La Casa Blanca nos dio esta semana la buena nueva de que la totalidad de nuestra población adulta será elegible para la vacuna contra el coronavirus este 19 de abril, dos semanas antes de la fecha original del 1 de mayo.
Esto significa que cada persona podrá solicitar una cita para su vacunación en su farmacia local, su centro comunitario de salud, sitios de vacunación masiva, vehículos de vacunación ambulante, o un hospital cercano, todos ellos a no más de cinco millas de su domicilio.
La determinación se da en virtud de que los 50 estados han ampliado sus criterios de elegibilidad a todos sus residentes adultos, o al menos anunciado cuándo lo harán.
Es también resultado de la ampliación de las vacunaciones en todo el país. Este sábado, se celebró un récord de cuatro millones de dosis administradas en un solo día.
Asimismo, refleja la magnitud del esfuerzo de esta administración, para la cual la lucha contra el COVID-19 ha sido prioridad aún desde el inicio.
El 75% de los mayores de 65 años han recibido al menos una dosis, contra 8% cuando asumió el presidente Biden.
Ya son 150 millones las vacunas dadas en nuestro país desde que inició la presidencia Biden, y 167 millones en total. Solo China, con 140 millones, se acerca al logro estadounidense; en todo el mundo se han dado poco menos de 700 millones de vacunas.
Esto sucede en marcado contraste con el gobierno anterior, para el cual lo importante era hacer lo mínimo, esconder la gravedad de la situación y rehuir la responsabilidad.
Sin embargo, con las buenas noticias vienen las advertencias. La lucha contra el COVID-19 no se ha ganado. Ya son 555,600 los muertos por la enfermedad en Estados Unidos y el número crece cada día.
La ampliación de los criterios para tener vacunas para todos puede generar una avalancha de citas por parte de personas jóvenes y sanas y desplazar de la fila a los millones de ciudadanos mayores que aún esperan su turno.
Esto es cierto especialmente para afroamericanos y latinos, cuyo acceso a la tecnología es limitado y muchas veces carecen de ayuda. Recae en cada comunidad evitar que sean marginados.
Además, aún hay millones que se niegan a participar en este esfuerzo colectivo, que rechazan la existencia de la pandemia o se resisten a vacunarse y – todavía – a usar máscara, respetar la distancia social y evitar juntarse en grupos.
Crean un peligro para todos nosotros, ya que si no se vacunan, podremos seguir expuestos a repuntes de los contagios y a la proliferación de las nuevas y mortíferas variantes.
El gobierno federal ha lanzado una campaña publicitaria multimillonaria para convencer a los reticentes de que hay vacunas para todos. Pero depende de cada gobernador, cada alcalde, cada líder local, reinstalar o conservar la obligatoriedad de llevar máscaras y otras prácticas. Y resistir la presión para reabrir los negocios al nivel pre-pandemia, hasta que hayamos realmente salido de la crisis.