Uruguay tiene a Pepe; El Salvador, a Marí­a

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La ética genuina forjada al incandescente dolor de la guerra, de vez en cuando, nos aporta un Pepe Mujica o una Marí­a Ofelia Navarrete; cada uno, con su estilo, caracterí­sticas y experiencias. Comparten los ingredientes necesarios que la gente espera de un funcionario público: La sencillez y sobre todo el ser consecuentes con sus principios.

Pepe Mujica, del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN), y Marí­a Ofelia Navarrete, de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), superaron las barreras ideológicas y antepusieron el sentido común y la ética, sin deslindarse de sus compromisos y valores populares. Mientras que otros compañeros mantuvieron firme los postulados marxistas acompañados de los lujos capitalistas.  

Después de tanto esperar, por fin conseguimos en El Salvador nuestro propio modelo de Pepe Mujica, pero una versión mejorada: mujer y chalateca. Pepe y Marí­a son dos especies en extinción, por diversas razones: En primer lugar, tienen claro su misión de “servicio” y que no llegaron al gobierno para enriquecerse ni aprovecharse; en segundo lugar, no se distancian del pueblo y caminan con él y entre él; en tercer lugar, el poder no se les subió a la cabeza y no necesitan las payasadas de protocolo, seguridad y lujos, porque siguen siendo como eran.

Tres dí­as después de haber sido juramentada, Marí­a Chichilco ya estaba en campo, allá por el Rí­o Torola, en la Villa El Rosario y en San Isidro, Morazán, donde los polí­ticos no vuelven a aparecer luego de las campañas. Allí­ encontró un adefesio de puente improvisado, en donde 18 niños habí­an muerto intentando cruzarlo. Desde el lugar de los hechos comenzó a hacer gestiones para solucionar este problema. Luego agarró camino para Concepción de Oriente e inició una cruzada para la recuperación de rí­os por Nueva Esparta, Anamorós y Polorós. Pasó por Aguilares, y luego, llegó a un centro escolar en el Caserí­o El Manzanillo, en dónde descubrió indicios de corrupción (un techo que iba a costar US$150,000). De ahí­ siguió para Guadalupe, en San Vicente, y ahí­ encontró otro puente maltrecho en la quebrada de La Mora. Así­ ha seguido.

El 16 de junio, su community manager –CM– escribí­a: “Señores alcaldes: Estoy recibiendo reiteradas solicitudes de audiencias en mi despacho y les informo que NO los voy a recibir. Necesito que ustedes me reciban a mí­. Esa es la orden que tengo del presidente”. Valga el comentario: con este post se subí­a una foto de Marí­a sentada a la orilla de la calle, comiendo tortillas con queso, con su vestimenta sencilla, su cincho de cuero y tenis; una estampa de esas cotidianas que vemos por los pueblos y cantones.

Más allá de las redes sociales –creo que Marí­a Chichilco es la ministra con más seguidores, después del presidente, con 50,200 y creciendo, más un excelente CM– todo apunta, de seguir así­, que no sólo será la Ministra mejor evaluada, sino que puede ser la referente territorial de este gobierno. Además, tiene una capacidad empática que le facilita trabajar interdisciplinariamente con otros ministros.

Funcionarios como Marí­a y Pepe son simbólicamente necesarios, ya que permiten recuperar la esperanza en las democracias contemporáneas, tan desgastadas y corruptas. Esperamos que Marí­a se mantenga así­ de activa y comprometida con la gente. Creo que por fin le dieron el espacio y las herramientas que necesitaba para hacer lo que ella siempre quiso: servir a su pueblo.

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Oscar Picardo Joao
Oscar Picardo Joao
Académico salvadoreño, de origen uruguayo; científico, analista, colaborador y columnista de ContraPunto
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