dientes y protegidos por la impunidad que les brindaba su carácter “civil”. En nuestro país recordamos a las defensas civiles con el inequívoco nombre de “escuadrones de la muerte”. La “Sombra negra” y otros grupos de exterminio presuntamente constituidos por “ciudadanos honrados” son solo una versión más de esa barbarie, pero algunos irresponsables insisten en presentarlos como medida necesaria e incluso ética.
El argumento más importante en contra de grupos civiles armados y defensas comunales es que serán inútiles: no resolverán el problema de la delincuencia y seguramente lograrán incrementar la brutalidad y la zozobra ciudadana. Al escuchar a quienes “hablan en nombre de los buenos”, deberíamos recordar que, así como la presunta inocencia, la decencia y la capacidad deben probarse con hechos.
El canal Investigation Discovery transmitía una serie repleta de morbo: “Vecino asesino”. Si el gobierno no rectifica, pronto podríamos tener nuestro propio reality sórdido. Basta ver la clase de vecinos que solemos tener, no solo porque frecuentemente “se esconden” delincuentes entre ellos, sino también por la variada gama de motivos que hasta “el más honesto” acostumbra invocar para usar pistolas, desde un problema con el parqueo hasta la amenaza melenuda que corteja a “su princesa”.
Aún es tiempo de reconsiderar lo manifestado y recuperar la sensatez. El gobierno debe asumir su responsabilidad con la ciudadanía fortaleciendo la PNC y profesionalizando a las fuerzas armadas, trabajando por el respeto del Estado de derecho y exigiendo a sus funcionarios que lo respeten.
(*) Académico y columnista de ContraPunto