Por Gabriel Otero.
Es complicado iniciar un nuevo texto y es tan arduo como reconocer ser presa de vaivenes tensionales y emocionales, un ejemplo más apropiado son las bajadas y subidas de una montaña rusa con todas las fuerzas G acumuladas en el estómago y el pecho, a eso le llaman ser adulto y envejecer, es un secreto solitario y silencioso.
El mes de julio ha sido difícil y con abundancia de estrés, tanto que me brotó en la piel, al principio pensé que me había intoxicado, como otras veces, en esta ocasión la culpable parecía ser una pupusa de chicharrón que deglutí con anhelo, o a lo mejor fue la de queso con su sempiterno acompañante el loroco, quería devorar la tierra donde nací y poseer sus sabores y recuerdos, por fortuna ninguna fue la causante, una tortilla rellena mesoamericana jamás puede ser dañina.
Para acabar de arruinar el panorama, las pastillas que me recetaron para la erupción cutánea producen somnolencia, y representan una condena a habitar en el sueño y un desperdicio de tiempo para un nocherniego empedernido, significa, además, cerrarles la puerta a los susurros de la oscuridad, imprescindibles para no llegar a la insania.
Esa es la principal razón para escribir por las noches, me seduce su soledad, no es que me hablen las musas a determinadas horas, yo lo practico por manía y necesidad de expresión, y me rehago y reinvento para observar, analizar y convertir cualquier suceso en material narrativo.
Se me hace imposible escribir versos al mismo tiempo que relatos, la poesía es pausa, golpe y sonoridad, cada palabra tiene un sentido, estas embonan y se siguen con fluidez. El relato permite ciertas libertades, en esencia la forma rebasa la anécdota, no es lo que se cuente sino cómo se cuenta, es lo principal.
En el relato también se necesita precisión y oficio, cuando uno se reconcilia con el tema, es como un encuentro entre amigos en los que se conversa de todo, y transcurre como las aguas de un río debajo de un puente.
La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. (Paz. O. El arco y la lira, Poesía y poema)
Curiosamente yo me libero de mí y me vacío entre vaivenes y digresiones, cuando lucho para que no se me cierren los ojos y me venzan los antihistamínicos.
Porque también es complicado cerrar un texto.