lunes, 15 abril 2024
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Uruguay a elecciones en medio de crisis de Democracia Representativa

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Las elecciones de quienes pasarán a ocupar esos cargos públicos de administración se han convertido en algo parecido a una fiesta de carnaval o un partido de fútbol

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Uruguay tiene una imagen, fuera de fronteras, de ser un ejemplo de madurez cí­vica y estabilidad institucional. Este domingo 30 de junio, habrá elecciones primarias de sus partidos polí­ticos, para definir quienes serán los candidatos que se disputarán el acceso a la presidencia del paí­s. Las elecciones nacionales serán en octubre (primera vuelta) y eventualmente en noviembre, en una programada segunda vuelta. Pese a su imagen, el pequeño paí­s sudamericano, de 180.000 kilómetros cuadrados y unos 3,4 millones de habitantes, no escapa a las leyes generales del sistema de "democracia representativa" que muestra inquietantes fisuras.

LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA EN JAQUE

La democracia representativa es el régimen de organización institucional de la mayorí­a de los paí­ses del planeta, aunque existen también dictaduras, parlamentarismos, monarquí­as y sistemas mixtos como el de España donde intentan convivir civilizadamente los polí­ticos con la realeza, personificada en los Borbones y sus familiares. En la mayorí­a de los paí­ses latinoamericanos, la democracia representativa funciona, o deberí­a funcionar, como un sistema mediante el cual la mayorí­a de la nación elige a una minorí­a para que administre los bienes comunes, los bienes tuyos, mí­os y de aquellos. 

¿Cuál es la tarea de los que son elegidos para gobernar, o sea, para administrar los bienes comunes?. Precisamente esa; manejar bien los fondos que generan las empresas públicas y los ciudadanos, mediante el pago de impuestos y otros aportes, y distribuirlos equitativamente, asegurando la atención de las necesidades básicas, como la salud, la alimentación, la educación y el trabajo. Pero ¿qué ha ocurrido históricamente?. Ese volumen de dinero que deben administrar los gobernantes de turno se ha convirtió en un botí­n del cual todos quieren apoderarse. Entonces el ejercicio del gobierno, o sea la administración de los bienes comunes, pasa a ser una guerra, inescrupulosa y sin cuartel, por acceder a los cargos públicos para beneficio propio y de los allegados.

Las elecciones de quienes pasarán a ocupar esos cargos públicos de administración se han convertido en algo parecido a una fiesta de carnaval o un partido de fútbol. Los "aspirantes" a esos cargos despliegan todo su ingenio y destinan millones para superar al adversario, ganar el derecho a gobernar o, dicho de otra manera, para acceder al botí­n y disfrutarlo durante cuatro, cinco o más años, según dure el mandato. No hay que ser demasiado estricto y puntilloso en el análisis para darse cuenta los millones que se dilapidan en las campañas electorales y en las elecciones, sean primarias, nacionales, departamentales, municipales o similares. ¿No será hora de ir pensando en modificar ese estado de cosas?. Hay quienes creen que el sistema de democracia representativa, agotado desde hace tiempo en nuestros paí­ses, no tiene alternativa. O quienes creen que la alternativa es una dictadura militar, con todo lo trágico que eso ha significado históricamente para los pueblos del mundo. 

Sin embargo, hay pensadores en diversos puntos del planeta, que están delineando otro tipo de organización administrativa de una nación. Por ejemplo, las llamadas "democracias participativas" o "democracias directas". El nombre que se le dé al nuevo sistema no tiene mucha importancia. Hay que cambiar las cabezas y, además, lo que debe definirse, es un nuevo  sistema en el cual los "administradores de los bienes comunes", que hoy se llaman "gobernantes" o "polí­ticos profesionales" no tengan ninguna, o pocas posibilidades de desviarse de su función. De corromperse o apropiarse indebidamente de los bienes comunes, en beneficio propio. Porque si es democracia debe tener una fuerte participación de la gente. De todos los integrantes de una nación. No como hasta ahora que la gente suele estar en manos de demagogos que traban la atención de sus intereses y la solución de sus problemas y sus necesidades. En algunos casos la gente común ignora cómo funcionan estas cosas, y quien conoce y sabe lo que hay que saber, históricamente ha recibido información deformada o ha sido confundida y se ha resignado. Habrá que abrir el debate sobre el tema, aunque sea un desafí­o difí­cil

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Carlos Castillos
Carlos Castillos
Periodista y corresponsal en Uruguay y Paraguay de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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